fe adulta
Iniciamos de nuevo un tiempo anterior a la navidad. Algo, alguien va a venir, va a llegar; en estas semanas: Va a llegarnos la luz. Nuestro corazón se dispone a esperar. ¿Sabemos esperar en este siglo XXI, donde todo se realiza a la velocidad de los whatsapp? Y por tanto con la ligereza y poco profundidad de lo inmediato.
La tradición del adviento y la navidad, surge -como el cristianismo- en Europa… Los meses de Noviembre y Diciembre son de frío, de largas horas de oscuridad. En el solsticio de invierno se vive el día con más horas de oscuridad, de todo el año; los antiguos habitantes del Mediterráneo, celebraban en las inmediaciones de este solsticio, la fiesta del sol, la fiesta de la luz. Los cristianos celebramos en esa fecha nuestra Navidad, el nacimiento del Dios encarnado en el hombre concreto: Jesús de Nazaret, que nace del vientre de una mujer: María de Nazaret.
Para esta celebración nos preparamos en nuestro interior en el tiempo de Adviento, tiempo de espera, expectación… ¿Qué esperamos nosotros? ¿Qué puede traer a nuestras vidas, ese personaje, Jesús de Nazaret, si lo acogemos en ellas y en nuestro corazón? El místico Angelus Silesius nos dice:
Si Cristo naciera mil veces en Belén y no en ti, quedaría perdido para siempre.
Es importante aprender a esperar. La espera puede ser impaciente como la de las colas burocráticas de estos tiempos; puede cargarse de ira ante funcionarios y empleados ineficientes o puede cargarse de sentido, preñarse de vida… si la sabemos vivir de manera distinta.
¿Qué esperamos los y las creyentes en estos días? La teóloga Megan McKenna nos dice: “Dios bajó. Este es el núcleo de los tiempos de Adviento, Navidad y Epifanía. Dios prefiere vivir con nosotros a pesar de nuestra ira, nuestra violencia y nuestra falta de amor mutuo. Encontramos a Dios aquí en la tierra”. El evangelio de Juan lo expresa con estas bellas palabras: El verbo puso su tienda (acampó) entre nosotros. Vivir en la espera de esta realidad es hacer presente nuestra necesidad permanente de luz.
Invito a vivir este ambiente en la conciencia de las luces que necesitamos como personas, como grupos o círculos, como comunidades amplias, como sociedad. Una actitud de espera activa, es una actitud transformadora que trabaja y lucha por aquello que espera…
Esperamos desde una oscuridad grande. Un mundo lleno de injusticias que no respeta la vida humana, que no respeta la naturaleza, que ha expulsado el amor de sus corredores de vida. Una sociedad que cada día que pasa pierde más su calidad humana. Esperamos desde situaciones personales, comunitarias y colectivas difíciles… Acompañamos en esta espera a María, obligada a migrar primero en embarazo y después con su hijo pequeño en huida del poder asesino; acompañamos su ilusionada espera: María se ve a sí misma no tanto como madre de Jesús, sino como miembro de su pueblo. Se alinea junto al pueblo fiel, junto al “resto” formado por los que esperan, los que obedecen y aguardan que la gloria de Dios se manifieste. (Cita de: Megan McKenna, María sombra de gracia).
Estamos necesitados y necesitadas de luz… Soñemos y forjemos un mundo en el que:
La vida humana recobre su valor y su sentido
El amor, el respeto y la solidaridad encuentren su camino
Cesen las violencias y el odio
Cesen las guerras y las agresiones
Las mujeres, los niños y los más vulnerables tengan plenitud de derechos y reciban protección permanente
No haya violaciones ni atropellos de género
Hallemos el sendero para reconciliarnos
Haya justicia y paz
Haya amor, acogida y respeto a toda diferencia
Haya salud humana para todos y todas
Un mundo en que la tierra y el hombre cohabiten en armonía, sin destrucciones ni atropellos mutuos.
La Navidad nos puede traer esto y mucho más, porque nos trae la luz y la fuerza de vida. Jesús nacido en nuestros corazones, nos hace portadores de amor, de vida, de justicia, de paz. Vivamos este tiempo, preñados y preñadas de esperanza. Un adviento vivido de cara hacia esa LUZ que nos llega, se convertirá siempre en una Navidad cargada de sentido espiritual.
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