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jueves, 31 de agosto de 2017

Miguel D´Escoto, insurrección evangélica por la paz y defensa de los bienes comunes de la tierra y la naturaleza

Juan José Tamayo

Tamayo3Es muy difícil entender la historia reciente de Nicaragua, la lucha contra la dictadura de los Somoza, la revolución sandinista y la resistencia de este pequeño país centroamericano al imperialismo estadounidense sin la participación de la Iglesia Popular, las comunidades eclesiales de base, el movimiento cristianos por el socialismo, las teólogas, los teólogos y los obispos de la liberación y los sacerdotes comprometidos en las luchas contra la dictadura y por Otra Nicaragua Posible, entre los cuales cabe destacar a los hermanos Cardenal, el franciscano nicaragüense Uriel Molina, el teólogo y filósofo italiano Giulio Girardi y el sociólogo y teólogo belga François Houtart


En el Gobierno sandinista constituido tras el derrocamiento del dictador Anastasio Somoza participaron tres sacerdotes: Ernesto Cardenal, ministro de Cultura, Edgard Parrales, ministro de Bienestar Social, y Miguel d’ Escoto, ministro de Asuntos Exteriores. Posteriormente se incorporó el jesuita Fernando Cardenal como ministro de Educación, quien antes había dirigido con gran éxito la Campaña de Alfabetización. El jesuita Álvaro Argüello fue nombrado miembro del Consejo de Estado.
Lugar especial le corresponde a Miguel D’ Escoto, fallecido en Managua el 8 de junio a los 84 años. Fue sacerdote de la Congregación Misionera de Maryknoll, creadora de la prestigiosa editorial Orbis Books, que desde la década de los setenta del siglo pasado publica en inglés las obras más importantes de las teologías latinoamericanas, africanas y asiáticas de la liberación.


Fue suspendido a divinis el Vaticano en 1984 siendo papa Juan Pablo II y presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe el cardenal Joseph A. Ratzinger. Recibió la suspensión con profunda tristeza hasta el llanto afirmando que “Jesús fue el más antiimperialista de la historia y fue crucificado por ser anti-imperalista”. Treinta años después fue rehabilitado como sacerdote por el papa Francisco y pudo celebrar de nuevo la eucaristía. El levantamiento de la suspensión a divinis por parte del papa Francisco fue interpretado como un gesto de cercanía del papa argentino a la teología de la liberación y del cambio de paradigma eclesial que viene produciéndose en la Iglesia católica desde la elección papal del cardenal Bergoglio.
Dos fueron los momentos clave en la actividad política de signo evangélico de Miguel D’ Escoto: la huelga de hambre de 1985 y la presidencia de la Asamblea General de las Naciones Unidas entre 2008 y 2009.


Una huelga de hambre como insurrección evangélica por la paz
Siendo ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno sandinista en 1985 hizo una huelga de hambre, acompañado por varios sacerdotes y laicos de las comunidades eclesiales de base, para reclamar el fin del terrorismo practicado por EE UU contra Nicaragua y del apoyo militar, económico e ideológico de la CIA a la Contrarrevolución en una guerra que, ya entonces, había causado 12.000 muertos. Era una forma de insurrección evangélica no violenta al modo de Gandhi y Martin Luther King.
Contó con el apoyo de numerosas asociaciones cívicas, religiosas y sociales de todo el mundo. El obispo Pedro Casaldáliga viajó a Nicaragua para solidarizarse con D’ Escoto en un gesto evangélico por la paz, en defensa de la no intervención de USA en Nicaragua y en Centroamérica. Así justificó su viaje: “Quería sacudir la conciencia del Primer Mundo ante lo que sucede en América Central. Hay que vivir una insurrección evangélica ante la agresión”.


Durante un año a partir de septiembre de 2008 asumió la presidencia de la Presidencia de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Ese año coincidieron varios acontecimientos de impacto mundial, entre los que cabe citar la quiebra de Lehman Brothers y con ella de la crisis global que afectó a los pueblos, clases sociales y sectores más desfavorecidos de la población mundial; el golpe de Estado contra el presidente de Honduras, Manuel Zelaya; la masacre de Israel contra Gaza. Sobre estos acontecimientos se pronunció D’ Escoto.
Reclamó la inmediata e incondicional restitución de Zelaya a la presidencia de Honduras. Condenó la barbarie de Israel contra el pueblo palestino, comparó la política israelí contra dicho pueblo con el régimen del apartheid en Sudáfrica y llamó a un boicot, desinversiones y sanciones a Israel. En 2014 exigió la retirada de Israel de los campamentos de los colonos construidos en territorio palestino, pidió su expulsión de la ONU y la ruptura de relaciones comerciales y diplomáticas de la comunidad internacional con su gobierno por la agresión constante a Palestina. Ante la crisis económica y financiera global impulsó la celebración de una cumbre que hiciera frente a la crisis y tomara medidas para salir de ella.
Mostró su “apoyo total” a la huelga de Evo Morales, presidente de la República Plurinacional de Bolivia, para reclamar al Congreso boliviano la aprobación de una ley que concediera mayor representatividad a los sectores más desfavorecidos de la sociedad boliviana, en concreto a los pueblos indígenas.


Declaración Universal del Bien Común de la Madre Tierra y de la Humanidad
Durante su presidencia de la Asamblea General de las Naciones Unidas en el periodo 2008-2009 se aprobó, tras numerosas consultas a científicos, políticos, politólogos e intelectuales y con la participación de personalidades relevantes como Leonardo Boff y François Houtart, la Declaración Universal del Bien Común de la Madre Tierra y de la Humanidad, que supone un avance significativo sobre la Declaración de Universal de los Derechos Humanos de 1948 y constituye un cambio de paradigma como respuesta a la crisis alimentaria, ecológica, financiera, política, ética, económica, etc., que amenazan gravemente el futuro de la Tierra y de la Humanidad, por una parte, y a la nueva conciencia plantearía y ecológica de la humanidad., por otra

La declaración subraya el paso de la centralidad del ser humano en la vida del planeta y de su consideración como dueño y señor absoluto, único actor en la historia y en la naturaleza, a la consideración de la Tierra y de la Humanidad como sujetos interdependientes, que no mantienen relaciones de rivalidad, sino de interactividad dinámica y simétrica; el paso del modelo antiecológico de crecimiento de la Modernidad a un modelo sostenible de desarrollo eco-humano,. Ya no son solo la dignidad y los derechos humanos los que hay que proteger, sino el Bien Común de la Madre Tierra y de la Humanidad.
Según la Declaración, la Tierra y la Humanidad forman una única entidad compleja y sagrada y poseen un destino común, que hoy se ve amenazado de destrucción por la irresponsabilidad de los seres humanos. La Tierra es nuestro hogar común y la Humanidad es “parte de la comunidad de vida y el momento de conciencia y de inteligencia de la propia Tierra haciendo que el ser humano, hombre y mujer, sea la misma Tierra que habla, piensa, siente, ama, cuida y venera”.

Durante la Modernidad, se impuso el contrato social en detrimento del contrato con la naturaleza, que dio lugar al antropocentrismo y que generó un foso cada vez más profundo entre ricos y pueblos. La Declaración cree necesario articular el contrato social con el contrato natural, la dignidad de la Tierra con la de los seres humanos, la justicia ecológica con la justicia económica, la igualdad ecohumana con la equidad de género, los derechos de las personas con el interés colectivo de la humanidad.
Pertenecen al Bien Común de la Humanidad y de la Tierra:
– la diversidad biológica y la multiplicidad de culturas, lenguas, religiones, tradiciones éticas, caminos espirituales, filosofías, sabidurías, saberes, artes y técnicas.
– la hospitalidad y acogida de unos a
otros como habitantes del hogar común de la Tierra; la sociabilidad y convivencia pacífica de todos los seres humanos y los seres de la naturaleza; el respeto a las diferencias como expresión de la riqueza humana, diferencias que no deben desembocar en desigualdades; la reconciliación entre los pueblos y las personas y la eliminación de toda forma de violencia, odio y venganza; la utopía de la comensalidad, que consiste en sentarse juntos en torno a la mesa común sin exclusiones, para compartir los frutos de la Tierra; la búsqueda de la paz entendida como relación armónica del ser humano consigo mismo, con sus congéneres, con la sociedad nacional e internacional, con la naturaleza y con el gran Todo; el bien vivir, que no ha de confundirse con el vivir mejor a costa de los otros.

Tras un año de presidencia de la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció que dicha organización es irreformable y que era necesario refundarla. En la recepción de la medalla de Honor de la Asamblea Nacional de Nicaragua afirmó: “El capitalismo es la religión del imperialismo y por esa razón es capaz de matar, hacer cualquier barbaridad para que no surjan rivales o alternativas al capitalismo”.

Miguel d’ Escoto fue llamado, creo que con razón, el Mandela latinoamericano. Su vida, su praxis liberadora y su mensaje lo confirman.
Jun José Tamayo es profesor de la Universidd carlos IIII de Madrid. Su último libro, que acaba de aparecer, es Teologías del Sur. El giro descolonizador, Trotta, Madrid, 2017

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