Las teólogas y doctoras en Teología María José Arana y Adelaide Baracco Colombo han publicado recientemente Mujeres sacerdotes ¿cúando? (Desclée De Brouwer), un libro en el que abordan la necesidad de abrir la puerta al sacerdocio femenino. Lo hacen a partir del testimonio de 21 mujeres que viven esta vocación, casadas o religiosas, y de 21 hombres -algunos teólogos, otros docentes universitarios, otros cristianos comprometidos- que apuestan por el ministerio ordenado de las mujeres. Agotada la primera edición del libro, que se presentó hace unos días en la sede de Cristianisme i Justícia de Barcelona, se empieza a publicar la segunda.
Mujeres sacerdotes, ¿cuándo?
Algún día esto caerá por su propio peso. Pero nosotras, que tenemos 72 y 80 años, no lo veremos. Las posturas actuales del magisterio están igual que con Juan Pablo II y Benedicto XVI y se repiten los mismos argumentos, argumentos sin validez teológica ni antropológica. Nuestro libro es una crítica sana a lo que consideramos injusto en nuestra Iglesia y nace del amor que le tenemos.
Las posturas actuales del magisterio están igual que con Juan Pablo II y Benedicto XVI
Adelaide Baracco ColomboTeóloga
¿Cuáles son esos argumentos que todavía se repiten?
El papa Francisco ha vuelto a hablar de dos principios conocidos: el petrino, que hace referencia a la ministerialidad-autoridad, y el mariano que se refiere a la mística del amor; estos dos principios, junto con otros, fueron formulados por el teólogo suizo Balthasar en el postconcilio en el contexto del diálogo ecuménico, pero Francisco los traslada de forma errónea a toda la cuestión mujer/hombre en el sacerdocio, es decir, hace de ellos, una “categorización sexuada”. Afirma que la cuestión es teológica. Otro argumento, tradicional, que Jesús no ordenó a mujeres. Pero es que Jesús no ordenó a nadie, ¡ni a hombres ni a mujeres! También se argumenta que las mujeres no fueron llamadas a ser apóstoles, que no participaron en la Última Cena, y también se invoca la “masculinidad de Cristo” cuando quien se encarnó como varón fue Jesús de Nazaret, porque Cristo, igual que Dios, no tiene sexo ni género. Son argumentos que tienen una interpretación teológica muy sesgada. Tras eso hay una cultura cristiana que durante siglos ha silenciado y empequeñecido a las mujeres. Esa visión antropológica de la mujer inferior al hombre y no digna de representar a Dios todavía existe en el imaginario masculino y machista de muchos santos varones de la iglesia.
¿Hay machismo en la Iglesia Católica?
Por supuesto. Aunque hoy el Papa dice que hay que “desmasculinizar la Iglesia”, eso no puede reducirse a poner a unas mujeres como florero en el Vaticano, ni siquiera que sea cardenal. Nosotras queremos que se afronte la cuestión de fondo, nuestra plena participación en la Iglesia, el sacerdocio es la piedra de toque, porque estamos hablando de representar a Cristo en la comunidad. La Iglesia, sobre todo la jerarquía, debe cambiar su visión antropológica de las mujeres y “escuchar los signos de los tiempos”, como dijo el Concilio Vaticano II. Durante siglos la mujer fue acusada, entre otras cosas, de ser la culpable del pecado original y esta herencia aún no se ha borrado del todo. Mientras la sociedad ha avanzado y sigue avanzando, en esta cuestión la Iglesia se ha quedado anclada en el siglo pasado.
La Iglesia, principalmente la jerarquía, debe cambiar la visión antropológica de la mujer y escuchar los signos de los tiempos
Adelaide Baracco ColomboTeóloga
Con el Papa actual parece que nunca se había estado tan cerca del sacerdocio femenino.
Era una gran esperanza, pero en la cuestión de la mujer no hemos avanzado (casi) nada. Es verdad que ha dotado de cargos a algunas mujeres, pero no dejan de ser cargos funcionariales, no de ministerio. Cuando tocas la cuestión del ministerio, que implica la dimensión de representación de Dios/Cristo, aquí se nos cierra la puerta. La creación de dos comisiones, en 2016 y en 2020, para debatir sobre la ordenación de las mujeres al diaconado en el cristianismo primitivo, no ha llegado a ninguna parte, porque no se quiere abrir ni esta puerta, cuando hay serios argumentos a favor de que sí hubo mujeres diaconisas.
¿Confía en que el Sínodo supondrá un cambio de rumbo en este sentido? Por primera vez se ha dado a las mujeres voz y voto…
Con cautela y precaución, diría que el cierre de esta primera sesión del Sínodo me parece bastante débil en cuanto a capacidad de ruptura. Además, las voces femeninas que se han oído en esta primera sesión están implícita o explícitamente contra la ordenación femenina al presbiterado. Ahora bien, lo que más nos preocupa a día de hoy es la carta que se ha hecho pública recientemente del cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de la Santa Sede, a los obispos alemanes refiriéndose a su camino sinodal. En esa carta se afirma rotundamente que no se tendrán en cuenta ni la cuestión de la ordenación de las mujeres ni la de la homosexualidad, dos de sus temas más importantes. Veremos hasta donde se llegará.
Esto ocurre en un contexto de falta de vocaciones, crisis en los seminarios, cada vez menos ordenaciones e iglesias que se cierran…
El teólogo José María Castillo, fallecido recientemente, en su aportación a nuestro libro incidió mucho en el derecho sagrado que tiene la comunidad cristiana de celebrar la eucaristía. Ante la falta de sacerdotes varones, con el hecho de insistir en la exclusión femenina, también se infringe el derecho de la comunidad cristiana a celebrar la eucaristía. Se antepone la exclusión de la mujer al derecho de la comunidad de celebrar el centro de la vida cristiana, y esto es muy grave. Además, el no querer escuchar la vocación femenina al ministerio presbiteral es un pecado contra el Espíritu Santo: nuestra vocación es un don, un carisma para la Iglesia, y lo vivimos con sufrimiento por no poder responder a algo que pertenece a nuestra intimidad más sagrada.
Por lo que explica, ¿veremos antes curas casados que mujeres en el sacerdocio?
Sí, tendremos antes curas casados que mujeres sacerdotes. El no permitir a los curas casarse es una norma antigua, del siglo IV, que la Iglesia Ortodoxa y otras Iglesias Hermanas cristianas, como la anglicana, no tienen. Suprimirla no supondría un gran cambio de fondo, mientras que la ordenación sacerdotal o diaconal de las mujeres, sí. Lo que no se acepta es que sea posible para una mujer representar lo sagrado, actuar en el nombre de Dios. Ésta es la resistencia de fondo.
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