fe adulta
Si arrimamos a Dios a nuestra parte, bando o causa particular, estaremos desproveyendo al diferente de custodia divina. No podrá refugiarse en nuestro mismo altar. Si algo nos ha enseñado la historia de España es a sacar a Dios de nuestros enconos y batallas. ¿Cuántos no abjuraron de su fe, cuando nuestra guerra civil, al observar a todos los obispos, menos uno, (¡Bendito Mateo Múgica!) rendidos a Franco?
Los "gudaris" vascos iban a misa antes que al frente, a menudo para gran enfado de los compañeros más “rojos” y “roji-negros” anarquistas. El ardor en la defensa de la amenazada República podía esperar. Cumplir con el oficio religioso era previo a jugarse la vida en la trinchera. A ambos lados de la batalla se persignaban ante la misma cruz y Dios se pasó nuestros tres más terribles años jugando a "Pito, pito, gorgorito..."
Deberemos apostar por valores superiores esperando sencillamente que Dios se apreste a guiñarnos, a acudir a nuestra vera, pero nunca reivindicando exclusividad. Deberemos eludir el “Deus vult” (¡Dios lo quiere!) de las cruzadas ya medievales, ya del 36, ya del 2025. Antes, como ahora, es preciso prescindir del particular escudo, del singular parapeto divino para nuestros, ya elevados, ya espurios intereses.
Trump se confundió de iglesia, de obispo, sobre todo de soflama, de trinchera, de causa. Dios se arrima preferentemente a los últimos y desprotegidos, no necesariamente a los blancos, guapos, fuertes, pudientes, cristianos… Si el presidente de los EEUU quiere a Dios con él, si reivindica su gracia, debe empezar por tratar a las mujeres con dignidad, a los emigrantes con respeto, a los débiles con compasión, a las otras naciones con consideración, a las obispos que le emplazan con la debida deferencia...
Mariann Budde, obispa episcopal de Washington le ha pedido directamente a Trump misericordia de las personas de la comunidad LGTB, de los trabajadores migrantes que carecen de documentación para residir legalmente en los EEUU…, pero el nuevo presidente no se ha dado por aludido, más al contrario le ha pedido a esta valiente autoridad eclesial rectificación. Eso de la misericordia no va con él. Ojalá la misericordia sea con él cuando su América sea un poco más chica y recatada, cuando él deje de ser el hombre más poderoso del mundo, cuando retorne a su condición de un mortal más que, desnudo de cualquier equipaje y ostentación, viaja a la Otra Orilla.
Afirma que Dios está con él, pero yo creo que Dios se acerca estos días especialmente a la mexicana con ojeras que han reportado las cámaras y que llora ante la frontera de EEUU al ya no poder ya traspasarla. Yo creo que está más con el indocumentado de Chicago que se despierta sobresaltado de noche al soñar que ha sido esposado y sacado del país en el que ha rehecho su vida y al que ha entregado años de trabajo y sudor. Yo creo que se mantiene a la vera del enfermo de Harlem que hace infructuosos cálculos para intentar llevar su tratamiento ahora ya sin el apoyo estatal. Yo creo que definitivamente está con nuestra Madre Tierra que padece con nuevas perforaciones, que observa con pena retirarse a la nación más poderosa de los tratados para protegerla…
“Fui salvado por Dios para hacer de nuevo grande América…” Trump cree en un Dios que le mantiene especialmente en su retina, que se afana en protegerle, en amparar sus desatinos. Es con él actúe como actúe. ¿Cómo le reza Trump a Dios cuando se arrodilla en la iglesia? ¿Llevará a esa íntima cita el mismo tono altanero o se impregnará con un poco de modestia? ¿Será sólo un monólogo altivo o permitirá en algún momento que el Todo le hable, le interpele y cuestione? En Trump parece habitar un Dios fabricado a su imagen y semejanza. Aquí hay dioses para todos los gustos y colores, sobre todo para todas las preferencias de nuestra personalidad inferior. Los podemos fabricar a nuestra imagen y semejanza, rendirlos a nuestros intereses más bajos. Dios sigue siendo manipulado para el ejercicio del dominio de líderes sin escrúpulos.
Sólo nos queda refugiarnos en el Misterio que no tiene otro bando que el del amor incondicional, que ahuyenta en nosotros todo resentimiento para quienes mancillan Su Nombre. Si en verdad, tal como le pedimos a Trump, nosotros nos presentamos humildes y receptivos ante el Eterno, no deberemos abrigar duda de que nos pide que arranquemos de nuestro corazón toda semilla de odio para con este político millonario tan orgulloso, de que la remplacemos por la de la fe, la compasión y la paciencia.
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