La violencia, la agresión, el crimen, las guerras son tan antiguas como la humanidad. Los datos arqueológicos muestran que desde muy pronto los seres humanos, que habían adquirido la capacidad de ser responsables de sus actos, se enfrentaban unos y otros. Y no solo es producto de la necesidad de supervivencia biológica de los más aptos, que diría Charles Darwin. Debe haber algo más en la estructura cultural de las sociedades humanas que las impulsa a la destrucción de los que no son como yo.
Aquí está la tarea interdisciplinar de antropólogos, sociólogos, psicólogos del comportamiento, prehistoriadores, expertos en ética e incluso en teología para dar respuestas, siempre parciales, al problema de las guerras y de la eliminación del diferente.
En los años 60 del siglo pasado tuve ocasión de leer “Sobre la agresión: el pretendido mal” del etólogo Konrad Lorenz. Y desde entonces es una pregunta que está abierta: ¿tan difícil es convivir en paz?
Precisamente el 16 de mayo de cada año las Naciones Unidas y la UNESCO repiten la misma pregunta en el Día Internacional de la Convivencia en Paz. En el año 2024, según datos de la NNUU, hay 64 conflictos armados en el mundo. En la prensa solo de habla de Palestina, de Ucrania y de vez en cuando de Sudán. Pero hay muchos más conflictos armados.
Y por otra parte, basta abrir la prensa, la televisión o las redes sociales para sentirse abrumado por las noticias de agresiones, asesinatos, xenofobia, crímenes, insultos y descalificaciones, reprobaciones y “cancelaciones”.
La Asamblea General de Naciones Unidas en la sesión efectuada el 5 de diciembre de 2017 declaró el 16 de mayo como Día Internacional de la Convivencia en Paz, entendiendo que “constituye un compromiso permanente promover e impulsar la cultura de la paz y la no violencia en todas las esferas y quehaceres a fin de beneficiar a la humanidad, en especial a los niños y las futuras generaciones”.
La que se denomina “cultura de la paz y de la no violencia” nos debía permitir la prevención –y a la vez eliminación radical– de todas las formas de discriminación e intolerancia. Nos gustaría que no existieran comportamientos sociales que impliquen contaminación de toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, el color, el sexo, género, el idioma, la religión, la opinión política o de otra índole, como son el origen nacional, étnico o social, la posición económica, los impedimentos físicos, el nacimiento o cualquier otra condición que detente los niños y cualquier ser humano.
En esta línea, la destacada poeta Gabriela Mistral –maestra y premio Nobel de 1945– reflexionó sobre la paz, su significado y transcendencia para la humanidad, lo que plasma tanto en su obra poética, como también se observa en sus diversos documentos originales. Es así que el 27 de septiembre de 1951 la insigne poeta en unos de sus manuscritos y que tituló “Paz”, nos dice:
“La paz, además de ser un dictado vertical de la razón, es el sentimiento en el cual, más se regodean los evangelios. Y, para todos nosotros, ella es la condición ineludible que permite vivir, crear, prosperar. Apenas ella se rompe, todo lo ganado por nosotros se dobla y se tumba arrasado por el ciclón orate que es la guerra”
Luego de ello, nos expresa:
“Por eso, la causa de la Paz viene a ser la causa de los niños y por ellos tenemos que defenderla con una porfía terca y con todo el fuego del corazón”
La paz, entonces, permite que todas y todos alcancen el mayor desarrollo de acuerdo a sus habilidades y capacidades, a la vez, requiere que las relaciones humanas se estatuyan en el respeto irrestricto de los derechos humanos, como también, en la protección del medio ambiente. Y, esto sólo será posible mediante el diálogo, sino que además debemos comprender que la diferencia se funda en la igualdad de derechos.
Conmemorar este día internacional implica, no solo sensibilizarse como sociedad civil, sino también promover que las distintas culturas, religiones, confesiones, creencias, cosmovisiones dialoguen y reflexionen sobre aquellas cuestiones que afectan a toda la humanidad, como también, grupos y/o colectivos en particular. Sólo así se podrán alcanzar acuerdos representativos y democráticos, por ende, resulta relevante que este diálogo sea intercultural o multicultural comprendiendo que la diferencia enriquece nuestro quehacer, como también fortalece la cultura de paz y la no violencia.
A propósito de lo indicado precedentemente, es menester considerar la obra del connotado escritor mapuche Elicura Chihuailaf –exponente de la poesía etnocultural–, quien en su libro “Recado Confidencial a los chilenos” señala:
“Le pregunto ahora: ¿cuánto más cree saber usted acerca del Pueblo mapuche, de nuestra cultura? ¿Cuánto cree usted saber acerca del Pueblo chileno, de su cultura? Se lo digo porque se da la paradoja -entre tantas surgidas del mirarnos distantes y desconfiados, inventado “encuentro” mediante- que a nosotros se nos tilde por un lado de “ignorantes” y por otro lado se nos exija y/o se nos “admire” por un conocimiento más o menos amplio respecto de la sabiduría de nuestros Antiguos”.
“A mí, le digo, me enseñaron a valorar, a creer en la fuerza de la palabra. Las palabras expresan la concepción de mundo de quienes las crearon: su gestualidad. Ellas –unas más que otras– revelan el pensamiento de sus hablantes, sus gestuantes, dicen.”
La paz permite, entonces, que la convivencia se funde en aquella palabra que construye espacios de diálogos que favorecen que las personas se encuentren y puedan vivir plenamente de acuerdo a su cosmovisión, cultura y estructura social en armonía con otros y otras. Respetando además los ciclos de la naturaleza, hábitat y protegiendo la biodiversidad.
Por último y de acuerdo a la Resolución aprobada por la Asamblea General el 25 de septiembre de 2015, la convivencia en paz constituye un pilar fundamental de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, en tanto ello, fomentar el entendimiento multicultural, ético y además respetuoso con el medio ambiente, en tanto ello, la responsabilidad es compartida y por ello debemos construir espacios sociales pacíficos a fin que toda controversia se solucione mediante el diálogo, fortaleciendo así la democracia y la justicia social.
Leandro Sequeiros. Presidente de la Asociación Interdisciplinar José de Acosta (ASINJA)
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