Cuando decimos que nos “cuesta” significa que hay que ganarlo, no se da gratuitamente. A diferencia de los varones, las mujeres tenemos que buscar el modo de obtener presencia.
Es difícil tener voz en la construcción de pensamiento. Hay que intentar alzar voces sabiendo que hay dos posibilidades: ser o no ser escuchada, aun cuando nuestra educación y nuestra experiencia avalasen el pensamiento que queremos dar a luz.
Esto sucede también en el ámbito cotidiano de la vida familiar, muchas veces somos miradas desde la sospecha y es necesario demostrar en qué nos basamos para expresar nuestras opiniones. Aunque en familia se sostiene la acción amorosa hacia las mujeres, no es así con el valor de los razonamientos.
En el ámbito doméstico no es fácil desplegarse libremente, quizá sí lo hacemos en los espacios específicos donde nos movemos siendo valoradas sin distinción de género.
¿Qué sucede en el ámbito eclesial?
Es más difícil aún romper esta estructura que reproduce el ámbito “familiar”. No somos libre de desplegar nuestro potencial, nos cuesta desenrollar la esencia que nos define, ocupar los espacios, traspasar los márgenes para mostrar el mundo que soñamos. No es cuestión de imponer sino de ser recibida y de reconocer que las mujeres aportamos desde una experiencia de vida particular.
Tomando muchos de los escritos que nos dejó la tradición bíblica podemos reconocer fácilmente que Jesús vio esta desigualdad y quiso poner en el centro de su prédica y de sus acciones la equidad.
Esa igualdad que genera cambios, es la urdimbre para una Iglesia sinodal. ¿Vendrán tiempos cercanos en que podamos caminar en la igualdad? No sabemos… pero al menos hoy y aunque sea solo por hoy... podemos instalar el tema de las mujeres aportando desde su esencia, y con todo respeto… traspasando los márgenes.
Cristina Monsegur, Comunidad de Lourdes de Beccar
ECLESALIA
No hay comentarios:
Publicar un comentario