Del 28 al 30 de octubre se celebró en Brasilia el 12º Festival Basura y Ciudadanía: reciclando por un mundo mejor.
Allí estaban más de mil recogedores de material reciclable separado en
los vertederos de las ciudades, venidos de todas partes del país. He
podido participar emocionado, pues acompañé durante muchos años a los
recicladores de basura del gran vertedero de Petrópolis, ciudad en donde
vivo.
Viendo a aquella multitud que llenaba
una sala inmensa, abrazándose y conociéndose por primera vez o
reencontrándose, alegres y festivos, con sus ropas sencillas, en su gran
mayoría afrodescendientes, yo me preguntaba: ¿quiénes son esos? ¿de
dónde vienen? Y me pareció escuchar una voz interior, igual a la del
libro del Apocalipsis, capítulo 7,13 que dice: “Estos son los que
vienen de la gran tribulación”, los supervivientes de la dura batalla
por la vida, honrados porque valientes y victoriosos afrontaron solos,
muchas veces, arduas luchas para ganar el propio sustento y el de sus
familias.
En Brasil existen entre ochocientos mil y un millón de
recicladores/as de materiales sólidos y reciclables. Con el aumento del
consumo se producen muchos residuos de todo tipo, orgánicos y sólidos
como cartón, plásticos, aluminio y vidrio que son
reciclables. Se calcula que cada brasileño produce 1 kg de basura al
día especialmente en los centros urbanos. Según el IBGE de 2008 el 50%
de los municipios (5507) tiene vertederos a cielo abierto. Allí miles de
personas, desde niños a viejos, recogen y separan lo que pueden,
inclusive alimentos. Esa actividad es altamente peligrosa, porque se
pueden contraer muchas enfermedades infecto-contagiosas. He presenciado
disputas de personas con los cerdos y los buitres, en un escenario de
gran inhumanidad. Son consecuencia de la sociedad del consumismo y del
desperdicio, que no aprendió a vivir las cuatro erres: reducir, reusar, reparar y reciclar.
La mayor deshumanidad no es ser recicladores de basura y tener que
contentarse con lo que tiran otros, sino el estigma que acompaña a estos
trabajadores, con frecuencia considerados mendigos y vagos.
Primero eran totalmente invisibles. Nadie les miraba ni les otorgaba
la más mínima consideración. Después, al crecer la conciencia, se
presentaron visibles como trabajadores, que con su recolección de miles
de kilos de residuos, desempeñaban una importante función: mantenían
limpias las ciudades e impedían muchas inundaciones de calles. Por fin,
se entendieron como ciudadanos y agentes de transformaciones sociales y
ambientales. Por que se fueron organizando en cooperativas y
asociaciones. Adquirieron más que visibilidad. Fueron reconocimiento.
Del 4-al 6 de junio de 2001 realizaron en Brasilia el 1º Congreso
Nacional de Recicladores/as con la participación de 1600 personas. Allí
se lanzó la Carta de Brasilia que marca su identidad y donde expresan
importantes reivindicaciones.
Fue notable la Marcha realizada en Brasilia en 2006 por 1200 personas
que ocuparon la Plaza de los Tres Poderes, reclamando derechos y políticas públicas
para su categoría. Estas vinieron con el Programa Cataforte en 2009 que
fue enriquecido el día 31 de julio de 2013 con 200 millones de reales
destinados a labores de recogida de materiales reciclables, con galpones
y camiones de transporte.
Tales medidas, junto con la presión de las entidades, se deben en
buena parte al interés personal del Ministro de la Secretaria-General de
la Presidencia, Gilberto Carvalho, que puso siempre todo su empeño en
la causa de los recicladores/as. En Brasilia el 30 de octubre de 2013,
con ocasión del 12º Festival Basura y Ciudadanía, en su nombre y en el
de la Presidenta Dilma Rousseff renovó el compromiso de fortalecer las
cooperativas y las asociaciones de recicladores/as creadas y a ser
creadas.
Fue muy señalado el 4º Festival realizado del 5 al 9 de septiembre de
2005 con la presencia del Presidente Lula y de Danielle Mitterand,
viuda del fallecido Presidente francés, en el que se subrayaron sus
derechos humanos básicos y el suministro de los recursos necesarios para
un trabajo decente y seguro de recogida y separación de basuras. Allí
la Itaipu Binacional lanzó un vehículo eléctrico para recicladores/as
con capacidad de transportar hasta tres toneladas de materiales durante 8
horas diarias.
La gran lucha de estos trabajadores es impedir que las grandes
empresas, que han descubierto la recogida de basuras como un negocio
altamente rentable, se apropien en asociación con el poder público de
los servicios que prestan estos recicladores, robándoles su sustento y
lanzándolos nuevamente a la inseguridad. Las empresas sólo pueden
legitimarse si integran a los recicladores sin quitarles los valores que
los caracterizan, como la convivencia solidaria y los lazos de
pertenencia común que han desarrollado.
Vienen, sí, de la gran tribulación brasilera. Reciclan no solo
materiales sólidos, sino personas, en la medida en que juntos construyen
su autonomía, rescatan su dignidad, se insertan en la sociedad como
verdaderos “profetas de la ecología” y ciudadanos que piensan, discuten
sus problemas, deciden luchas comunes y se hacen indispensables en el
tipo de sociedad que hemos creado.
Merecen respeto, aprecio y todo el apoyo.
[Traducción de Mª José Gavito].
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