Redes Cristianas
Por problemas estructurales también de fondo, Juan XXIII puso en marcha el Concilio Vaticano II, pero Francisco ha preferido echar mano del modelo sinodal tradicional -el que se vivió al comienzo de la Iglesia- tan diferente del modelo sinodal exclusivo de obispos y cardenales, para adecuarlo a este tiempo tan heterodoxo también en la Iglesia católica. Es una iniciativa muy ignaciana por su audacia que tiene riesgos evidentes, pero que pretende abrir puertas intocables que necesitamos traspasar para volver, de verdad, a vivir el Evangelio de verdad. Las tres puertas a las que el Papa se refiere que hay que traspasar, son la comunión (encuentro verdadero), la participación (consensuada y a la escucha) y la misión (evangelizar mejor mediante el discernimiento).
No se trata de crear otra Iglesia, nos dice Francisco, sino de trabajar mejor para mejorarla, eso sí, de manera radical actualizando con la actitud adecuada el Mensaje de Jesús. O en otras palabras, pasar de una pastoral de los hechos a otra centrada en las actitudes y con el amor por bandera, con todo lo que esto supone. Por ejemplo, vivir en las estructuras eclesiales como un medio para la misión, y no supeditar la misión a las estructuras, porque absolutizar la estructura eclesial es una idolatría.
Es una revolución lo que plantea Francisco en el sentido transformador de la palabra, y que nos llevará a un escenario diferente a medio y largo plazo. Seamos conscientes de que estamos solo ante el pistoletazo de salida que lleva aparejada varias dificultades y resistencias a las que el Papa no es ajeno, lo cual es todavía más de admirar su sentido profético sabiendo que, muy posiblemente, él no verá los frutos del Espíritu que a buen seguro llegarán con nuestro esfuerzo y compromiso renovador.
Al final, lo importante de la sinodalidad ya en marcha es que “el propio encuentro es el mensaje”, las formas de relacionarnos, escucharnos y actuar son el mensaje capital frente a lo que tantos continúan añorando directrices y normas de obligado cumplimiento procesal, responder a lo mandado que viene encapsulado y asunto concluido. Pero no, ese “caminar juntos de otra manera” es la esencia, abiertos a la oración de escucha para discernir lo que el Espíritu nos interpela. No es el Papa, es el Espíritu Santo a través de él quien nos llama a movilizarnos para recuperar las actitudes evangélicas deterioradas por el consumismo, el individualismo, la superficialidad, el ritualismo…
Claro que muchos católicos y católicas se descolgarán o ni siquiera se enganchen nunca. Lo sabe muy bien Francisco. Será una minoría -no creo que se sumen inicialmente más allá de un 20%- la que se ponga en marcha ilusionada como el fermento de un grano de mostaza que nos llevará a una vida cristiana humilde y más auténtica. Creo que el momento de releer en oración las cartas de Pablo para recordar sus dificultades en su fragilidad (Corinto), pero también sus avances donde menos lo esperaba (mujeres y esclavos en Roma) por la acción del Espíritu. Y ya veremos si todo esto acaba en un Concilio Vaticano III.
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