Lc 2, 1-14
«Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».
Ella estaba encinta, anochecía y se acercaba su hora. Recorrían las posadas pidiendo alojamiento, pero no había sitio para ellos. María aguantaba como podía el dolor y la zozobra. José suplicaba impotente y desgarrado, consciente del sufrimiento de su esposa. Al fin, un posadero les ofreció la cuadra para que María pudiese dar a luz con alguna intimidad.
Tras el parto se acurrucaron en un rincón sonriendo al niño que acababa de nacer. Algún pastor de los alrededores oyó su llanto en aquel lugar insólito y se acercó. Vio a María y José sonrientes en su rincón, pero ateridos de frío y extenuados de cansancio. Fue en busca de sus compañeros y volvieron con mantas y algo de alimento que llevaban en sus zurrones. Hicieron fuego y todos pudieron participar de la paz infinita de aquel momento. El niño dormía plácidamente.
Pasó lentamente la noche y llegó el alba. Parecía que todo seguía igual, pero todo había cambiado, porque el mundo, que caminaba en tinieblas, se había visto envuelto en una gran claridad. Como dijo el ángel a los pastores: «En la ciudad de David, ha nacido un salvador: el Mesías, el Señor».
Que Jesús hubiese nacido así es una magnífica señal. Si hubiera nacido en el Templo de Jerusalén, hijo de reyes y rodeado de gente importante, todos podríamos decir: “más de lo mismo” ... Pero nace desapercibido para todos los poderes y anunciado a los marginales; y ésa es la mejor señal de que todo ha cambiado. Es la señal de que por fin Dios está con los que le necesitan, que Dios está para salvar, no para oprimir, que ningún poder opresor tiene nada que ver con Dios; que Dios no está con los poderosos para asegurar su poder, sino con las víctimas de su poder para liberarlos
Como decía Ruiz de Galarreta: «El signo de la Navidad es la luz en la noche vista solo por los más sencillos. La noche sigue siendo noche, sigue habiendo dolor, vejez y desgracia, nos siguen apeteciendo mil cosas que destrozan nuestra vida… Vivimos en la noche, pero en la noche hay luz para ver mejor y poder caminar por la vida sin tropiezo».
«Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» …
Para ver a Dios, mirad a ese niño.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí
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