Redacción de Atrio
POR ROBERT MUR | BUENOS AIRES, ARGENTINA
Otra vez sopa!”. Murió Quino, pero Mafalda será inmortal. De hecho, la niña a la que no le gustaba la sopa permanecía ayer sentada en su banco del barrio de San Telmo de Buenos Aires, custodiada, de pie, por Susanita y Manolito. Sus lágrimas invisibles fueron sustituidas por la flores que los porteños dejaban junto a ella. La colorida escultura está a unos pasos de la casa de Mafalda, en el número 371 de la calle Chile, donde dicen que la niña vivió en los años sesenta, acompañada de su padre, Joaquín Salvador Lavado, nombre que decía poco porque era mundialmente conocido como Quino.
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