Redes Cristianas
Aurora María Ruiz Bejarano, Ramón Hernández Martín, J. Joaquín Jiménez Carmona
En mayo de 2017 una familia modesta gaditana, siguiendo los cauces reglamentarios, se dirigió al señor Ecónomo de la diócesis de Cádiz para pedirle un favor intrascendente. Se trata de una familia de cuatro miembros: matrimonio y dos niños muy pequeños. El padre se traslada cada domingo a Sevilla para su trabajo, provincia donde reside por tales motivos laborales, para regresar de nuevo el viernes con su familia. Son dueños de una casa pequeña, de treinta y cinco metros cuadrados y un solo dormitorio. Obligados por necesidad, o agrandan la casa o compran un piso nuevo. Como lo segundo no está a su alcance, optan por agrandar la vivienda propia, para lo que piden un crédito que con gran dificultad tendrán que amortizar durante los próximos años.
El favor que piden al señor Ecónomo puede suponerles un ahorro ostensible y significativo en el importe de la obra. El Obispado lo puede hacer sin costo o inconveniente alguno propio. Se trata de que autorice el paso, solo cinco o seis veces, de una carroceta o camión pequeño por una finca de su propiedad de fácil acceso que linda con el patio trasero de la vivienda de la familia, para recoger el escombro de la obra y descargar los materiales necesarios. Así, la carga y descarga se hace de forma mecánica y a pie de obra. De otro modo, todo tendrá que hacerse a mano desde una calle muy estrecha que da acceso principal a la vivienda, con serios inconvenientes para el vecindario. La descarga a mano origina el costo aludido.
El favor pedido equivale, pongamos por caso, a que un vecino de puerta llame a la de enfrente para pedir algo de sal. El favor pedido es incluso menor, porque en el caso del ejemplo el vecino de enfrente se quedaría sin el puñado de sal y en la petición que nos ocupa el Obispado de Cádiz no perdería absolutamente nada.
Pues bien, contra toda previsión y razón y tras haberles solicitado presentar fotocopias del proyecto de obra y del permiso del ayuntamiento, la respuesta del señor Ecónomo fue un no rotundo sin aducir más razón que la de que la finca era propiedad del Obispado y no se autorizaba el paso de la carroceta. El único atisbo de razonamiento en que se basaba la negativa era debido a que “hay otras opciones”. La única es la ya descrita, la calle angosta, con el costo extraordinario aludido y los inconvenientes vecinales.
La familia peticionaria piensa que en el Obispado no se han hecho cargo de la situación e insiste en su petición. El Obispado la conmina entonces a que no insista más, que ya le han dicho que no y será no, sin prestar la más mínima atención a razones no solo de buena vecindad, sino también de proceder cristiano, al tratarse de prestar una ayuda a una familia obligada por las circunstancias a hacer un gran esfuerzo económico en busca de una necesaria mejora de calidad de vida, sobre todo para los niños.
El 23 de junio, la madre acude con los niños a la parroquia del señor Ecónomo para hablar con él personalmente tras la eucaristía. Antes de iniciarse la conversación, el señor Ecónomo le pide taxativamente que se marche con los niños pues la decisión ha sido tomada en firme. La mujer insiste en solicitarle las razones por las que fue declinada su petición y esgrime argumentos evangélicos para reconsiderar la situación. Incluso, invita al señor Ecónomo a visitar la vivienda y almorzar con la familia para conocer de primera mano la problemática y la solución sencilla que puede ofrecer el Obispado. El señor Ecónomo no solo no presta una actitud de escucha, sino que, además, se muestra distante y ausente y exige nuevamente a la madre que salga de inmediato de las dependencias parroquiales.
Se suceden entonces correos electrónicos, llamadas telefónicas y cartas postales, una de las cuales, en vista de la cerrazón incomprensible, se le envía directamente al señor Obispo de Cádiz.
Sigue un silencio absoluto. El señor Obispo no contesta. Los días pasan y urge comenzar la obra. Entonces, el 25 de julio la familia se dirige por correo postal al presidente de la Conferencia Episcopal Española, poniéndolo al corriente de todo lo sucedido a ese propósito en la diócesis de Cádiz. Al cardenal Ricardo Blázquez se le da cuenta no solo de los correos electrónicos, sino también de las conversaciones telefónicas, del tenso encuentro que la madre mantuvo con el señor Ecónomo y de la carta enviada al señor Obispo de Cádiz. El señor Presidente de la Conferencia Episcopal Española responde con una carta muy amable en la que dice haberse informado de todo y notifica que, aunque el tema no es en absoluto competencia suya, tratará de hablar con el Obispo de Cádiz para que se llegue a un arreglo.
Siguieron pasando los días y los meses y, en vistas de que nada se hacía al respecto, la familia tuvo que afrontar la obra en el mes de diciembre de 2017, obligando al contratista a cargar y descargar a mano por la calle, con el consiguiente incremento de gastos y los inconvenientes aludidos para los vecinos y transeúntes.
Estamos ante un hecho sencillo y concreto, pero que desautoriza por completo la actuación incomprensible del Obispado de Cádiz desde la óptica de las buenas relaciones humanas y de la solidaridad, actuación todavía mucho más incomprensible y lamentable desde el punto de vista evangélico.
Aurora María Ruiz Bejarano, DNI 48969240D
Ramón Hernández Martín, DNI 13859107C
J. Joaquín Jiménez Carmona DNI 28780435Y
No hay comentarios:
Publicar un comentario