FE ADULTA
Estamos en los prolegómenos de la vida pública de Jesús; cuando probablemente todavía está decidiendo su destino. Ha dejado oficio y familia, ha salido de Nazaret para ir al encuentro del Bautista y ha sido bautizado por él. Es razonable pensar que en ese entorno ha terminado de asentar su intuición de Abbá y del Reino, y que a la sazón se encuentra en el trance de decidir si vuelve a Nazaret o se lanza a la incierta vida de predicador ambulante.
Dentro de ese contexto, en este episodio hay dos temas importantes a resaltar: que Jesús responde a la llamada abrazando sin reservas la misión, y que está sometido a tentación como cualquiera de nosotros. Los especialistas nos dicen que lo demás es solo el envoltorio del mensaje, pero a pesar de ello, la curiosidad nos acucia y nos lleva a plantear preguntas que no son importantes y que no sabemos responder. Por ejemplo: ¿Qué es lo que mueve a Jesús a abandonarlo todo para acudir al Jordán en busca del Bautista?... ¿O, cuáles pueden haber sido esas tentaciones que Lucas escenifica de manera tan brillante?…
Tenemos tendencia a creer que Jesús adquiere plena conciencia mesiánica en el momento del bautismo y que ya no duda hasta llegar a la cruz, pero esta creencia choca con otra creencia básica para el cristiano; su inequívoca humanidad. La duda es consustancial con la condición humana, y es difícil imaginar a Jesús libre de dudas toda la vida y hasta el final. Hay dos buenos argumentos en favor de esta teoría, y son la angustia de Getsemaní y la agonía de la cruz, «Dios mío, Dios mío, ¡por qué me has abandonado!»
Cabe pensar que son las dudas las que lo llevan al desierto antes de abrazar definitivamente la misión, y que también son las dudas las que traen aparejadas las tentaciones. Lucas nos habla de tres tentaciones concretas, y, dentro del simbolismo con que plantea el texto, algunos entendidos han tratado de intuir la naturaleza real de estas tentaciones a las que él se refiere.
Dicen que su actitud destemplada con los familiares que van a buscarle para llevarlo a casa, o la respuesta desmedida a Pedro en Cesárea, «¡Apártate de mí Satanás!», parecen la reacción típica de quien ve removida su conciencia con una tentación recurrente, y apuntan a que esa tentación fue siempre volver a la cómoda existencia que había dejado en Nazaret (en Lucas, la piedra convertida en pan).
También dicen que su reacción cuando quieren hacerlo rey —despachando a sus discípulos que azuzaban a la multitud y huyendo a la soledad a orar—, parece responder a la tentación de afrontar la misión desde la tradición de Israel, es decir, dejándose encumbrar a la posición de mesías davídico que el pueblo espera (Lucas la simboliza en los reinos de la tierra), e instaurar el reino de Dios desde el poder.
La tercera (el pináculo del templo), bien podría referirse a la tentación de pedir a Dios una señal que afianzase su decisión antes de seguir adelante…
Todo ello sin duda muy sugestivo… pero secundario para nuestra fe.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí
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