No tenía intención de volver sobre este tema, pero en una reciente reunión de Joseba Segura con las unidades pastorales de una vicaría de Bizkaia (curas, diáconos y laicado), el obispo comenzó remarcando la centralidad de la Eucaristía en la vida cristiana. Fue una reflexión sin margen para la interpretación que me hizo repensar la importancia que tiene la expresión de la fe en comunidad, y más concretamente en nuestra actitud en la liturgia eucarística.
La asistencia a los templos para “celebrar” la Eucaristía desciende vertiginosamente; no es primordial para el cristiano de a pie. Y seguramente haya muchas causas en el origen de esta realidad menguante que se refuerza cada año. Quizá la reforma del Concilio Vaticano II no logró eliminar el carácter cerebral y poco popular de la misa, con el exceso funcional del celebrante desde el Concilio de Trento. Lo digo porque, ya en 1963, se hablaba de una “crisis de culto” detrás de la cual se esconde una crisis de fe (Xabier Basurko).
De ahí surgió un movimiento pendular que buscaba una mejor participación de la vivencia cristiana, a través de una liturgia más celebrativa y alegre. Pero las formas no pueden suplantar el fondo que continúa con la excesiva verbalización del celebrante y la actitud de anonimato en los fieles. La Eucaristía debe ser otra cosa: sentirnos comunidad agradecida, mirarnos a los ojos, saludarnos y compartir… no es estar al lado de alguien extraño cumpliendo una norma. La sacralidad de la Eucaristía no viene por los capisayos, rituales y formalismos, que pueden ayudar a darle solemnidad, sino por la actitud de quienes celebran la actualización de la Cena de Jueves Santo y su fundamento del amor fraterno.
El Papa resalta la importancia de la dimensión comunitaria: “La misa no se puede escuchar sin más, como si nosotros fuéramos solo espectadores sin involucrarnos. La Misa siempre es celebrada, y no solo por el sacerdote que la preside, sino por todos los cristianos que la viven”. En suma, sentirnos verdadera comunidad.
Buena parte del laicado se ha acostumbrado a la inercia y se resiste a algo tan ilustrativo como acercarse a los primeros bancos para estar cerca todos unos de otros y del celebrante, en torno a la Mesa del Señor. No hay manera de lograr que todos los asistentes a una Eucaristía se junten… No se trata de borrar los momentos de silencio e introspección, pero dentro del contexto de una celebración, fraterna y comunitaria que haga viva nuestra fe.
Dicho lo anterior, claro que existen comunidades celebrativas que expresan lo genuino del Evangelio, pero no es menos cierta la desertización espiritual continuada en nuestra sociedad, hasta el punto de peligrar la presencia cristiana en algunas zonas cercanas, como apuntó el obispo de Bilbao en esa reunión de vicaría. El problema ya no es solo la carestía de curas, sino de laicos y laicas… ¿Qué nos está alejando de una vivencia más auténtica y comunitaria? ¿De verdad que no es posible vivir una Eucaristía mejor? ¿Es más fuerte la pasividad que la autocrítica?
Estamos lejos de propiciar experiencias como la que tuvo Tertuliano, aquél cartaginés que en su proceso de conversión observaba la actitud de las comunidades cristianas y le hizo exclamar la frase que se ha hecho tan popular: “Mirad como se aman”, sin que seamos capaces siquiera de juntarnos físicamente cuando hay bancos vacíos en el templo, ni acercarnos alrededor del altar cuando somos pocos...
No interesamos porque no hacemos atractiva la Buena Noticia, especialmente entre los jóvenes, otra de las preocupaciones que expresó Joseba Segura. Para casi el 75% de los jóvenes de nuestras diócesis, la religión es nada o poco importante. Y únicamente el 3,9% de este colectivo cree que en las iglesias se dicen cosas importantes. Sólo el 10% de los participantes en la experiencia sinodal que promueve Francisco son jóvenes. Ellos “creen más en Tik Tok que en los curas”… Estos y otros datos aparecen en una encuesta que recoge Religión digital e indican que si seguimos haciendo lo mismo, los resultados no cambiarán (una idea de Albert Einstein).
POSDATA – Hablando del obispo de Bilbao, también es noticia por convocar un acto oracional celebrado este viernes en la catedral ante víctimas y fieles con el propósito de pedir perdón y buscar la reparación de las víctimas. Una emotiva ceremonia de reconocimiento, pionera en el Estado, de que “ha habido abusadores” que han utilizado “su posición”. “Han sido de los nuestros y así lo reconocemos”, recalcó. Que cunda el ejemplo, ya que este escándalo -abusos y encubrimientos- ha alejado a muchos de la celebración eucarística.
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