La primera lectura del domingo primero de la llamada cuaresma (Gn 2: 7-9 y 3: 1-7) forma parte del Génesis, libro integrante del Pentateuco, que es un conjunto de textos redactados en el siglo VII aC, en Jerusalén, por un grupo de intelectuales convocados por el rey Josías.
Pero el grupo redactor, si bien redactó este libro, no lo redactó todo, sino que, para los primeros capítulos, usó unos textos preexistentes, posiblemente bastante antiguos.
Sobre el comienzo del mundo y de la humanidad existieron varias narraciones, muchos pueblos tenían la suya, y entre ellas había muchas similitudes y diferencias.
Así, las narraciones que nuestros redactores situaron al comienzo del Génesis ni eran originales, ni netamente israelitas ni, por lo tanto, netamente bíblicas. No eran, de ninguna forma, idóneas para encabezar la Biblia israelita y, después, cristiana.
Esta mala elección que tomaron los redactores bíblicos fue, en mi opinión, muy errada y, sobre todo, ha sido muy y muy perjudicial para el devenir de la religión y de las personas israelitas y cristianas.
Veamos una serie de valores, en realidad antivalores, que nos ofrece el mal texto leído:
1) Dios crea un hombre; la mujer queda para más tarde. Esto origina, indebidamente, unas maneras de valorar y de actuar socialmente muy injustas, que todavía duran.
2) Este supuesto Dios no expresa a los nuevos creados unas normas claras y justas de comportamiento, sino que su concepto del bien y del mal, que las nuevas creaturas tendrían que observar, se centra tan solo en el hecho de comer o no comer las frutas de un árbol determinado.
3) Tanto las palabras del supuesto Creador, como las de la serpiente, dan a entender que, quizás, la prohibición de comer las frutas del árbol “del conocimiento del bien y del mal” tenía el objetivo de evitar que las personas supieran y pensaran más por su cuenta. Es bien verdad que, a lo largo de los tiempos, se ha procurado a menudo que las personas no supieran, sino que creyeran.
4) Se presenta a la mujer como la principal inductora del “pecado”. Es decir: primero marginada y, después, encima, considerada culpable.
5) Finalmente, y para redondearlo, el mal texto condena el hecho de ir desnudos, como si fuera una cosa mala. Y, cual más inri, con la ridiculez de decirlo a un hombre y una mujer que formaban pareja y, además, estaban bien solos.
Pero es que, desgraciadamente, estos antivalores:
-marginación de la mujer
-relativización de los deberes y de las culpas (¡cuántas veces se han valorado los “pecados” según la categoría de quien los cometía!!)
-no facilitar el conocimiento crítico, sino querer tener “creyentes dóciles”
-la monomanía contra la libre expresión del cuerpo
no tienen nada, ni de bíblicos ni de cristianos ni de divinos, pero sí que han sido a menudo normas de conducta muy rígidas y constantes de la Iglesia.
Y ¿por qué este texto tan malo todavía se nos continúa proponiendo como la lectura de una misa? ¿En qué manos está la programación de las lecturas dominicales?
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