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miércoles, 31 de agosto de 2022

A DIOS NO SE LE PREGUNTA '¿POR QUÉ?'


col alberto reyes

 religión digital

Creo, firmemente, que Dios nos ama y sabe lo que hace, y que nunca permitiría que a sus hijos llegara un sufrimiento inútil, porque nadie mínimamente bueno haría sufrir a otro ser humano por gusto.

Sin embargo, constato que Dios permite que lleguen a nuestra vida sufrimientos profundos, que no siempre podemos evitar. Alzar el puño y decirle a Dios: “¿por qué?”, sería admitir que no me ama, que se ha olvidado de mí, que me está castigando, o maldiciendo. Pero como esto es impensable en Dios, entonces sólo me queda admitir que, cuando Dios permite un sufrimiento, lo hace porque quiere darme algo, quiere que entienda algo, quiere que crezca, que me renueve, que sea mejor persona, que mi vida sea diferente… y bajo esta perspectiva, sólo me queda preguntarle a Dios: “¿para qué?”.

¿Para qué permites que llegue a mi vida algo que no he pedido, que no me gusta, que no quiero…? ¿Para qué ha permitido Dios que llegara el comunismo a la más próspera de las islas del Caribe? ¿Para qué ha permitido Dios no sólo que perdiéramos la libertad sino que esta dictadura durara más de 63 años, arrasando con los sueños de varias generaciones? ¿Para qué ha permitido que tantas personas valiosas huyeran y abandonaran su tierra, muriendo incluso en el intento? ¿Para qué ha permitido Dios que nuestra vida cotidiana se haya convertido en un calvario de precariedad, de angustia existencial, de necesidad agobiante? ¿Para qué permite Dios que cada vez que mi pueblo alza la voz diciendo: “¡Basta!”, la respuesta sea una represión tan brutal y sádicamente sistemática que nos sumerge en la (falsa) sensación de que esta opresión es inamovible?

¿No será que todavía no hemos entendido lo que Dios quiere decirnos, o darnos? ¿Será que Dios quiere que comprendamos que haberle dado la espalda y haber cambiado el cuadro del Sagrado Corazón por el de los líderes de la hoz y el martillo fue el peor error de nuestra historia? ¿Será que no hemos entendido que “no hay patria sin virtud ni virtud con impiedad”; que la libertad no se mendiga sino que se conquista; que a los que nos gobiernan no les importa nuestra vida, ni nuestros sueños, ni nuestro presente, ni nuestro futuro; que a los que nos han gobernado y nos gobiernan no les importa que mueran nuestros hijos, sea en Angola o en Matanzas; que las repetidas llamadas a “resistir y vencer”, “hacer más con menos” o convertirnos y reconvertirnos en un “pueblo aguerrido” no son sino placebos para enardecernos con un futuro luminoso y hacernos olvidar la esclavitud del presente; que cuando se nos insiste en ejercer el derecho al voto todo está, en realidad, ya decidido; que llevamos años echándole la culpa a un enemigo externo cuando, en realidad, el enemigo está en casa?

¿Será que no hemos entendido que callarse para no buscarse problemas lo único que hace es normalizar y perpetuar nuestra miseria; que no manifestarse públicamente es seguir esperando a que un día “pase algo”, o a que alguien “haga algo” cuando la solución está en nuestras manos; que cuando nos ponemos dignos y luego de golpearnos nos dan pollo y champú, nos están tratando como a mascotas a las que hay que calmar para que estén tranquilas y obedezcan; que cuando nos reprimen no está sucediendo algo extra-ordinario sino que, sencillamente, es lo esperable, y que no puede ser diferente, porque una vez que se ha usurpado el lugar de Dios, el resto de los mortales es prescindible y despreciable? ¿Será que todavía no hemos entendido?

Igual me equivoco, igual son elucubraciones peregrinas mías, pero es que no puedo evitar que las ideas se agolpen en mi mente, y me persigan con saña cuando de repente me da por eso de estar pensando.

 

Por P. Alberto Reyes, arquidiócesis de Camagüey*

Religión Digital

*Texto tomado del perfil de Facebook del autor

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