El
arzobispo de Granada dirige la editorial “Nuevo Juicio”. Y nos acabamos
de enterar que esta editorial ha publicado un libro que habría sido un
éxito rotundo en tiempos remotos, allá por el año 450 antes de Cristo, o
sea hace más de dos mil quinientos años, cuando nacieron los códigos de
las XII Tablas, que marcan el comienzo del Derecho romano.
El libro se titula “Cásate y sé sumisa”.
Y ha sido escrito por una mujer, Constanza Mariano. La tesis que
defiende esta mujer es que la sociedad, la familia, las dificultades
que nos abruman, todo eso se resolvería si recuperásemos y ponemos en
práctica de verdad los códigos familiares de las cartas a los Colosenses y Efesios (Col 3, 18-4, 1; Ef 5, 21-6, 9). Como es bien sabido, estas cartas no fueron redactadas por san Pablo,
aunque sin duda están fuertemente condicionadas por su pensamiento. Y
llevan el sello del Derecho romano en cuanto se refiere a los derechos y
deberes dentro de la familia.
En aquel modelo de familia, todo dependía del “paterfamilias”, el
marido – padre – amo de la mujer, de los hijos y de los esclavos. Era
la sociedad patriarcal en estado puro. Lo que inevitablemente hacía
imposible el ejercicio de lo que hoy conocemos como derechos humanos,
que hacen posible el Estado de derecho. Y, sobre todo, aquel modelo de
familia era la escuela perfecta para perpetuar la formación de la
“mentalidad sumisa”. La mentalidad que más apetecen los que mandan, para
mantener su dominio sobre los demás.
Yo supongo que Constanza Mariano no ha pretendido, en modo
alguno, imponer semejante forma de dominio en la familia. Pero confieso
que, al enterarme de la publicación de este libro, no he podido evitar que me venga a la memoria lo que bien
nos ha recordado V. Romano: sólo los esclavos son aptos para la
represión. Como se sabe, los atenienses sólo empleaban a esclavos en la
policía.
Quien practica la represión como oficio tiene que ser él mismo un
represor ejemplar. Esta es la causa profunda de que la obediencia ciega y
los ejercicios absurdos de instrucción desempeñen un papel tan
importante en el ejército y en la policía. No olvidemos que entre los
vigilantes más fieles y seguros de los campos de concentración nazis
estaban los propios prisioneros. No le faltaba razón a Bertolt Brecht cuando, en su “Loa de la dialéctica”, dijo esto: “¿De quién depende que siga la opresión? De nosotros.
¿De quién que se acabe? De nosotros también”.
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