Es costumbre que el miércoles de ceniza nos echen ceniza en la cabeza, como signo de arrepentimiento.
Se me ocurre hacer caso al papa Francisco e ir recreando nuestra fe y
nuestras formas de vivir el cristianismo. En lugar de ceniza, vamos a
echarnos colonia en la cabeza.
“Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que
desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que
ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la
cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu
Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te
recompensará».
Me parece muy interesante que la Cuaresma sea un camino hacia la
alegría y la Plenitud; hacia la Resurrección; un ensayo y un
entrenamiento.
Muchas veces cantamos canciones terribles en esta época. Hoy no me
supone nada de sacrificio el no comer carne, con lo rica que está la
pesca, pero sí me supone compartir esa pesca o esa carne con otros.
Personalmente entiendo que será una cuaresma estupenda si vivo feliz y
trato de transmitir esa felicidad a los demás. Y aunque parezca
mentira, esto me lleva a vivir el esfuerzo para que la felicidad reine
en el mundo.
¿No os parece que sería un ejercicio estupendo el intentar vivir la
alegría, fruto de la reconciliación con Dios y con los demás?
Dios no está enfadado ni ofendido. Y la experiencia de su amor salvador es lo que nos va a cambiar.
Cuando nos sentimos pecadores, experimentamos la inmensa alegría y el
abrazo del Padre Bueno que nos acoge y organiza una fiesta por todos
nosotros. Ese amor y esa alegría nos llevan a transmitir a todos los
hermanos empobrecidos, nuestros bienes, nuestra acogida, nuestro apoyo.
No puede faltar nadie a la fiesta ya desde aquí.
Que cuando alguien vaya con nosotros o detrás, se note “ya está aquí
el buen olor de Dios que en toda persona y del hombre nuevo va
surgiendo”. Se nota. Es Cuaresma. Por algo nos dicen “convertios y
creed la Buena Noticia”.
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