J. I. González Faus, teólogo
“Consolad, consolad a mi Ucrania”, dice el Señor; hablad al corazón de Kiev y decidle: todo poder humano es puro barro. Pero un día se revelará la gloria del Señor y la verán todos los hombres (cf. Isaías 40).
¡Ay de aquel por cuya culpa muera un solo niño bombardeado! Más le valdría que lo arrojaran al mar con una piedra en el cuello… (cf. Lucas 17).
Protestemos contra la guerra: pero no por las repercusiones económicas que tendrán en nosotros las sanciones impuestas a Rusia (como ya sucedió en 2014), sino por el dolor de tantos muertos, heridos y refugiados, por solidaridad con la tragedia de tantas mujeres viudas e hijos huérfanos: “como el pastor que toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres” (Isaías capítulo citado).
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