El martes pasado sonaba el teléfono y el nombre que figuraba era el de "Carmen de Jorge", cuando lo cogí la trágica sorpresa es que no era Carmen, la madre de nuestro Jorge, sino su hija, que me llamaba desde el teléfono de su madre para decirme que Carmen estaba en coma, en el hospital, desde el domingo anterior, a causa de un infarto cerebral y que era irreversible.
Me quedé sin saber qué decir no sólo porque no me lo esperaba sino porque además me parecía que era vivir un sufrimiento más en esta mujer que durante toda su vida sólo había hecho sufrir. Me pidió si podría ir al día siguiente a darle la Unción y le dije que sí por supuesto. Cuando colgué me quedé solo pensando en la terrible injusticia de la vida, y en cómo, aunque suene a tópico, hay vidas que parece que solo están hechas para sufrir, y sin duda, la de Carmen era una de ellas.
Carmen fue de las primeras madres que yo conocí cuando llegué a la cárcel de Navalcarnero y siempre fue lo que diríamos una "madre coraje y luchadora", luchadora sobre todo por su hijo, Jorge, enganchado a la droga desde hace más de veinte años, entrando en prisión varias veces y sin futuro ninguno. La conocí porque estando en prisión su hijo, que iba a misa todos los sábados me habló de ella y me dijo la llamara para verla. En cuanto la llamé, Carmen apareció en la parroquia, entonces estaba con mejor movilidad de la que tenía últimamente aunque ya caminaba con dificultad y con ayuda de muletas. Enseguida fue a la parroquia con su marido y me comenzó a hablar de lo que ha sido su mayor sufrimiento en los últimos años: su hijo Jorge. Entre sollozos me pidió que le ayudara todo lo que pudiera y que estuviera cerca de él, que no era malo pero que tenía muchos problemas con la droga desde hacía muchos años.
Me decía que no sabía estar en la calle y que cuando salía no tenía más remedio que llamar a la policía, porque iba a casa y les pegaba. Yo intenté tranquilizarla y le dije que haría todo lo que pudiera por estar con él. Y ella enseguida me dijo lo que ha sido siempre su tesón en todo momento: yo rezo mucho por él, todos los días delante del Santísimo rezo para que salga adelante y le pido para que le ayude, pero parece que de momento no cambia. Y esta ha sido siempre su pasión sin duda, en todo momento: su hijo y su fe en Dios, una fe casi ciega porque incluso en momentos muy duros que hemos compartido jamás ha dudado de Dios, sino que siempre llorando tenía palabras de esperanza, y solo sabía decir "yo se lo tengo encomendado y seguro que le va a ayudar".
Desde ese primer encuentro, hace como diez años han sido muchos los compartidos, muchos los sufrimientos escuchados y muchas las lágrimas compartidas. Hasta que ayer, 13 de septiembre, Carmen, nuestra madre coraje, se apagó para siempre; y se apagó como había sido toda su vida, sin rechistar, sin protestar; ya nuestra Carmen no llorará más, porque ahora el Padre Dios de quien siempre se fio ella la abrazó definitivamente y para siempre, y ya jamás la soltará.
Cuando le di la Unción de los enfermos hace dos días, también entre mis sollozos, es lo que le pedía a Dios: que la abrazara, que no la soltara, que ella sintiera profundamente su amor, que sintiera que no estaba sola como sin duda no había estado nunca. Ojalá que Carmen sintiera aquello, ojalá que el Dios de la vida le haya preparado una fiesta como se merece, ojalá que sus lágrimas fueran enjugadas definitivamente por Aquel que la soñó y que la cuidó en todo momento a pesar de tanto sufrimiento.
Carmen, que siempre fue luchadora, había ya dejado de luchar, su aliento se había apagado; pero seguro que su llanto que fue redentor durante toda su vida también habrá sido redentor delante del Padre que siempre estuvo a su lado.
En estos años en que he podido compartir ratos con Carmen su pasión, su vida, siempre estuvo centrada en dos cosas que para ella eran sin duda los pilares sobre los que se asentaba: su familia, sobre todo su hijo Jorge, y Dios, en quien tenía puesta toda su confianza.
Carmen sólo hablaba de su hijo, Jorge; me llamaba a menudo cuando estaba en la cárcel para ver cómo estaba y para decirme que me llevaba ropa o alguna carta para él. Cuando salió de la cárcel la primera vez le llevé a un centro de desintoxicación en Albacete, y apenas estuvo una semana allí porque enseguida no aguantó y se marchó; después fue a su casa y de nuevo la historia del quebrantamiento de la orden de la alejamiento y de nuevo a la cárcel.
En la cárcel, consumo tras consumo pero al menos recogido y sabiendo dónde estaba, con su medicación, con su cama, con su comida... es verdad que consumía droga y pastillas pero no mucho menos que en la calle. De nuevo sale de la cárcel y en la calle dura poco porque la historia se repite, hasta que de nuevo vuelve a entrar. Y por tercera vez vuelve a entrar de nuevo por los quebrantamientos y su madre siempre junto a él, sufriendo a su lado, porque era su pasión.
Cuando llegaba a casa se encontraba con su otro gran problema familiar: su marido, alcohólico desde hace muchos años que la maltrataba a todos los niveles y que no quería saber nada de ella; y Carmen llegaba a la reunión de familias, nos lo contaba, se desahogaba, lloraba.... Pero pasaba un rato especial con nosotros nos decía, porque éramos su familia. De nuevo Jorge salió en libertad en enero de este año 2018 y ahí fue un gran calvario porque la cabecita de él ya estaba muy afectada; vivía en un cajero automático de la caixa y por el día andaba deambulando con la maleta de sus cosas por Alcorcón. Cuando teníamos reunión de familias iba a la reunión para ver a su madre que le llevaba ropa limpia en un carro de la compra, arrastrándolo sin poder, y él llegaba se cambiaba, le dejaba la ropa sucia, le chillaba, y le decía de todo, y Carmen siempre "al pie del cañón": lo disculpaba porque sabía que estaba enfermo y sobre todo porque era su hijo, y no podía dejarlo solo. Y al volver a casa de nuevo la lucha con su marido.
Esta ha sido su vida, sufrir, tras sufrir, llorar tras llorar... Todavía recuerdo cuando Jorge fue a la reunión que tuvimos en el mes de enero con una nevada espectacular y arrastrando su maleta, Carmen no paraba de llorar; o cuando el día de su 40 cumpleaños, 9 de marzo, quedamos también en reunión para felicitarlo; su madre le trajo una tarta, y Jorge no paró de chillarla y casi de maldecirla, y ella siempre cerca de él, comprendiendo que estaba enfermo pero siempre diciendo "es que es mi hijo". Muchas lágrimas redentoras derramadas por esta madre, como las de María la pie de la cruz de su hijo Jesús, que sin duda ahora serán enjugadas definitivamente por el Padre Dios.
Pero no acaba ahí la historia de su familia, tiene otras dos hijas, una con problemas de juego, separada y con un niño, y la otra viviendo sola en un pueblo de Palencia, que como nos confesaba entre sollozos en el tanatorio, tuvo que dejar pronto su casa por los problemas de alcohol de su padre que desde niña la persiguieron y la hicieron tener que salir de allí y buscarse otro lugar. Siempre Carmen con su familia, ayudando a sus hijas, preocupada por su Jorge y llorando por él, maltratada por su marido....
Y la otra pasión Dios, el Dios Padre en quien tanto confiaba y a quien tanto le encomendaba a su hijo Jorge y todas las personas necesitadas. "Yo estoy pidiendo mucho" nos decía siempre, para ver si mi hijo cambia y puede ir a un centro; y lo decía siempre entre sollozos pero convencida de que podía cambiar con la ayuda de Dios... y sin duda ha sido esa fe la que la ha mantenido en pie hasta el último momento.
Carmen se creyó profundamente las palabras de San Romero: "Dios está siempre en medio de nosotros y por eso ningún cristiano debe sentirse solo". Con muletas, o arrastrando el carro de la compra, con la ropa de su hijo, sin poder apenas moverse, pero en muchas ocasiones dando ánimos a las demás madres del grupo e incluso en ocasiones arrancándonos una sonrisa a todos. Y eso sí, nunca quejándose, siempre con un corazón abierto e incluso preocupada de cumpleaños, de preguntar por los otros....
A mí siempre me llamaba para preguntarme por mi padre, para decirme que también rezaba por él... siempre dispuesta a todo.
Cuando ayer fuimos al tanatorio por la noche para rezar y acompañar un rato a la familia, la escena fue especialmente tétrica y de dolor; había poca gente, pero sobre todo lo impresionante fue que el marido estaba totalmente borracho, deambulando por allí....confieso que en algún momento me costó hasta el saludarlo porque no podía evitar pensar en todo lo que había pasado; es verdad que él también es un enfermo y también quizás una víctima, pero nunca ha querido poner remedio a su enfermedad.... A veces se acercaba ahora ante el cadáver de Carmen a llorar.... Y a mí casi se me revolvían las tripas al verlo.
Jorge estuvo ayer para despedirse de su madre que ya estaba en coma, y desde luego que el espectáculo fue también impresionante; chillando, diciendo que iba a matar a todos, y al pie de su madre llorando. Fue una escena dura verle al lado de su madre llena de tubos y chillando y llorando sin cesar; qué pensaría Carmen, me pregunto, qué pensaría al ver a su hijo a sus pies y sin ni siquiera poder responderlo... Cuando falleció solicitaron un permiso para que Jorge pudiera ir al entierro, y desde la cárcel de Soto del Real dijeron que no habría problema y que podría acudir al entierro.
Esta tarde, cuando veíamos que llegaba la hora y Jorge no llegaba con la guardia civil he llamado a la cárcel y la sorpresa ha sido que me han dicho que le habían puesto en libertad el día anterior; y al preguntar al funcionario que por qué no habían avisado a la familia, la respuesta ha sido que no tenían que avisar nada y que no era esa su labor; y al escucharlo no he podido por menos que decirle al que estaba al otro lado del teléfono que cómo podían tener tan poca humanidad, que cómo podían no avisar a la familia cuando sabían lo mal que estaba Jorge, pero ya no me ha respondido. He colgado el teléfono con rabia, mucha rabia y llorando de impotencia.
¿Dónde estaría Jorge? No había acudido allí desde el día anterior, estaría tirado por la calle, deambulando y sin poder ahora acudir al entierro de su madre. Por mi corazón y mi cabeza confieso que han pasado malos sentimientos para la cárcel, para los que la dirigen ... una vez más la cárcel ha arrancado de mí todo lo peor y he maldecido varias veces a los que la dirigen, al sistema penitenciario.... Y he llegado a pensar que ojalá ellos se vieran en algún momento en situaciones parecidas. Sólo queremos una institución penitenciaria que sea "humana", no ya que reinserte sino que sea capaz de ser simplemente humana, sensible a las necesidades de los que están allí y sabiendo que son tan personas como ellos. Jorge no ha podido acudir al entierro de su madre y no sabemos dónde está...
Entre sollozos de emoción y de tristeza hemos celebrado la Eucaristía de acción de gracias por Carmen. Su hija me decía ayer que habían tardado más en llevarla al tanatorio porque habían donado sus córneas, "era lo único que estaba bien", me decía, "seguro que a ella la habrá gustado", me decía entre lágrimas. Y claro que sí, claro que Carmen habrá estado orgullosa de poder dar algo más de su cuerpo de lo que ya había dado en vida; "si el grano de trigo no cae en tierra no puede dar fruto", la vida de Carmen había dado mucho fruto mientras estaba con nosotros y ahora lo seguía dando con esa donación.... GRACIAS POR TANTA GENEROSIDAD HASTA EL FINAL.
Recuerdo cuando la llamaba para la reunión que siempre me decía que no me preocupara por ella que iba a ir como pudiera pero que iba a ir, pero que no quería molestar a nadie. Y cuando la dejaba después de la reunión siempre su agradecimiento y veinte euros "para que lo emplees en lo que tú quieras mejor que tú si sabes emplearlo" y siempre con una sonrisa y un agradecimiento "gracias por todo lo que haces por mi hijo, no sé cómo puedo pagarte..."
Carmen, ya no llorarás más, el Padre ahora te ha preparado la mejor de las fiestas, ya no necesitas muletas en qué apoyarte, porque ahora tu apoyo es el mismo Dios que siempre ha estado a tu lado a pesar de todo. Tus lágrimas nos han redimido y nos siguen redimiendo y el Dios de la vida te tiene cogida para siempre junto a Él; ahora intercedes por todos nosotros y también por tu hijo Jorge, ahora sentimos más cerca tu corazón y tu vida entregada hasta el final, tu vida se ha apagado pero sigue dando fruto. La palabra Gracias se nos queda corta para decir todo lo que sentimos en este momento, no nos olvides por favor, seguirás yendo a nuestras reuniones y seguirás presente entre nosotros. Tu vida sigue siendo testimonio de esperanza y de lucha para tantas madres que tienen a sus hijos en prisión y permanecen al pie de la cruz de su dolor. Sigue siendo la mujer luchadora y de pleno coraje que siempre hemos conocido.
Y sigue dándonos la fuerza de tu fe y de tu esperanza en que las cosas pueden cambiar. Sigue diciéndonos que tenemos que seguir hacia adelante, que no podemos tirar la toalla, que la vida a pesar de todo merece la pena, que no tenemos derecho a quejarnos sino que tenemos que seguir juntos y cada día luchando por hacer posible ese mundo más feliz para todos.
Ahora soy yo Carmen el que no sé cómo pagarte, no puedo darte veinte euros porque tu testimonio y tu entrega no tienen precio, quizás en estos días solo me salgan lágrimas de agradecimiento desde lo más profundo de mi corazón y sobre todo la profunda certeza de saber que Dios te tiene abrazada, que no has muerto sola, sino que los brazos del Padre te han recogido para siempre y jamás te soltarán.
Hasta siempre Carmen, hermana, amiga, madre... te tendremos siempre presente en nuestro corazón y sentiremos que tu lucha sigue siendo nuestra lucha; sentiremos que tu cariño sigue presente en nuestro regazo y seguro que allí donde estás, al lado de tu Dios, al que siempre te encomendaste en esta vida, vas a ser plenamente feliz y tu sufrimiento no va a ser baldío. Te queremos y te prometemos que nosotros también vamos a velar ahora por Jorge en todo lo que podamos, con tu intercesión, con la ayuda de Dios y con nuestro compromiso. Y de una cosa estoy seguro: Ya no llorarás más, reirás para siempre acurrucada en los brazos amorosos del que te soñó, te creo y te acompañó siempre. GRACIAS.
Javier Sánchez, capellán de la cárcel de Navalcarnero
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