Enviado a la página web de Redes Cristianas
Decía ayer que cuando la indignación, personal o colectiva, manifestada públicamente frente a medidas de los gobiernos, no produce efectos ni frenos ni cambios en las políticas
de estos, la indignación ha de resolverse necesariamente en
sublevación. En sublevación material o moral. Es moral si es reprimida
por el poder establecido. Y si es reprimida origina sensación de
impotencia y ésta ríos de amargura en la ciudadanía. Pues bien, lo que
se respira ahora en este país es justo la impotencia y la amargura que
sentíamos ante los abusos flagrantes, manifiestos y continuados de la
dictadura franquista y de toda dictadura.
Pero hoy día, en algunos aspectos la
situación es todavía más grave, pues en la dictadura se nos dijo que no
había libertad y sabíamos a qué atenernos. Ahora se nos venden raudales
de libertad, mientras por otro lado los gobiernos nos mienten
constantemente, pisotean los derechos y libertades ciudadanos, y la
justicia de los magistrados y fiscales, que no la de los instructores,
se alía con el poder político,
le encubre o prevarica más o menos descaradamente. Esta complicidad
produce todavía más indignación, más sublevación, más amargura y más
impotencia: la impresión de que vivimos en una dictadura maquillada…
En estas condiciones nadie puede saber qué habrá de suceder a corto plazo, pero se barruntan grandes aflicciones. Desde luego a medio plazo, la ebullición y la inestabilidad están aseguradas. Y a largo plazo, una economía de guerra y un invierno social.
La única salida a semejante situación está en expulsar a los
políticos de la gestión pública y entregársela en cada territorio a
ciudadanas y ciudadanos de demostrada probidad y sentido común. A fin de
cuentas Maquiavelo no veía necesarias otras virtudes en el “Príncipe”,
es decir, en todo gobernante..
4 Octubre 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario