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El escritor francés, enamorado de la Provenza, Jean Giono, dejó impresas en su novela 'L'Homme qui plantait des arbres' (1954) unas bellas palabras que me sirven para loar la figura de un ser humano excepcional.
“Si uno quiere descubrir cualidades realmente excepcionales en el carácter de un ser humano, debe tener el tiempo o la oportunidad de observar su comportamiento durante varios años. Si este comportamiento no es egoísta, si está presidido por una generosidad sin límites, si es tan obvio que no hay afán de recompensa, y además ha dejado una huella visible en la tierra, entonces no cabe equivocación posible.”
Emiliano en su huerto y en su jardín natural, siempre activo, agricultor inquieto, con una cabra que a sus más cercanos nos presentó mediante un vídeo gracioso de WhatsApp, era un ser excepcional.
Socialista en ideas, capaz de rebelarse contra todo tipo de injusticias, sobrado en empatía y en latidos de corazón, con el alma en guardia, escoltado por una pancarta que reivindicaba con letras impresas los derechos de las víctimas y supervivientes de pederastia eclesiástica y que sacaba a pasear siempre que la ocasión lo requería, recibiendo a cambio indolentes e insolentes insultos y descalificaciones procedentes de esos ignorantes osados que defienden lo que no saben, qué pretenden tener una razón falsa, una mentira que ellos y ellas pretenden transformar en monopolio de la verdad mediante una alquimia aberrante y patética, untada de cobardía y de una presunta defensa de la cruz que no es en realidad sino una flagrante demostración de ceguera religiosa cargada de ortodoxia, crucifijo de cristal.
Emiliano era un tipo excepcional y lo sigue siendo porque su memoria y su recuerdo imborrable para todas y todos los que compartimos con él franja de trinchera, permanece. Emiliano no es pasado, es presente y futuro de nuestro colectivo de víctimas de pederastia y de nuestra asociación. Su deceso no significa un adiós, una despedida, supone un afán por reivindicar su ejemplo optimista, vital y marcado por una empatía innegociable.
El gran Cicerón en sus Filípicas nos dijo aquello de “La vida de los muertos está en la memoria de los vivos”. En mi memoria quedan algunas personas, desde luego la familia, pero fuera de esta siempre habrá un espacio para personas como Emiliano, un ser de luz, que como decía otra víctima, Javier, horas después de enterarnos de su fallecimiento a pesar de todos los golpes y abusos recibidos cuando no levantaba tres palmos del suelo, supo enderezar su vida cargado de bondad, honestidad y mucho sentido del humor. Ese es Emiliano, sigue siendo Emiliano, porque nosotras y nosotros, su otra familia, siempre le rendiremos el homenaje del guerrero y la memoria merecida.
Haber conocido al hombre de la pancarta reivindicativa ha sido un lujo, una experiencia personal llena de dogma y aprendizaje, de esperanza en que la injusticia quede vencida para convertirse mediante el esfuerzo y la verdad en justicia, reparación y acompañamiento.
Emiliano es, sigue siendo víctima y superviviente de un cura pederasta. Porque en el frente contra la banalización, la negación y la minimización de los abusos sexuales a menores en el ámbito eclesiástico Emiliano ocupa un lugar preferente, eterno y desde luego sin fecha de caducidad. Porque ya lo dijo Isabel Allende “La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo.”
Y eso es justo lo que harán todas las víctimas con Emiliano, honrarle y recordarle.
Gracias amigo y compañero por tu ayuda, tu lucha individual y grupal y por ser todos estos años un motor en la lucha por la justicia y en defensa de todos nosotros y nosotras. Te queremos y siempre te vamos a recordar. Emiliano que la tierra te sea leve.
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