Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara
1º) No ganamos para sustos. El otro día fue el padre Santiago Martín, ex TOR, (Tercera Orden Regular, de los franciscanos, y actualmente fundador de su propio grupo religioso), quien, en una homilía dulce y fraterna, arremetió contra la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, a la que casi colocó a la misma altura que a los verdaderos autores en la responsabilidad de los atentados de Barcelona y Cambrils. Tampoco se mostró excesivamente benevolente y misericordioso, como nos enseñó Jesús, en referencia a los musulmanes, y a sus actividades militares. Nadie piensa que un ultra católico, como Santiago, fuera a aplaudir a personas que han provocado tanto dolor, que, además, en nuestra opinión, no tiene ni justificación, ni explicación, ni utilidad nada positivo, y que es perfectamente inútil. Pero hay modos y modos de referirse a “nuestros enemigos”, y, para un cristiano, el modo exacto, como en todas las situaciones, laberintos, dudas, vacíos, y oscuridad, es el que nos enseñó el Señor Jesús: “amad a vuestros enemigos …; si amáis a los que os aman, ¿Qué merito tendréis? Eso también lo hacen los publicanos y pecadores.
Santiago, como todos nosotros, es un pecador, y se ha comportado como tal. Por eso me ha sabido tan mal la carta abierta de Christopher Hartley, un misionero de la diócesis de Toledo, dirigida a Santiago Martín, reproducida en Religión Digital, (RD), reprochando, y afeando, la actitud del arzobispo de Madrid, D. Carlos Osoro, del que afirma que “”Tu arzobispo no sólo no te ha defendido en público, sino que te ha corregido y humillado”.
La nota del obispado de Madrid no era, de ninguna manera, humillante, sí, correctora. Claro que la prosa de Christopher no se pasa en benevolencia y caridad, como podemos apreciar en esta frase de su misiva: “El arzobispado salió en defensa de dos alcaldesas impresentables, que continuamente ensucian con sus palabras y decisiones institucionales, todo lo que es sagrado, verdadero y justo”. Es hora de que alguien con autoridad explique a quienes se comportan públicamente como “talibanes” católicos que nadie tiene el secreto, ni siquiera la jerarquía de la Iglesia, de lo que es sagrado, verdadero y justo. Que tal vez nos hayan enseñado, de pequeños, que el Magisterio de la Iglesia era el dueño de todos los secretos de la vida, y de todas las verdades sobre lo bueno y lo malo. ¡También nos decían que a los niños los trae de Paris una cigüeña!, pero la vida nos hace crecer, y ¡ay de aquel que no sabe crear su propio acerbo de criterios, valores, y elementos de juicio. Además, los cristianos lo tenemos muy fácil: solo nos hace falta oír las Palabras de Jesús, y ver sus actitudes. Siempre me gusta recordar que el Señor, a los que más atizó con su Palabra de fuego, fue a los Sumos Sacerdotes, a los jefes de los fariseos, a los escribas, y a los senadores. Nunca se metió con publicanos, samaritanos, prostitutas, ¡ni siquiera con los romanos”, esos sí enemigos, y opresores, del Pueblo judío.
2º) Y hoy, otro sobresalto. Religión digital (R) publica una noticia que, a mí, me sobrecoge. El obispo auxiliar de Madrid, Martínez Camino, en claro desafío a la iniciativa y a las palabras del papa Francisco, de exaltar la figura de Lutero, y acudir, en Suecia, a los primeros fastos del 500º aniversario del inicio de la Reforma. De ésta, el obispo ¿jesuita? madrileño afirma que “la obra de Lutero tuvo dos graves efectos negativos contrarios a su intención, la ruptura de la unidad de la Iglesia latina, que se consumó con la creación de una aparato eclesiástico enfrentado a la Iglesia Católica, y la configuración progresiva del secularismo, de tal modo que la religión se quedó relegada a la esfera de lo privado”. He afirmado que esta opinión del obispo Camino me sobre coge porque no puede ser que en la misma Iglesia Católica la idea que un prelado tiene de Lutero sea contraria a la del Papa, que afirma sobe el mismo que fue “un testigo del Evangelio” y “un reformador en un momento difícil, puso la palabra de Dios en manos de los hombres”, cuya intención “era renovar la Iglesia, no dividirla”. Esta opinión es bastante más cercana a la de mi profesor de Historia de la Iglesia que la el ex portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE). MI profesor, P. Miguel Pérez del Valle, ss.cc. aseguraba que Lutero fue, con Agustín, Tomás de Aquino y Karl Barth, uno de los mayores genios religiosos del Cristianismo. Y el Papa, además, afirma algo fundamental, sobre la Reforma Luterana, y es que “puso la palabra de Dios en manos de los hombres”. ..
Esto es fundamental, y es la gran diferencia entre poner la Biblia al alcance de los hombres, como hizo Lutero, traduciendo, o promoviendo la traducción de la Sagrada Escritura al alemán, o perseguir al que la tradujese, o, simplemente, la leyese. El mayor agravio que la jerarquía católica ha hecho, a la vez, al Pueblo fiel, y a la Sagrada Escritura es pensar que su conocimiento podría ser malo para los creyentes, hasta llegar a torturar y condenar por esa lectura o conocimiento. En España hemos tenido ejemplos muy tristes, sangrantes y penosos de esa actitud. ¡Claro!, eso es coherente con el hecho de que la primera traducción bíblica permitida en nuestro país sucedió el año 1943, como quien dice, ayer. Pero estas cosas no parecen interesar ni tener importancia para el obispo Martínez Camino.
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