fe adulta

Por última vez, después de una insistencia machacona, nos habla Lucas de la riqueza, pero está claro que en materia de riqueza no haremos caso ni aunque resucite un muerto. La parábola va dirigida a los fariseos, que son amigos del dinero. Jesús les dice que, si de verdad creyeran lo que predican, no estarían tan apegados a las riquezas.
Esta parábola es clave para entender lo que dice el evangelio sobre las riquezas. No se puede hablar de ellas en abstracto y la parábola nos obliga a pisar tierra. El rico no tiene en cuenta al pobre y sin esa toma de conciencia nada tiene sentido. Lo único negativo de la parábola es que, mal interpretada, nos ha permitido utilizarla como opio del pobre.
Nos dice lo mismo que Mateo: Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber. Utilizar los textos para seguir hablando de un premio para los pobres y un castigo para los ricos no tiene sentido alguno; a no ser que se busque la resignación de los pobres para que los ricos puedan seguir disfrutando de sus privilegios.
Rico es el que tiene más de lo necesario y puede acumular bienes. Pobre es el que no tiene lo necesario para vivir y pasa necesidad. En el AT la perspectiva es siempre religiosa. Fueron los profetas, empezando por Amós, los que denunciaron la maldad de la riqueza. Su razonamiento es simple: la riqueza se amasa siempre a costa del pobre.
Pobres, en el AT, sobre todo a partir del destierro, eran aquellos que no tenían otro valedor que Dios. No tenían a nadie en quien confiar, pero seguían confiando en Dios. No existe en el AT concepto puramente sociológico de rico y pobre.
Por eso el evangelio da por supuesto que las riquezas son malas sin matizaciones. No se dice que fueran adquiridas injustamente ni que el rico hiciera mal uso de ellas. Si Lázaro no hubiera estado a la puerta, no habría nada que objetar. Pero es precisamente el pobre, el que, con su sola presencia, llena de maldad el lujo y los banquetes del rico.
La actitud de Jesús para con los ricos parece contradictoria. No fue excluyente, sino abierta y de acogida. Admitió la visita de Nicodemo, era amigo de Lázaro, aceptó la invitación de Mateo, acogió con simpatía a Zaqueo, fue a comer a casa de fariseos ricos. No es fácil descubrir las motivaciones profundas de la manera de actuar de Jesús.
El evangelio denuncia una falsa actitud religiosa. Está lejos del capitalismo, pero también del comunismo. Jesús predica el “Reino de Dios”, que consiste en hacer a todos los hombres hermanos. El comunismo despoja al rico por la fuerza, pero mantiene al pobre en su pobreza para seguir justificándose. Jesús quiere hermanos libres y voluntarios.
No basta despojar a los ricos de su riqueza, porque los ahora pobres ocuparían su lugar. El evangelio va mucho más allá de la solución de unas desigualdades sociales, pero también esas injusticias quedarían superadas con un verdadero amor-compasión entre todos.
Ahora entenderemos por qué la incapacidad de cada uno para solucionar el hambre no es excusa para no hacer nada. Nuestra pasividad demuestra que la religión solo intenta sumar seguridad espiritual a las seguridades materiales. Jesús no está pidiendo que soluciones el hambre del mundo, sino que salgas de tu error al confiar en la riqueza.
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