Al otro lado de nuestra querida Urbasa, del inmenso hayedo ya casi desnudo que se empiezan a cargar de nieve, se encuentra Alsasua. La "capital" de la Sakana está en todos los medios de comunicación. Hablan éstos, sobre todo los que desconocen la cotidianidad y gustan de funcionar a base de barato titular, de una convivencia rota. Yo no lo creo, por más que sí que haya necesidad de algún remiendo. Tienen mucha responsabilidad esos medios en sobredimensionar un acto absolutamente deplorable, pero que representa más el estertor de un pasado convulso, que el exponente de una brecha insalvable.
En realidad por todas partes estamos cosiendo las relaciones, por todas partes estamos pidiendo hilo para sanar las heridas que dejan las confrontaciones sociales de todo tipo. En EEUU los grandes colosos de la informática son seguramente los que más original y acertadamente han tirado estos días de ese hilo restaurador de la convivencia. En eso se acercó la Navidad y ante el inmenso abeto, ante ese urgido y luminoso "totem" de la esperanza, se esfuerzan en amalgamar una sociedad que ha quedado fragmentada tras tan dura carrera electoral (anuncio de Apple).
Es mucho más fácil romper que remendar, cohesionar, vertebrar. Quiebran, quebramos las sociedades cuando nos cegamos por individualistas y parcos intereses nacionales, sociales, religiosos, políticos... Quiebran la sociedades quienes sobreponen su beneficio a las personas, a la relaciones, a los derechos también de la Tierra; quienes ven al subordinado como exclusiva fuente de ingresos. Quiebran las sociedades quienes se reafirman como clase separada y como clase se blindan y embaten y olvidan la condición humana de quien creó el puesto de trabajo.
Quiebran, quebramos las sociedades cuando no terminamos de abrir nuestras puertas y corazones a quienes vienen de fuera, cuando los vemos como competidores delante de la ventanilla de trabajo o de la oficina de servicios, en vez de hermanos que necesita apoyo solidario y viene a enriquecer nuestra comunidad.
Quiebran las sociedades los partidos que parten, que dividen, que arrasan cohesión social sobre todo a la hora de repartirse el poder, que vapulean y desprecian al líder adversario y con él al quienes le siguen, por ganarse un puñado más de votos. Quiebran las sociedades los gobernantes que privan de palabra, de facultad de decidir sobre su destino a los pueblos. Quiebran las sociedades quienes, a veces no sin falta de cierta justificación, sólo anhelan escaparse y ven en la frontera la única esperanza para resolver los problemas...
La amenaza de la brecha se halla por doquier y los populismos de la extrema derecha están ahora más que nunca deseosos de vender separación, exclusión y quebranto. La extrema izquierda rompe por su parte entre quienes más y menos tienen. No nos queda otra que intentar recoser las sociedades. No habrá seguramente artesanía más imprescindible. La división era sólo circunstancial, aparente. Más allá del escenario de la confrontación ha de aflorar la común dimensión humana. Recoser por lo tanto las brechas, salvar los abismos, reconciliarnos con el contrario..., es prioridad del humano de buena voluntad, preocupado por el progreso colectivo. ¿Y si resulta que a la postre ese progreso no era sino un constante remendar los rotos de todo orden, un sostenido esfuerzo de unir sociedades, de avanzar hacia el alto ideal de fraternidad humana?
El guardia civil que se refugia de madrugada en un bar de copas también es nuestro hermano, más allá de "Casas Viejas", de las "hazañas" del Duque de Ahumada, más allá de los cañones que nos metiera en el pasado la benemérita por la ventanilla del coche... El votante de Trump, por pesada que haya sido su broma, también es nuestro hermano; el votante de Rajoy otro tanto, por muchos dolores de cabeza e imposiciones que nos va a traer de nuevo el gobierno de los populares... Sin aumentar la crispación, deberemos seguir trabajando por la solidaridad, por la Madre Tierra, deberemos seguir promoviendo valores capaces de vertebrar a la sociedad tras unos mismos ideales.
La apuesta por la justicia, por el progreso, por la sostenibilidad, no puede ser por más tiempo una apuesta de confrontación. Reivindicamos una vez más el ideal de unidad en diversidad en los tiempos en que los "rotos" sociales parecieran adquirir desmesurado tamaño. La compleja sociedad de hoy está representada por un lado por quienes reconocen y ensalzan la pluralidad, por quienes tratan de integrar la diversidad y por otro por quienes marcan diferencia y frontera. El exacerbamiento de la identidad religiosa, nacional, social... rompe, de forma que deberemos ganar cada día mayor presteza y habilidad con los imprescindibles remiendos. En todos los países, en todas las geografías hay gentes y movimientos sociales con vocación integradora, duchos con la aguja que se esfuerzan en repuntar los rotos. Por todos los lugares encontraremos remendadores. Ellos/ellas heredarán la Tierra.
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