El pasado 6 de mayo se dio a conocer la exhortación apostólica de la CEE: "Comunidades acogedoras y misioneras. Identidad y marco de la pastoral con migrantes"
En este valiente documento se afirma claramente que los migrantes no son números, ni flujos; son personas. Nuestra actitud no puede ser otra más que la de acoger a todas y todos, sencillamente porque todos somos hijos e hijas de Dios.
Nuestras parroquias y comunidades cristianas están llamadas a concebir el fenómeno migratorio como un proceso en el que ir integrando, construyendo una ciudadanía donde la diversidad sea una riqueza para todos.
La Iglesia ha de llevar a cabo su pastoral desde la mirada del Evangelio de Cristo, que señala la dignidad de todo ser humano como punto fundamental, sin caer en intereses ni en ideologías ni en politiqueos.
Cada cristiano tendría que preguntarse qué dice Dios ante las migraciones y cuál debe ser nuestra actitud para con los migrantes.
¿Cómo me relaciono yo y con quién?
Señor, ¿cuándo te vimos y te atendimos y cuándo te vimos y no te atendimos? (Cfr. Mt. 25)
La aportación de las personas migradas a nuestra sociedad ha de ser reconocida y valorada.
Hemos de aplicar la vacuna de la hospitalidad y decir no a la hostilidad contra los que han llegado a España desde otras latitudes.
Ellas y ellos nos han ayudado a crecer y a progresar como sociedad.
En momentos de incertidumbre hemos de recuperar la reconstrucción de vínculos en la sociedad con los más vulnerables, los más pobres.
Debemos preguntarnos cómo volver a Jesucristo y cómo colocar su Evangelio en el centro de nuestra vida personal y social, recuperando el valor de la hospitalidad que la Iglesia aporta a la civilización y construcción europea y fuera de ella.
Trabajemos con proyectos que nos ayuden a construir comunidades acogedoras y misioneras con un conjunto de baterías de buenas prácticas para aterrizar la teoría a fin de que lo que podamos hacer revierta en el bien común de toda la sociedad, sin que nadie quede discriminado.
Ser migrante no es delito ni está tipificado como delito; por eso no se puede penalizar o castigar a una persona por no tener documentación; hay otras alternativas.
Sobre los menores no acompañados nos acogemos al derecho internacional y al trato y acompañamiento que merecen estos menores.
El presente y el futuro de la Iglesia en España pasa por la diversidad.
La vida consagrada lleva viviendo muchos años en esta sana diversidad.
Es el futuro de la Iglesia Católica en España, de mestizaje, donde la diversidad cultural estará presente y mostrará mucho mejor la catolicidad de toda la Iglesia, una Iglesia al servicio del reinado de Dios.
Aportación del sacerdote José Vicente Martínez desde Valencia.
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