José Murat
Un escenario de triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales, inconcebible para mentalidades racionales, abominable para destacados dirigentes del Partido Republicano, tendría efectos adversos para los socios comerciales de Estados Unidos, como México, China y la Unión Europea, y para la economía mundial, pero especialmente tendría resultados lesivos para la estadunidense.
En su maniqueísmo primitivo de culpar a otros, Trump plantea como eje de su propuesta de gobierno expulsar inmigrantes, cerrar fronteras, confiscar remesas, cancelar tratados internacionales y prohibir inversiones en el extranjero.
Un verdadero atentado en contra de la libertad de mercado, un esquema de cooperación y competencia internacional regulado y alentado desde el final de la Segunda Guerra Mundial por figuras como Roosevelt y Truman para transitar, de sucumbir al oscurantismo trumpista, a un cuadro de disputa comercial y sabotaje recíproco, lógica perversa en la cual todos los actores perderían.
Lo que llama la atención de la comunidad intelectual en este momento ya no son las excentricidades del político antisistémico, misógino y racista, sino el hecho de que haya arribado al final de la contienda en empate técnico con su principal adversaria, la candidata demócrata Hillary Clinton, notablemente más equipada y formada, con un discurso elaborado y de respeto a la pluralidad cultural.
La pregunta ya no es cómo se pudieron esgrimir en una contienda presidencial, la de mayor impacto mundial, argumentos tan falaces, de mentira deliberada, de ofensa personal sistemática, de agravio brutal a la inteligencia, sino cómo pudo haber millones de ciudadanos receptivos a ese mensaje en la nación que combatió de frente al fascismo nazi y contribuyó de manera decisiva al triunfo de la civilización ante la barbarie.
Lo que ha quedado muy claro en unos cuantos meses es que la historia no es lineal ni ascendente, de pasos seguros hacia adelante, a la equidad y el progreso: después de la costosa lucha por la igualdad racial y los derechos civiles en Estados Unidos, hoy toman nuevamente carta de naturalización estigmas como la discriminación en contra de afroestadunidenses, musulmanes, latinos, mujeres, gays, discapacitados y sobre todo migrantes, en una nación que debe su fortaleza económica y su diversidad cultural justamente a las corrientes migratorias de todos los puntos cardinales.
Abundan las voces alarmadas de sectores ilustrados, agrupaciones de científicos y líderes de opinión, sobre todo la semana previa a la contienda electoral, que llaman a frenar esta embestida neofascista, retrógrada, oscurantista y defender los valores de la ilustración, el liberalismo y la propia civilización: tolerancia racial, equidad de género, derechos humanos, diversidad cultural, democracia electoral, respeto a las capacidades diferentes, libre pensamiento y libertad de mercado.
Por ejemplo, un grupo de 370 economistas, incluidos ocho premios Nobel, publicó una carta en varios diarios el pasado martes 25 de octubre en la que pidieron no votar por el candidato republicano, al que califican de una opción destructiva para Estados Unidos, ya que desinforma al electorado, degrada la confianza en las instituciones públicas con las teorías conspirativas y promueve una ilusión deliberada en lugar de un compromiso con la realidad.
De manera específica denunciaron como una falacia la afirmación de que la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, con México y Canadá, o la imposición de aranceles a China aumentaría sustancialmente el empleo.
Lejos de ello, la reducción de la actividad económica terminaría afectando a todas las economías, comenzando por la de Estados Unidos, que hoy día se beneficia de la exportación a México de bienes y servicios por más de 236 mil millones de dólares. Serían más los empleos perdidos que los creados debido al cierre de los mercados, con la elevación de los aranceles propuestos por el candidato republicano.
Otros economistas citan un caso concreto: la creación de un arancel de 35 por ciento a la importación de los automóviles ensamblados en plantas mexicanas por las compañías estadunidenses haría que un automóvil que hoy cuesta 24 mil dólares pasara a 32 mil, lo cual les restaría competitividad frente a las firmas japonesas y europeas.
La expulsión de 11 millones de migrantes, por otra parte, no haría más que encarecer los costos de producción en el campo, la industria y los servicios de Estados Unidos, lo que afectaría las finanzas, la economía y la calidad de vida de sus habitantes.
Uno de los grupos más refractarios ante la perspectiva de Trump como presidente de Estados Unidos es el de la comunidad científica de su país, por sus posturas delirantes sobre la ciencia y la inmigración, pues según el reciente informe de la National Science Foundation, de 2015, en tan sólo una década el número de científicos o ingenieros inmigrantes pasó de 3.4 a 5.2 millones, un flujo de mentes lúcidas que cesaría en ese hipotético gobierno.
Entre las posturas retardatarias que sostiene el candidato republicano figuran su rechazo al uso de las vacunas que han salvado a millones de vidas en el mundo y su concepción estrafalaria de que el cambio climático lejos de ser una amenaza real para su país y el mundo, es un concepto creado por los chinos para reducir la competitividad de la industria estadunidense.
Por su parte, 145 reconocidos líderes tecnológicos, entre CEO de grandes empresas, fundadores de startups e inversionistas firmaron una carta abierta, la cual advierte que una presidencia de Trump sería negativa para la industria de la tecnología por diversos motivos, especialmente porque perjudicaría la innovación, un sello distintivo de Estados Unidos desde hace décadas.
Concretamente, señalan, se opone Trump al intercambio abierto de ideas, la libre circulación de las personas y el compromiso productivo con el mundo exterior, algo que es crítico para nuestra economía y que constituye la base de la innovación y el crecimiento.
En suma, el triunfo de Donald Trump sería un factor adverso a la economía mundial y a los valores de la civilización occidental, pero en especial sería un golpe demoledor a la economía, la ciencia y la tecnología del hogar de sus electores, Estados Unidos
Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales
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