El pueblo judío va depurando su fe a lo largo de la historia y plasma este proceso en las Escrituras. Va descubriendo la esencia de Dios muy por delante de sus vecinos, y llega a concebirlo como Aliado que les defiende de sus enemigos y les proporciona la Ley; o como Juez misericordioso lento a la cólera y rico en perdón; o incluso como Padre todopoderoso y eterno. Pero es Jesús quien da el salto definitivo: Dios no es un juez justo que nos juzga por nuestros pecados, sino la Madre que nos quiere incondicionalmente y nos ayuda a salir de la esclavitud del pecado.
Y ésa es la mejor noticia que el ser humano podía recibir; tanto, que cuando Jesús la descubre decide lanzarse a los caminos de Galilea para proclamarla a los cuatro vientos. Pronto le siguen los que tienen necesidad de ese Dios que predica, es decir, los que se sienten rechazados por el Dios de Israel a causa de sus pecados y sin expectativa de salvación. Y es que Jesús les abre de par en par la puerta a la esperanza, y ellos le siguen entusiasmados.
Los escribas y fariseos muestran desde el primer momento su rechazo frontal a Jesús. Si leemos los tres primeros capítulos de Marcos, vemos que el enfrentamiento con él se va agravando por momentos, y llega a un punto en que los fariseos se conciertan con los herodianos, sus enemigos acérrimos, para matarle.
Y este rechazo por parte de los letrados (muchos de secta farisea) es lo más lógico que podía ocurrir, pues eran ellos los que marcaban la teología y la espiritualidad del pueblo, y no podían permitir que sus creencias seculares se viesen suplantadas por las patrañas de aquel farsante que ni siquiera guardaba el Sábado. A lo largo de los siglos, la concepción de Yahvé como Juez que premia a los justos y castiga a los impíos había empapado por completo la conciencia de aquellos hombres, y era imposible que ahora admitiesen que Dios se comporta de la forma que afirmaba aquel carpintero.
Esta concepción tan distinta de Dios hace que los criterios de Jesús en relación a lo que se debe o no se debe hacer sean tan diferentes de los que ellos propugnan. Para escribas y fariseos lo primero es el cumplimiento de la Ley; para Jesús lo primero son las personas; por encima de la Ley. Para escribas y fariseos, la religión se expresa a través de los signos externos; para Jesús, la religión surge del interior y se manifiesta en las buenas obras…
Durante la etapa galilea, Jesús mantiene un enfrentamiento constante con escribas y fariseos, pero sin perder la esperanza de que el Reino acabe por imponerse a pesar de ellos (parábola del grano de mostaza). Pero cuando sube a Jerusalén y ve el rechazo frontal y amenazante de todos sus estamentos políticos y religiosos, radicaliza su postura, arremete contra ellos y firma su sentencia de muerte. El texto de hoy narra esta ruptura final. Ya no hay sitio para Jesús en Israel. Y lo matan.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí
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