fe adulta
Los textos evangélicos tienen, a veces, frases enigmáticas que, normalmente, las dejamos de lado porque no las entendemos. Pero, si hiciéramos un pequeño esfuerzo, tal vez podrían aportarnos mucha luz.
Una de esas frases es la que cierra el pasaje de las tentaciones de Jesús que hemos leído hoy. Dice: NO TENTARÁS AL SEÑOR, TU DIOS.
¿Podemos los humanos tentar a Dios? Nos parece que no, porque pensamos que Dios no está a nuestro alcance de simples mortales. Pero al hacerse Dios uno con nosotros en el incomprensible misterio de la encarnación, al optar por lo nuestro, sí podemos tentar a Dios.
Y ¿en qué consiste esa tentación? ¿En dudar de Dios? No. La duda es una realidad muy saludable para la fe. Lo dice muy bien un personaje de la película “Cónclave” que algunos de vosotros habéis visto: “Nuestra fe es algo vivo, precisamente porque camina de la mano de la duda. Si sólo existiera la certeza y ninguna duda no habría ningún misterio y por lo tanto no habría necesidad de la fe”.
De un modo simple, podríamos decir que tentar a Dios es creer que no acompaña nuestros caminos, que es impasible a nuestros sufrimientos, que nos maneja como un titiritero a sus marionetas.
Queda reflejado muy bien este tentar a Dios en muchos de nuestros refranes españoles que sintetizan la sabiduría popular y que, a veces, usamos. A modo de ejemplo:
· “Estamos dejados de la mano de Dios”: no es así, Dios nunca nos deja y, menos todavía, cuando lo estamos pasando peor. Nunca Dios estuvo más cerca de Jesús que cuando estuvo en la cruz. Nunca está más cerca de nosotros que cuando lo necesitamos.
· “Dios castiga sin piedra ni palo”: Dios no castiga porque es amor. Los castigos los ha inventado la religión o la cultura, no el evangelio. Dios nos lleva en sus manos amorosas.
· “Cuando Dios no quiere, los santos no pueden”: Dios quiere siempre. Por eso no necesitamos intercesores. Él hace camino con nosotros, ¿qué mejor ayuda?
Celebrar la eucaristía cada domingo habría de llevarnos a la convicción profunda de que Dios hace camino con nosotros, que es vecino de nuestro barrio, que nos acompaña en nuestra fragilidad. Una eucaristía para el ánimo. Así debería ser. Las dudas son compatibles con una confianza sosegada y sencilla. Creyentes que confían, eso habríamos de ser.
Dice el teólogo José Arregi: “Nuestra fe no significa que lo tenemos todo claro. No significa que tenemos soluciones acabadas, respuestas últimas para nada. Tenemos la inestimable memoria de Jesús, la presencia activa de su espíritu, la compañía de una gran Iglesia de hermanas y hermanos, pero ello no nos exime de la duda, la búsqueda, el diálogo. Somos caminantes”. Caminemos, pues, confiados.
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