El papa Francisco dice tenerlos calados. A todos aquellos que con una
mano defraudan al Estado y con la otra dan dinero a la Iglesia. Dice
Jorge Mario Bergoglio que para los “cristianos de doble vida” no hay
perdón de Dios: “Se merecen —lo dice Jesús, no lo digo yo— que les
pongan en el cuello una piedra de molino y los arrojen al mar”. Las
palabras contra la corrupción se producen apenas tres días después de que, también durante la misa en la residencia de Santa Marta,
el Papa clamara contra “los devotos del dios soborno”, aquellos que dan
de comer a sus hijos pan sucio: “Tal vez deberíamos rezar por estos
niños y jóvenes. Ellos también tienen hambre. Hambre de dignidad”.
Francisco llama a los que defraudan “sepulcros blanqueados”
Jorge Mario Bergoglio, que siempre resalta la disposición de Dios
para perdonar a los pecadores, quiso dejar clara ayer la diferencia
entre un pecador y un corrupto: “Nosotros debemos admitir que somos
pecadores, sí, todos, ¿eh?; lo somos todos. Corruptos, no. El corrupto
está fijo en un estado de suficiencia, no sabe qué cosa es la humildad
(…). La diferencia es que quien peca y se arrepiente, pide perdón, se
siente débil, se siente hijo de Dios, se humilla, y busca precisamente
la salvación de Jesús. Pero de aquel otro que escandaliza, ¿qué cosa
escandaliza? Que no se arrepiente. Finge ser cristiano, pero lleva una
doble vida. Y la doble vida de un cristiano hace tanto mal, tanto mal…
Dice: ¡Yo soy un benefactor de la Iglesia! Meto la mano en el bolsillo y
doy a la Iglesia. Pero con la otra mano, roba: al Estado, a los pobres…
Roba. Esta es la doble vida”. Y esto merece, según el Papa, la piedra
de molino al cuello.
Francisco no salvó de la quema, ni mucho menos, a la jerarquía
eclesiástica: “Jesús, a estos corruptos, les decía: ‘La belleza de ser
sepulcros blanqueados, que parecen bellos, por fuera, pero dentro están
llenos de huesos muertos y de putrefacción. Y un cristiano que se
vanagloria de ser cristiano, pero que no hace vida de cristiano, es uno
de estos corruptos. Todos conocemos a alguien que está en esta
situación, ¡y cuánto mal hacen a la Iglesia! Cristianos corruptos,
sacerdotes corruptos… ¡Cuánto mal hace a la Iglesia! Porque no viven en
el espíritu del Evangelio, sino en el espíritu de la mundanidad”.
El viernes pasado, también durante la homilía de Santa Marta, el Papa lanzó un anatema contra quienes —desde el gobierno o las empresas— hacen de la corrupción su sistema de vida:
“Tal vez comienzan con un pequeño sobre, pero esto es como las drogas:
el hábito del soborno se convierte en una adicción (…). ¡Dan de comer a
sus hijos pan sucio! Y sus hijos, tal vez educados en colegios costosos,
tal vez crecidos en ambientes cultos, habrán recibido de su papá como
comida suciedad, porque su papá, llevando el pan sucio a la casa, ¡habrá
perdido la dignidad! ¡Y esto es un pecado grave! Porque se comienza tal
vez con una pequeña mordida ¡pero es como la droga, eh!”. Dijo
Bergoglio que la connivencia con la corrupción no es general, pero sí
muy extendida: “Algunos administradores, administradores de empresas,
administradores públicos; algunos administradores del gobierno… Quizá no
sean tantos. Pero es un poco esa actitud del camino más breve, más
cómodo para ganarse la vida”.
De ahí que Francisco advirtiera el pasado viernes que el “pan sucio”
también produce hambruna en quien lo recibe: “Quizás hoy nos hará bien a
todos nosotros rezar por tantos niños y muchachos que reciben de sus
padres pan sucio: ¡también estos están hambrientos, están hambrientos de
dignidad! Rezar para que el Señor cambie el corazón de estos devotos
del soborno y se den cuenta de que la dignidad viene del trabajo digno,
del trabajo honesto, del trabajo de cada día y no de estos caminos más
fáciles que al final te quitan todo”
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