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jueves, 2 de noviembre de 2023

COMO CRISTO SIGNO DE CONTRADICCIÓN


col velde

 

“Este es el secreto de la santidad. Si en el seno de la Iglesia vemos muchos pecadores, pero cuando estos pecadores acogemos esa palabra de perdón, de esperanza, de fe, nosotros comenzamos a convertirnos: y poco importa el pasado cuando la palabra de Dios ha comenzado a hacer nuevo a un hombre. Y de esto hay mucho en nuestra arquidiócesis, ¡Bendito sea Dios! Yo también puedo decir, como San Pablo, a muchos, no a todos, a muchos radioyentes: le doy gracias a Dios porque están recibiendo mi palabra como es de verdad, palabra de Dios. Porque muchos la reciben como palabra de hombre, como palabra de enemigo, como palabra de subversivo, como palabra de hombre que solamente quiere el mal. Ese es el triste destino del que predica la palabra de Dios: ser como Cristo signo de contradicción. Pero, bendito sea Dios, que eso mismo está diciendo que el vehículo, aunque sea tosco e inútil, es vehículo nada más. Lo que interesa es lo que va en el vehículo: la palabra de Dios, que es acogida en los corazones y convierte operante la santidad y la vida. Y por eso hay mucha santidad en nuestras comunidades. (…) Y desde la eucaristía de nuestro domingo, la palabra que se predica se convierte en una Iglesia de pecadores, también en una Iglesia de santidad. Así sea.” 

El título de su homilía es “La Iglesia santa, pero necesitada de purificación”. Después de haber ampliado bastante sobre “Los pecados de la Iglesia” a partir de Mt 23, Monseñor Romero concluye su homilía con la cita que es nuestra fuente de reflexión de hoy, bajo el subtítulo “¿dónde está la fuente de esta santidad?. Parte de la segunda lectura de la liturgia de hoy: 1 Tes 2,13. “Por nuestra parte, no cesamos de dar gracias a Dios porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes.”

Según Mons. Romero el secreto de la Santidad de las y los creyentes parte de la apertura para escuchar la Palabra de Dios en la palabra pronunciada por el predicador y luego, como paso siguiente el proceso de conversión constante. Para el arzobispo esto es un proceso permanente en la vida de cada creyente, de cada comunidad eclesial, de la Iglesia a todos sus niveles.

La experiencia nos ha enseñado que no siempre es tan sencillo escuchar “la Palabra de Dios” en la palabra pronunciada por la persona que preside la celebración, que pronuncia la homilía o que hace la reflexión. Ya en el Antiguo Testamento se denuncia a los profetas serviles a los reyes, tanto de Israel como en los pueblos vecinos. Jer 23,16: “No escuchen sus palabras de estos profetas, porque los engañan, contándoles las visiones de su propia imaginación y no lo que sale de la boca de Yavé.” A lo largo de la historia ha habido sacerdotes y profetas al servicio del poder colonial, del poder político militar. Quizás la figura más triste más conocida en la historia mundial actual es el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa justificando, bendiciendo la guerra contra Urania, aliado incondicional del presidente de Rusia. No faltan obispos justificando a Trump en los EEUU. En otras religiones vemos los mismos fenómenos, como por ejemplo la justificación religiosa (islámica) de la exclusión y humillación total de mujeres en Afganistán.

Por supuesto la misión de predicar en la eucaristía dominical no es nada sencilla y es una tremenda responsabilidad. No faltan predicadores que presentan un mensaje ahistórico, ya sea volviendo a contar el mismo Evangelio (¡anexando a veces detalles propios!), proclamando doctrinas teóricas, regañando desde su propio concepto moral,… Otros dedican tiempo a la oración y la reflexión (en una mano la Biblia y en la otra el periódico, o sea los acontecimientos) y parten de la vida real – con sus heridas y sus esperanzas – de la comunidad local y su entorno, y se abren a la luz y el fuego del Espíritu.

Para la comunidad reunida no es tan fácil discernir la Palabra de Dios en las palabras del predicador/a. Monseñor Romero ofrece un criterio muy importante. Si las personas que escuchan la homilía se sienten invitadas y convocadas a la conversión, si hacen pasos concretos para una vida que refleja más la vida de Jesús y los valores del Reino de Dios, seguramente la palabra del predicador ha sido “vehículo” de la Palabra de Dios. El arzobispo se refiere a “la palabra de Dios, que es acogida en los corazones y convierte operante la santidad y la vida”. El mismo, así como San Pablo, ha tenido la experiencia que su palabra humana ha traído la luz y el fuego del Espíritu de Jesús. Si es verdaderamente Palabra de Dios, el mensaje del predicar promueve ese proceso constante de toma de conciencia acerca de fallas y omisiones (pecado), de conversión y de testimonio de vida nueva, vida santa.

Al mismo tiempo Monseñor Romero comparte su experiencia que hay gente que escucha con malicia su palabra humana de predicador. “Porque muchos la reciben como palabra de hombre, como palabra de enemigo, como palabra de subversivo, como palabra de hombre que solamente quiere el mal.” Quienes han creado sus dioses del poder y de la riqueza no aguantan la palabra profética auténtica y la manipulan. Defendiendo sus propios intereses acusan al predicador cristiano de comunismo, terrorismo, subversión, peligro para la paz, basura que hay que arrancar. El arzobispo lo ha vivido en carne propia y por eso fue asesinado. En nuestros tiempos encontrarán otros conceptos para acusar a los que predican el Evangelio de Jesús para expulsarlos, encarcelarlos, amenazarlos,… Dice Mons. Romero: “Ese es el triste destino del que predica la palabra de Dios: ser como Cristo signo de contradicción.” En el mundo como funciona hoy y como está estructurado, la predicación del Evangelio siempre estará en conflicto con los poderes económicos, políticos y militares. En cada país se da ese fenómeno de manera particular, pero el predicador de la Palabra de Dios siempre será “signo de contradicción”. ¡Ay de los predicadores que cierran los ojos ante el sufrimiento de quienes tienen hambre, ante los migrantes para quienes no hay acogida, ante quienes son excluidos, …. mientras alaban a los que están en el poder! Predicación y vida cristiana que no son “signos de contracción” frente a los poderes, debe cuestionarse seriamente. Nuestro camino no será diferente del camino de Jesús de Nazaret. No tengamos miedo.

Reflexión para domingo 5 de noviembre de 2023. Para la reflexión de este día hemos tomado una cita de la homilía durante la eucaristía del 31 domingo ordinario, ciclo A, del 5 de noviembre de 1978. Homilías, Monseñor Oscar A Romero, Tomo III, Ciclo A, UCA editores, San Salvador, p 377.

 

Luis Van de Velde

Religión Digital

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