M. María de Alacoque (1690)
Eduviges (1234)
Jesús propuso esta parábola para invitar a sus discípulos a no desanimarse en su intento de implantar el reinado de Dios en el mundo. Para implantarlo, además de trabajar duro, deberán ser constantes en la oración, como la viuda lo fue en pedir justicia hasta ser escuchada por aquél juez que hacía oídos sordos a su súplica. Su constancia, rayana en la pesadez, llevó al juez a hacer justicia a la viuda, liberándose de este modo de ser importunado por ella.
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