Leonardo Boff
Hoy
en el mundo y también en Brasil impera mucha intolerancia frente a
algunos partidos como el PT o los de base socialista y comunista.
Intolerancia severa, a veces criminal, que algunas iglesias
neopentecostales alimentan y propagan contra las religiones
afrobrasileras, satanizándolas e incluso invadiendo y damnificando
“terreiros”, como ocurrió en Bahía hace algunos años. Hay intolerancia
que lleva a crímenes especialmente contra el grupo LGBT. Víctima de
intolerancia es también el Papa Francisco, atacado y calumniado hasta
con carteles pegados en los muros de Roma, porque se muestra
misericordioso y acoge a todos, especialmente a los más marginalizados,
cosa que los conservadores no están acostumbrados a ver en las figuras
tradicionales de los papas.
El cristianismo de los orígenes, de la Tradición de Jesús histórico
–contrariamente a la intolerancia de la Inquisición y de una visión
meramente doctrinaria de la fe– era extremadamente tolerante. Jesús
enseñó que debemos tolerar que la cizaña crezca junto con el trigo. Solo
en la cosecha se hará la separación. San Pedro, ya apóstol, seguía las
costumbres judías: no podía entrar en casa de paganos ni comer ciertos
alimentos, pues eso lo haría impuro. Pero, al ser convidado por un
oficial romano de nombre Cornelio, acabó visitándolo y constató su
profunda piedad y su cuidado por los pobres. Entonces concluyó: “Dios me
mostró que ningún hombre debe ser considerado profano e impuro; ahora
reconozco verdaderamente que en Dios no hay discriminación de personas,
le agrada quien en cualquier nación reverencia a Dios y practica la
justicia” (Hechos 10,28-35).
De ese relato se deduce que el diálogo y el encuentro entre las
personas que buscan una orientación religiosa, como en el caso del
oficial romano, invalidan el prejuicio y el tabu de cohibir algún
contacto con el diferente.
Del hecho resulta también que Dios es encontrado infaliblemente allí
donde “en cualquier nación haya reverencia ante lo Sagrado y se
practique la justicia”, poco importa su pertenencia religiosa.
Además Jesús enseñó que la adoración a Dios va más allá de los
templos, porque “los verdaderos adoradores han de adorar al Padre en
espíritu y en verdad. Estos son los que el Padre desea” (Jn,4,23).
Existe, por lo tanto, la religión del Espíritu, es decir, todos los que
viven valores no materiales y son fieles a la verdad están seguramente
en el camino que conduce a Dios. Cada uno, en su cultura y tradición,
vive a su manera la vida espiritual y se orienta por la verdad. Este
merece ser respetado y positivamente tolerado.
Sospecho que no hay mayor tolerancia que esta actitud de Jesús,
abandonada a lo largo de la historia por la Iglesia-poder institucional
(parte de la Iglesia-pueblo- de-Dios) que discriminó a judíos, paganos,
herejes y a tantos que llevó a la hoguera de la Inquisición.
En Brasil tenemos el caso clamoroso del padre.Gabriel Malagrida
(1689-1761) que misionó el norte de Brasil pero por razones políticas
fue muerto por la Inquisición en Lisboa por “garrote, y después de
muerto, sea su cuerpo quemado y reducido a polvo y ceniza, para que de
él y de su sepultura no haya memoria alguna”.
Este es un ejemplo de completa intolerancia, hoy actualizada por el
Estado Islámico (EI) que degolla a quien no se convierte al islam
fundamentalista praticado por él.
En fin, ¿qué es la tolerancia tan violada hoy?
Hay, fundamentalmente, dos tipos de tolerancia, una pasiva y otra activa.
La tolerancia pasiva representa la actitud de quien permite la
coexistencia con el otro no porque lo desee y vea algún valor en eso,
sino porque no lo puede evitar. Los diferentes se hacen entonces
indiferentes entre sí.
La tolerancia activa es la actitud de quien convive positivamente con
el otro porque le respeta y consigue ver sus riquezas, que sin el
diferente jamás vería. Entrevé la posibilidad de compartir y hacerse
compañero y así se enriquece en contacto y en la convivencia con el
otro.
Hay un hecho innegable: nadie es igual a otro, todos tenemos algo que
nos diferencia. Por eso existe la biodiversidad, los millones de formas
de vida.
Lo mismo y más profundamente vale para el nivel humano. Aquí las
diferencias muestran la riqueza de la única y misma humanidad. Podemos
ser humanos de muchas formas. El ser humano debe ser tolerante como toda
la realidad lo es. La intolerancia será siempre un desvío y una
patología y así debe ser considerada. Produce efectos destructivos por
no acoger las diferencias.
La tolerancia es fundamentalmente la virtud que subyace a la
democracia. Esta sólo funciona cuando hay tolerancia con las diferencias
partidarias, ideológicas u otras, todas ellas reconocidas como tales.
Junto con la tolerancia está la voluntad de buscar convergencias a
través del debate y de la disposición al compromiso que constituye la
forma civilizada y pacífica de resolver conflictos y oposiciones. Este
es un ideal a ser buscado todavía.
*Leonardo Boff es articulista del JB online y escribió: Convivencia, Respeto y Tolerancia, Sal Terrae 2006.
Traducción de Mª José Gavito Milano
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