No obstante la crisis religiosa, que estamos viviendo, son bastantes
los cristianos que se ponen nerviosos si se les habla de innovaciones o
cambios en la liturgia de la misa y demás sacramentos.
Esta postura es comprensible. Lo que seguramente no saben quienes
defienden esta posición -y la defienden no sólo con energía sino incluso
con indignación- es que, sin darse cuenta, quienes adoptan tal postura
de forma intolerante, en el fondo, lo que hacen es aceptar y -sin
saberlo- reafirmar una de las ideas típicas de Sigmund Freud.
Así lo explica un autor tan documentado como es Gerd Theissen,
comentando un texto importante del volumen 7º de las "Gesammelte Werke"
(p. 129-131) de Freud. El rito se constituye en un fin en sí, que se
contrapone al caos, que es lo más opuesto al orden. Por eso los ritos
sirven para defenderse del caos. O, en otras palabras, los ritos sirven
para defenderse del miedo, que precipita al individuo en un caos
psíquico. Estas ideas han sido desarrolladas por Víctor Turner y Rolf
Gehelen.
De ahí que, para no pocas personas, cambiarles los ritos y, sobre
todo, quitar el ritual o su lenguaje (por ejemplo, el latín) es
quitarles un factor fundamental de su seguridad en la vida o en su
relación con Dios.
Pero, es claro, las personas que se meten de lleno en este proceso y,
por eso, se aferran a la exacta observancia de los ritos, aparte del
miedo inconsciente que eso entraña, tiene una consecuencia religiosa y
social que nos aleja del Evangelio más de lo que imaginamos. ¿Por qué
Jesús tuvo tantos conflictos con los maestros de la Ley, con los
fariseos y con los sacerdotes? Siempre la misma historia: porque no
observaba el sábado, no ayunaba, no cumplía los rituales de pureza
cultual, andaba con malas compañías (pecadores, publicanos), tenía
amistades peligrosas...
Y todo esto, ¿por qué? La respuesta más clara y más directa la dio
Jesús cuando explicó lo que será verdaderamente decisivo en el juicio
final. No será la observancia de los "ritos" religiosos, sino la
relación que cada cual tiene con la felicidad o el sufrimiento de las
"personas" (Mt 25, 31-46).
Cuando el Señor de la Gloria venga a pedir cuentas a cada cual, a
nadie le va a preguntar si dijo la misa en latín o en otra lengua, si
cumplió con las normas litúrgicas al pie de la letra, si ayunó o dejó de
ayunar, etc.
O el Evangelio es mentira o la liturgia le preocupa a Dios bastante
menos que al clero y sus más fieles adeptos. Lo que al Dios de Jesús le
interesa no es la fiel observancia de los ritos, sino que tengamos
sensibilidad para dar de comer al que pasa hambre, para estar con el
enfermo, para acoger al extranjero, para interesarse por los que están
en la cárcel.
Muchas veces me pregunto por qué en el Vaticano hay una Sagrada
Congregación que vigila la observancia de los ritos. Y por qué no hay
otra Congregación Sagrada que se preocupe por los millones de criaturas
que sufren más de lo que humanamente se puede soportar.
Comprendo que todo esto ponga nerviosos y hasta indigne a algunos
cristianos. Pero quienes se ponen nerviosos, al leer esto, ¿no se
preguntan por qué hay tantas personas en la Iglesia que no tolerarían
ver las parroquias y los templos sucios, descuidados, desordenados,
abandonados, misas que no las dice el cura, sino el sacristán; o misas
que el cura dice en mangas de camisa..., pero resulta que esas mismas
personas no pierden el sueño sabiendo que cada día se mueren de hambre
más de 30.000 personas? ¿No será verdad que nuestra exactitud en la
observancia y en el cumplimiento de los ritos sagrados nos sirve de
"calmante espiritual" que tranquiliza nuestra conciencia?
No hay comentarios:
Publicar un comentario