fe adulta


«No harán caso, aunque resucite un muerto»
Jesús siente gran recelo hacia el dinero y así lo expresa en multitud de ocasiones. Llama bienaventurados a los pobres, alerta sobre la dificultad de los ricos para entrar en el Reino, considera necio al hombre de la parábola ufano de su riqueza que esa noche va a morir, se entristece cuando el “joven rico” renuncia a seguirle porque tenía muchos bienes… y en la parábola de hoy da un paso más y nos muestra hasta qué punto se puede endurecer el corazón de un hombre por causa de su riqueza.
La expresión que usa para alertarnos de la trampa mortal que encierra el dinero es una de las más duras que recoge el evangelio; una de esas exageraciones geniales que emplea para hacer especial énfasis en algo importante: «No harán caso, aunque resucite un muerto» … Dicho de otro modo: “Si caéis en esa trampa, será difícil en extremo que salgáis de ella”.
El dinero no es un tema marginal en el evangelio; no es algo que se menciona de pasada, sino una línea clara y recurrente dentro del mensaje global y la concepción del Reino. Es algo que nos interpela de manera muy especial, porque vivimos en una sociedad de ricos en la que el dinero ha dejado de ser un medio para convertirse en el fin por excelencia de nuestra vida. Y cuando esto sucede, el dinero se convierte en amo, en el peor amo que podemos tener, porque nos esclaviza, nos arrebata la capacidad de compadecer, de ayudar, de perdonar, de servir… y todo ello acaba socavando nuestra humanidad y nos deshumaniza.
Según Lucas, Jesús llama bienaventurados a los pobres (sin ningún adjetivo) y es de suponer que no se refiere a los míseros esclavos de su miseria, sino a los que han renunciado al dinero y marchan por la vida ligeros de equipaje. Y la razón de que los llame así, es porque esa carencia de dinero, o esa renuncia al dinero, los hace libres de las ligaduras con las que el dinero nos ata a cosas que no merecen la pena, y libres también para seguir los dictados del corazón y ser más humanos.
Según Mateo, Jesús se muestra más tibio, y llama bienaventurados a los “pobres de espíritu”. Podemos no ser pobres, y a pesar de ello ser dichoso y entrar en el Reino. Para eso es preciso no dejarnos dominar por la ambición ni permitir que el dinero nos esclavice; acostumbrarnos a vivir con poco y compartir con los que no tienen … Y esta actitud ante el dinero nos puede parecer a nuestro alcance, pero Jesús nos dice que es más fácil «que un camello entre por el ojo de una aguja».
El nivel superior en nuestra relación con el dinero es convertirlo en un talento al servicio del Reino. Un seguidor de Jesús sabe que todo lo que ha recibido, incluido el dinero, es un talento para construir el Reino, pero hará bien si se muestra receloso, porque debe saber que el dinero es un talento pegajoso, peligroso, que tiende a apoderarse de su espíritu y convertirlo en su esclavo.
«¡Ay de vosotros los ricos!»…
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario