Rafael Narbona
Nunca pensé que manifestar mi apoyo al sacerdocio femenino en la red social Twitter provocaría las iras de una horda de católicos fanáticos e integristas, con perfiles falsos en la mayoría de las ocasiones y con graves problemas para expresarse sin cometer faltas de ortografía. Durante una semana, cerca de quinientas personas me insultaron hasta el aburrimiento, llamándome “masón”, “hereje”, “luterano” y otras lindezas.
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