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jueves, 5 de julio de 2018

Benjamín Forcano
Redes Cristianas
Benjamín Forcano1
Cuanto aquí pueda decir, se refiere a cualquier mediador, aunque en el caso presente se refiere a los obispos de Nicaragua y, en particular, a lo dicho por el obispo Silvio José Báez (Entrevistado por Silvia Sánchez Aguilar en ALFA y OMEGA, de ABC).
No suena tan remoto el tiempo en que el pueblo de Nicaragua hubo de afrontar la violencia del mayor imperio del mundo para lograr su soberanía nacional. Y el pueblo entero, dejando miles y miles de cadáveres en el camino, luchó hasta vencerlo contra la dinastía tiránica de Somoza (45 años) apoyada por EE.UU.y por la parte episcopal más significativa de Nicaragua.

El viejo Somoza García, fue nombrado por la jerarquía de la Iglesia, príncipe de la Iglesia y una hija suya fue coronada reina en la antigua catedral de Managua con cetro de oro y plata por el arzobispo Lezcano y Ortega.
¿Dónde estaba la Jerarquía eclesiástica cuando la represión de Somoza? ¿Por qué una vez aposentada la revolución, lanzó contra el gobierno sandinista reproches que eran revancha de la burguesía reaccionaria e imperialista de Reagan? “Quienes luchan contra el sandinismo son defensores de la humanidad y paladines de la libertad” (Reagan).
Varios obispos acusaban a la Iglesia popular de comunista y atea, justificaban la ayuda de EE UU a los contrarrevolucionarios y hasta un portavoz de la curia brindaba por la pronta llegada de los marines. Y apoyaban sin el menor escrúpulo a quienes habían masacrado al pueblo, perpetrando el asesinato no de 50 ni de 200, sino de más de 50.000 nicas.
Y, cuando el obispo Pedro Casaldáliga, poeta, místico y poeta del Mato Grosso (Brasil) decidió ir a Nicaragua para apoyar la revolución, los obispos no lo aceptaron ni le dieron acogida.

Nadie puede dejar de alabar y aplaudir la postura de los obispos actuales de Nicaragua cuando afirman que “ser mediadores en el diálogo no nos hace neutrales frente a la violencia”. Nadie, que se considere humano, puede mostrarse indiferente ante acciones que atentan arbitraria y despóticamente contra la vida humana.
Pero la no neutralidad ante la violencia no aclara sin más la dramática y angustiosa situación que se vive en Nicaragua. Es de primordial interés descubrir las causas de esa violencia y sus sujetos reales.
1. No es cierto, según dicen los obispos, que “La Iglesia católica en Nicaragua siempre ha estado cercana a la gente”.
2. Los obispos, sin ser neutrales ante la violencia, no pueden pronunciarse en favor de ninguna de las dos partes, pues tal cosa requiere un análisis sereno y veraz de las causas y causantes de dicha violencia y poder así estimular a superar las causas del enfrentamiento por ambas partes.
La indignación ante la injusticia, la opresión y el sufrimiento es lo primero e indispensable por parte de todos, también de los obispos.

Pero, si es verdad que nunca la violencia con sus terribles consecuencias es fortuita o casual, es imperativo moral, si se aspira a erradicarla, descubrir las causas que la producen y los sujetos que la apadrinan.
En este sentido, se consideran partidistas –impropias de mediadores- las palabras de Mon. Silvio José Baez cuando afirma que la situación de crueldad y represión que está sufriendo Nicaragua con sus reiteradas detenciones, torturas, persecuciones y muertes es efecto de la dictadura criminal del Gobierno de Daniel Ortega.

Repudiar la violencia no se hace ni se logra de verdad si no se suprimen las causas que la generan. El mismo obispo lo reconoce abiertamente:
“En Nicaragua la población no lucha por el poder sino por el modo de ejercer el poder. En el exterior no se entiende que es un Estado armado el que está reprimiendo a una población desarmada, pacífica, ética… A parte de eso, creo que hay intereses políticos muy grandes, intereses finacieros a nivel continental, que están obstaculizando un apoyo más decidido a la comunidad internacional, pero esto a los obispos se nos escapa, no lo comprendemos”.

Es fundamental señalar las causas de la violencia, si no se quiere alancear molinos de viento. A quien conozca y haya vivido la historia de la revolución sandinista, le resultarán estas palabras un tanto angelicales o abstractas, incapaces de dar con el fondo del conflicto y garantizar un diálogo que acabe con la violencia.
¿Esos intereses financieros y políticos a nivel continental sólo están obstaculizando la labor de la comunidad internacional o son precisamente los que muestran en su siniestra desnudez el repudio planificado sutilmente contra el presidente Daniel Ortega?

Averiguar esas posibles causas (Cfr. Por ejemplo, ¿Por qué los gringos decidieron montarle a Daniel Ortega el golpe de Estado, Artículo de Amaru Barahona) es paso previo, imprescindible,desde un análisis racional-científico, que queda asumido y potenciado desde el compomiso de una fe real y coherente.
Y, lógicamente, si los obispos, de mediadores o no, se proponen profundizar ese análisis doptando sus conclusiones, están en su derecho, dejan entonces de ser neutrales y proceden a aplicar el Evangelio desde un enfoque interdisciplinar con toda su fuerza liberadora, como lo han hecho tantos otros obispos: Helder Cámara, Oscar Romero, Leónidas Proaño, Pedro Casaldáliga…

Cualificados autores sin sospecha, alertan convencidos que en el origen, desarrollo y meta del conflicto actual nacaraguense está la mano implacable y omnipotente de quien más desprecio, daño, ruinas y muertes causó en Nicaragua.
Y no vale decir que, en la conyuntura actual, eso escapa a los obispos y no lo comprenden, en tanto que sí -inverificadamente y con dura parcialidad- se decantan contra el presidente Daniel Ortega.

Ya en ese planteamiento, al diálogo se le señala otro objetivo, deja de poner sobre la mesa las causas y sujetos reales de la violencia y se desentiende de determinar la tarea y responsabilidad incumbentes a los actores reales de la misma.
Y, atendiendo a la política históricamente implacable del Imperio yanki, revelada en el Destino Manifiesto, estos mismos autores temen que en Nicaragua se vuelva a reimplantar la dominación del imperio USA y la condición dependentista y sometida de la Nicaragua presandinista.

No, pues, absolutamente no, a las posibles injusticias, abusos,irregularidades y errores de la política “democrática” del Gobierno Daniel Ortega, pero con igual y más precavido énfasis, no a la política de USA, la que con mayor cinismo y desprecio, sembró de ruinas y muertes la insumisa Nicaragua sandinista.
Y quien no subraye, priorice y exhiba la negra política de este imperialismo yanki y no desconfie absolutamente de ella, ¿no ha comprendido todavía las “hazañas” de estos adalides de la libertad en toda Lationoamerica?


¿Y, en este momento, en un país cristiano como Nicaragua, no podrían hacerse realidad entre los contendientes aquellas palabras que Gunther Grass escribió sobre la revolución sandinista: “La revolución nicaragüense es la primera en la historia que ha aplicado políticamente el perdón del Evangelio”, si es que estamos hablando de diálogo, autocrítica, eliminación de las causas y fraternal reconciliación y paz entre los nicaragüenses?

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