JMJ (2023) en Lisboa y “adolescencia prolongada” (2)
El consumo de tiempo libre en la “adolescencia prolongada”
La tabla 1 muestra, según el sociólogo Javier Elzo, cuáles son los intereses más aceptados por la juventud española.
El conjunto se puede resumir en dos palabras: pasarlo bien. Nuestros jóvenes quieren una familia que los acoja (evidentemente como a ellos y ellas les gusta, sin muchas exigencias) y el bienestar físico. Es decir, un horizonte vital dominado por el hedonismo desenfadado. Este medio ambiental en el que se desarrolla la vida de la gran mayoría de jóvenes, se concreta después en otras actitudes vitales, como el consumismo puro y duro, una sexualidad desinhibida, escasos compromisos y nada de pensar en ideales exigentes.
Y, para pasarlo bien, el tiempo libre de nuestros jóvenes oscila entre las 25 y las 40 horas semanales. Algo impensable en sus abuelos.
Lo que más preocupa a los adolescentes entre 15 y 17 años que viven con sus padres es comprarse una moto y a los más mayores, comprarse una casa para emanciparse. A parte de estas «preocupaciones», cómo llenar el abundante tiempo libre es la máxima ocupación. Pensar el presente más inmediato (por ejemplo, a qué van a dedicar el fin de semana) es la preocupación más acuciante para la mayoría, ya que el futuro no les quita el sueño.
Salir con amigos para beber y fumar
No queremos ser agoreros ni pesimistas. Y tampoco se puede generalizar. Pero según el Instituto de la Juventud, la principal actividad de nuestros jóvenes es salir con los amigos, seguido de practicar deporte e ir de copas, aunque la primera y tercera sean, en la práctica, la misma cosa. La edad en que toman la primera copa se sitúa en los 16,2 años. Casi todos (92,4% ) lo hacen los fines de semana y en bares y discotecas (96,7%).
La principal razón por la que se inician en el alcohol es «por integrarse en un grupo, por los amigos» (33,3%) y la segunda, «por probar» (24,4%). El consumo de alcohol ha ido creciendo significativamente entre nuestra juventud. El crecimiento más espectacular se da entre las chicas, ya que casi la mitad ya consume alcohol antes de los 20 años. La franja de edad con mayor consumo de alcohol se sitúa entre los 25 y los 29 años.
Ligado al consumo de alcohol está el de tabaco. También la iniciación al tabaco es muy temprana. Con datos de 2002, el 4% de los chicos y el 8% de las chicas empiezan a fumar a los 14 años. A los 16, lo hacen el 18% de los varones y el 28% de las mujeres. A diferencia del alcohol, las chicas se inician antes y con más intensidad en el tabaco. De todas maneras, las campañas contra el tabaquismo han conseguido éxitos parciales, ya que los porcentajes eran superiores en años anteriores. Los motivos para fumar son exactamente los mismos que el alcohol: integrarse en el grupo de amigos y probar una nueva experiencia.
Alcohol y tabaco suelen ser, muchas veces, antesala del consumo de drogas. En torno al 19% de los jóvenes entre 19 y 24 años son consumidores habituales de drogas, pero un 44% afirma probar drogas «alguna vez», según la encuesta de consumo de drogas año 2002 de la Fundación de Ayuda a la Drogadicción. La droga más consumida es el cannabis (el 90% de los consumidores habituales). El consumo de estupefacientes crece entre la juventud y se introduce en edades tempranas. Casi el 35% de los jóvenes entre los 15 y 19 años han probado alguna droga y en torno al 14% en esta franja de edad ya consumen con cierta regularidad.
La precocidad en el consumo de drogas es un dato muy alarmante. Según la Unidad de Adolescencia de la Clínica Dexeus de Barcelona, el número de menores de 16 años que pide ayuda para desintoxicarse en las unidades de atención al drogodependiente se ha doblado en tan sólo un año. Si en el 2002, del total de drogodependientes en tratamiento, un 1,9% eran adolescentes que no superaban los 16 años, en el año 2003 ese porcentaje se situaba en el 3,8%. Si el salir los fines de semana con el trío alcohol, drogas y tabaco como formas de llenar las horas es la principal actividad fuera del hogar de nuestros jóvenes, ¿cuáles son las que realizan dentro de casa? La mayor dedicación es consumir televisión, seguida de escuchar música y usar el ordenador.
Estas son las tres mayores ocupaciones en la franja 15-19 años. Entre los 20 y 24 años, la tercera ocupación pasa a ser la lectura, cuyo peso como actividad dentro del hogar aumenta con los años. El consumo de televisión está entre los más altos de Europa, así como la afición desmesurada por el teléfono móvil (nueve de cada diez jóvenes lo usan habitualmente). La media de horas semanales frente al ordenador es de nueve.
Sexualidad fuera de responsabilidad
Respecto a la sexualidad, que suele ser otra actividad de ocio, ya que la inmensa mayoría no la ligan a una relación estable basada en el amor y el compromiso mutuos, los datos son también significativos. La edad promedio de la primera experiencia sexual se sitúa en los 18 años para las chicas y los 17 para los chicos. En la franja 21-24 años, más del 90% de jóvenes afirma haber tenido relaciones sexuales completas.
Por último, un dato que llama la atención es el crecimiento de los delitos penales entre adolescentes y jóvenes. En 1998 se contabilizaron 3.514 delitos entre jóvenes (90% varones). Sólo cuatro años después esta cifra subía a 12.941; es decir, se ha cuadruplicado. La mayoría de los delitos son robos (casi la mitad), pero alarma el número de homicidios: en 1998 fueron ocho y en 2002, cuarenta y ocho. Este delito se ha multiplicado por seis en sólo cuatro años.
Valores y creencias de los jóvenes
El Papa insta a los jóvenes a que “hagan lío” para cambiar el mundo. Pero ¿cuáles son las concepciones del mundo, las interacciones con la realidad, los sistemas de valores y las creencias (religiosas o no) de los que se viven en la llamada “adolescencia prolongada”? Las actitudes vitales (individuales y de grupo) antes descritas conectan con un universo de preferencias intelectuales, códigos de conducta y criterios morales muy determinado que no puede sorprender, vistos los datos anteriores.
La mayoría de jóvenes (algo más de la mitad) encuentran en la familia el primer ámbito de socialización y adquisición de ideas, valores y creencias. El segundo ámbito de socialización es el grupo de amigos, a poca distancia de la familia.
Los centros de enseñanza sólo son lugar de adquisición de ideas y creencias para el 18% de los jóvenes y las iglesias ocupan el último lugar (sólo para el 2,7%). Aunque la familia pierde importancia en cuanto a lugar de transmisión de ideas, sigue siendo un lugar privilegiado. Si el grupo de amigos y el centro de enseñanza ofrecen un universo mental coherente con la familia, los chicos y chicas pueden recibir una visión del mundo estable y sin contradicciones.
La importancia del colegio (a pesar de que no ocupa un lugar destacado) cobra su significado si entendemos que es allí donde los adolescentes traban sus amistades.
La actitud de los jóvenes frente a algunos temas
La tabla 2 muestra algunas de las ideas más extendidas entre la juventud española y que diseñan un espectro ideológico que se podría calificar de «progre», pues la mayoría de posicionamientos que defiende la progresía intelectual se reflejan en estas preferencias.
La mayoría está a favor de las uniones homosexuales, la transexualidad (en consonancia con su actitud totalmente permisiva con el sexo), el aborto libre y voluntario, la eutanasia y tener hijos sin casarse previamente. Aunque en este panorama sorprende que la mayoría esté a favor de la enseñanza religiosa en las escuelas y en contra del consumo de drogas. Todo un conjunto ideológico marcado por las preferencias hedonistas propias de las conductas mayoritarias y por el relativismo moral imperante en la sociedad occidental.
Las modas intelectuales, asumidas acríticamente y con contradicciones, configuran también un modelo de compromiso político especial, alejado de los programas y debates políticos más convencionales. La mayoría muestran simpatía por movimientos ecologistas, de defensa de derechos humanos, pacifistas, feministas y de protección a los animales (más de 6 puntos en una escala de 0 a 10), mientras que poca simpatía para los partidos políticos (3,51 puntos), – por cierto, menos valorados que las organizaciones religiosas (3,65 puntos).
En cambio, este panorama hay que matizarlo cuando se pasa al compromiso activo. La gran mayoría de jóvenes (más del 80%) no militan activamente en organizaciones que defiendan algunos de las ideas en las que dicen creer.
Sólo un 12,6% dice formar parte de alguna asociación deportiva. Y, sorprendentemente, el segundo lugar entre el asociacionismo lo ocupan las asociaciones religiosas: un 3,3 participan activamente en alguna y casi un 4% lo han hecho alguna vez en su vida. En cambio, militan en organizaciones pacifistas un 0,4%, en movimientos antiglobalización un 0,5 y en ecologistas un 1%. No parece que el compromiso activo sea una característica de la juventud y, en todo caso, parece que el único compromiso aceptado sea el religioso, aunque muy minoritario.
En cuanto a instituciones o actividades sociales, la inmensa mayoría (78%) considera la familia como la institución más importante (otra cosa es la definición de familia, que pasa por una reformulación bastante amplia). La salud y la amistad son otros de los elementos más valorados, mientras que la religión sólo es muy importante para el 8% y bastante importante para el 21%. La política convencional está a la cola de interés: el 4% la considera muy importante y el 18% bastante. En contraste con el escaso interés por la religión, destaca la preocupación por el «bienestar espiritual», muy importante para el 24% y bastante para el 47%.
La tabla 3 muestra las creencias religiosas de los jóvenes españoles respecto al catolicismo. Aunque la mayoría se declaran católicos (más del 60%), los practicantes son minoría, aunque más comprometida y libre que hace años. La edad con mayor nivel de práctica se sitúa entre los 13-14 años (37%), bajando al 15% entre los 15-17 años y al 11% entre los 18 años, coincidiendo con la crisis de la adolescencia. A partir de los 21 años se observa una pequeña recuperación en la conciencia religiosa católica de los jóvenes.
En el universo religioso de los jóvenes predomina —quizás por la formación católica recibida en la enseñanza primaria y media— una religiosidad de fondo: una gran mayoría (64%) cree en Dios y más de la mitad (55%) en Jesucristo. Algunos de los principios básicos del cristianismo siguen suscitando una cierta adhesión entre la juventud: el 45% cree en el alma, el 42% en la Virgen María, el 36% en el cielo, el 26% en los milagros y el 29% en la Iglesia católica. Pero respecto a la Iglesia, la actitud de los jóvenes es más bien crítica: sólo el 11% considera que ha de ser fiel a su doctrina (cifra que coincide con la de católicos practicantes), mientras que el 64% piensa que ha de adaptarse a los tiempos modernos (se supone que al código de conducta vivido por los jóvenes). Incluso casi el 10% opina que ha de desaparecer, lo que muestra un anticlericalismo radical en un sector —de momento minoritario— de nuestra juventud.
Pero, aunque la confianza en la Iglesia y en sus dogmas es baja y la gran mayoría de jóvenes se alejan de la doctrina cristiana, surgen opciones alternativas religiosas entre la juventud. La tabla 4 es significativa. Aunque los jóvenes no son muy dados a creer en la Iglesia y sus dogmas, son capaces de aceptar cualquier otra creencia. Nada menos que el 30% cree en los espíritus, el 21% en curanderos y el 14% en los horóscopos.
Todo ello dibuja un panorama preocupante: el alejamiento de la Iglesia se desliza hacia formas de religiosidad intelectualmente poco sólidas, pero que no comprometen la conducta moral, son compatibles con sus actitudes vitales y llenan esa de ansia de «bienestar espiritual» que dicen buscar.
El escaso valor que nuestra juventud da a la religión y en concreto, al catolicismo, contrasta con el peso importante que tiene la enseñanza religiosa entre los niños y adolescentes.
Según datos de la Conferencia Episcopal, durante el curso 2004-2005, el 79,3% de los alumnos de enseñanzas no universitarias cursaban la asignatura de Religión católica. Además, uno de cada cuatro alumnos de enseñanzas no universitarias lo hace en un centro católico y más de cien mil lo hacen en universidades católicas o de inspiración cristiana.
La pregunta que pueden hacerse los responsables de la educación cristiana de nuestra juventud es cómo es posible que disponiendo de tan amplios medios (en gran medida sufragados por el Estado, que paga los sueldos del profesorado de Religión y los conciertos educativos) no haya calado más profundamente en estos jóvenes un sentido cristiano de la vida y del mundo. En cierta medida cabría hablar de un fracaso del papel de los centros católicos en la transmisión de unos valores más acordes con el cristianismo.
Leandro Sequeiros San Román
Portal Krisis (batalloso.com) 18/08/2023