Jose Arregi
Xavier Novell –me alivia no tener que añadir ningún “Don” ni “Monseñor” al escueto nombre propio– ha dimitido, y el Vaticano se ha apresurado a aceptar la dimisión. Tras la previsible crecida de bulos y chismes, el prelado salió a la palestra y dijo: “Me he enamorado y quiero hacer bien las cosas”. Un obispo dimite y anuncia que se ha enamorado y, supongo, proyecta compartir su vida con la persona de la que se ha enamorado. ¿Y? ¿Dónde está el problema?
No es mi intención salir a defender al obispo dimisionario y enamorado. Menos aun ensañarme con él. Quiero solamente ofrecer unos criterios que creo razonables para entender y situar el hecho. No voy a juzgar la decisión, compleja y seguramente dolorosa, y supongo que compartida con la mujer de la que está enamorado, sino el sistema eclesiástico que hace que toda esta historia, siendo tan humana, haya de ser vivida de manera dolorosa e inhumana por tantos lados. El Derecho Canónico por el que se rige la Iglesia católica: eso es lo más inhumano de toda esta historia.
El problema no es, por supuesto, que Xavier Novell siempre se haya declarado independentista catalán, aunque no son pocos –empezando por los mismos obispos– quienes siempre lo han condenado por ello. El 99% de los obispos del Estado son independentistas españoles, declarados o no, y no pasa nada.
El problema no es –¿hace falta decirlo?– que se haya enamorado y que haya decidido casarse. El problema es que haya tenido que dimitir para poder compartir su vida con la mujer que ama. Y ello a pesar de que todos los apóstoles, apóstolas, clérigos y obispos de los primeros siglos que lo quisieran se casaban. El problema es que la Iglesia católica aún no se ha reconciliado con el cuerpo, la sexualidad, el eros, y sigue absurdamente empeñada en imponer el celibato a su “cuerpo clerical”, para mejor manejarlo. El precio de dolor es enorme.
El problema no es ni siquiera que Xavier Novell padezca, según muchas personas y medios se han apresurado a airearlo a los cuatro vientos, problemas de personalidad (que tire la primera piedra quien esté libre de toda herida). Si así fuera, el problema –serio problema– sería que, sabiéndolo, lo propusieran quienes lo propusieron y lo nombrara quien lo nombró en 2010. El problema es que ningún obispo es elegido por la comunidad, sino por un papa supremo, es decir, por las oscuras camarillas que lo dirigen.
Ha sido problema para numerosos fieles de la diócesis el talante tan conservador del obispo, pero repito: el problema no es suyo (tiene todo el derecho a pensar como piensa), sino de quienes lo presentaron y de quien lo eligió precisamente por sus ideas conservadoras, para que las enseñara y las impusiera.
Han sido problema, y gravísimo para muchas personas LGTBI, mortal para algunas, los insólitos y desalmados “cursos de conversión” en los que (con otros varios obispos, el de esta diócesis de Donostia-San Sebastián entre ellos) ha colaborado. Pero la responsabilidad última recae sobre quienes, debiendo y pudiendo hacerlo, no han erradicado desde el principio dichos cursos, ni desde el episcopado español ni desde el Vaticano. El problema de fondo es la homofobia que subyace al sistema clerical entero, desde la base hasta la cúpula.
Seamos honestos: el problema es el clericalismo que rige la institución eclesial, toda ella. El problema es una Iglesia dominada todavía por un poder absoluto (difuso, oscuro y anónimo por definición), por un clero masculino nombrado a dedo, machista y homófobo en el fondo (y en la forma a menudo). El problema son los seminarios en los que –cada vez más– se siguen inculcando ese modelo y esa doctrina en nombre de lo que llaman “Dios”. He ahí el problema de hoy y de mañana.
Deseo a Xabier Novell que, libre de tantas cadenas que le han atado, encuentre su plenitud humana con la mujer que ama y le ama. El Aliento de la vida los bendice.
Aizarna, 8 de septiembre de 2021
www.jarregiolaizola.com
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