Hoy
estamos de luto. Al menos trescientas personas han perdido la vida
cerca de Lampedusa, cuando intentaban llegar a Europa. Un drama terrible
que nos tiene a todos llenos de dolor, estremecidos pero también
indignados ante la vergüenza de estas muertes evitables. Los
responsables tienen nombre y apellido: son los oscuros dirigentes de la Unión Europea y gobiernos de países como Italia y España.
Pero por desgracia no han sido las
únicas víctimas. En los últimos años decenas de miles de personas han
perdido la vida en el Mediterráneo intentando llegar a Europa. Son
cifras escalofriantes, mayores que las que provoca un gran terremoto y
que sin embargo no conmueven ni movilizan las conciencias.
Lo que ha pasado en Lampedusa, lo que está pasando en Ceuta y Melilla
o en el Estrecho de Gibraltar no es una fatalidad, no es una fatalidad.
No responde a un golpe de mar o a un incendio descontrolado. Es el
resultado de unas políticas europeas obsesionadas hasta la paranoia con
la ´”lucha contra la inmigración irregular”.
Muchos llamamos a esta “lucha” una auténtica guerra contra los
migrantes. ¿Una guerra? ¿No es un poco exagerado hablar de guerra contra
los migrantes?
Entonces ¿cómo llamar al despliegue de dispositivos fronterizos para repeler y atrapar inmigrantes por todas las fronteras europeas? La agencia Europea de fronteras, Frontex, ha desplegado navíos, aviones, helicópteros, sensores térmicos,
cámaras infrarrojas y recientemente hasta drones para vigilar desde el
Estrecho de Gibraltar hasta Grecia y evitar que entren los indeseables
del Sur.
¿Cómo llamar al SIVE, a la creciente militarización del Estrecho, a
las alambradas de Ceuta y Melilla o a los centenares de campos de
internamiento construidos dentro y fuera de toda Europa? El gobierno
español ya ha puesto en marcha los drones de vigilancia. Y está
estudiando cómo conseguir que las vallas de Ceuta y Melilla sean
absolutamente infranqueables
Es una verdadera guerra contra los migrantes, que impone a países
como Libia, Túnez, Argelia y Marruecos el papel de gendarmes de las
fronteras europeas. Una guerra en la que las graves violaciones de derechos humanos que se producen continuamente no importan: Europa mira hacia otro lado de forma cómplice.
Violaciones de derechos humanos innumerables en Marruecos, que –como
hemos denunciado muchas veces– lleva a muchas personas subsaharianas a
la desesperación. Y tras ello al salto de las vallas, a intentar llegar a
nado o a subirse en frágiles neumáticas de juguetes para niños para
atravesar el Estrecho.
Una sociedad que se dice democrática no debiera tolerar esta situación,
que ha convertido el Mediterráneo en un verdadero cementerio.
Tras la tragedia de Lampedusa, quizás por su magnitud, ya han surgido
los lamentos hipócritas y las lágrimas de cocodrilo de los dirigentes
europeos. Italia, que ha decretado un día de luto, pero olvida que tiene
acuerdos terribles con Libia y Túnez y que mil veces han intentado por todos los
medios que los inmigrantes no lleguen a su territorio, amenazando
incluso con lanzar las cañoneras contra los barcos de inmigrantes.
Ya han salido los que culpan a las mafias, que efectivamente actúan
aprovechándose de la necesidad imperiosa de muchas personas de cruzar
las fronteras a toda costa. Y olvidan que es precisamente el cierre de
fronteras lo que les permite actuar y enriquecerse
No, los muertos de Lampedusa, como los del Estrecho o los de Ceuta y
Melilla, no son producto de la fatalidad o de la acción de las mafias.
Son las víctimas de una Europa Fortaleza, enrocada hasta la ceguera en
la lógica securitaria y que ha renunciado a los valores que dice
defender.
Este domingo, cuando lleguemos a las alambradas de Ceuta en nuestra
Caravana de Solidaridad, recordaremos a todos los que han perdido la
vida llamando a nuestras puertas. Recordaremos a las víctimas de la
Europa asesina.
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