LEONARDO BOFF - TEÓLOGO
Entre el golpe de 1964 y el golpe de 2016 hay una connaturalidad estructural. Ambos son golpes de clase, de los dueños del dinero y del poder: el primero usa a los militares, el otro al parlamento. Los medios son diferentes pero el resultado es el mismo: un golpe con ruptura democrática y violación de la soberanía popular.
Veamos el golpe de 1964. René Armand Dreifuss en su monumental tesis en la Universidad de Glasglow: “1964: la conquista del Estado, acción política, poder y golpe de clase” (Vozes 1981), un libro de 814 páginas 326 de las cuales son documentos originales, dejó claro que: «lo que hubo en Brasil no fue un golpe militar, sino un golpe de clase con uso de la fuerza militar» (p. 397).
El asalto al poder del Estado fue tramado por el general Golbery de
Couto y Silva sirviéndose de cuatro instituciones que difundían la idea
del golpe: el Instituto de Investigaciones y Estudios Sociais (IPES), el
Instituto Brasilero de Acción Democrática (IBAD), el Grupo de
Levantamiento de Conyuntura (GLC) y la Escuela Superior de Guerra (ESG).
El objetivo manifiesto era: «readecuar y reformular el Estado» para que
se adecuase a los intereses del capital nacional y transnacional. He
aquí el carácter de clase del golpe.
El asalto al Estado se dio en 1964 y en toda su dureza en 1968 con
represión, tortura y asesinatos. El Régimen de Seguridad Nacional pasó a
ser el Régimen de Seguridad del Capital.
Para el golpe de 2016 tenemos una minuciosa investigación del sociólogo y expresidente del IPEA, Jessé Souza “La radiografía del golpe” (Leya 2016). Semejante al golpe de 1964, Jessé desvela los mecanismos que permitieron a la élite del dinero ser la organizadora del golpe, realizado en su nombre por el parlamento. Por lo tanto, se trata de un golpe de clase y parlamentario.
Para el golpe de 2016 tenemos una minuciosa investigación del sociólogo y expresidente del IPEA, Jessé Souza “La radiografía del golpe” (Leya 2016). Semejante al golpe de 1964, Jessé desvela los mecanismos que permitieron a la élite del dinero ser la organizadora del golpe, realizado en su nombre por el parlamento. Por lo tanto, se trata de un golpe de clase y parlamentario.
Además de esto, Jessé enfatiza «que todos los golpes, inclusive el
actual, son un fraude bien perpetrado por los dueños del dinero, que son
los reales ‘dueños del poder”. ¿Quién compone esa élite? «La élite del
dinero es ante todo la élite financiera, que dirige los grandes bancos y
fondos de inversiones y lidera otros sectores de adinerados como el del
agronegocio, la industria (FIESP) y el comercio, secundada por los
medios de divulgación que deforman y falsean sistemáticamente la
realidad social como si fuese “tierra arrasada y país fallido” (es
exageración), escondiendo los intereses corporativos detrás del fraude
golpista».
El motor de todo el proceso, reafirma Jessé, es la voracidad de la élite del dinero para apropiarse de la riqueza colectiva sin trabas, con otros socios como los medios ultraconservadores, el complejo jurídico-policial del Estado y una parcela del STF (piénsese en Gilmar Mendes).
El motor de todo el proceso, reafirma Jessé, es la voracidad de la élite del dinero para apropiarse de la riqueza colectiva sin trabas, con otros socios como los medios ultraconservadores, el complejo jurídico-policial del Estado y una parcela del STF (piénsese en Gilmar Mendes).
El processo de impeachment fue a parar al Senado. Este promovió la
destitución de la Presidenta Dilma por delito de responsabilidad fiscal.
Los principales juristas y economistas, además de notables testimonios
durante las audiencias y de los informes oficiales de varias
instituciones, negaron rotundamente la existencia de irresponsabilidad.
La mayoría de los senadores ni se tomó la molestia de oir las consultas
con especialistas altamente calificados pues ya habían tomado
previamente la decisión de deponer a la presidenta.
El audio de la conversación entre Romero Jucá, ministro de
planeamiento, y el exdiretor de Transpetro Sergio Machado, revela la
trama: “meter a Michel en un gran acuerdo nacional con el Supremo y con
todo; ahí se para todo… y estanca la sangría del Lava Jato”. Uno de los
motivos del golpe era también librar del brazo de la justicia a los 49
senadores, de 81, indiciados o implicados en corrupción. De esta forma,
con excepción de los valerosos defensores de Dilma, ese tipo de
políticos, sin moral, decidieron deponer a una mujer honesta e inocente.
Condenar sin delito es golpe. Golpe de clase y parlamentario. Golpe significa violar la constitución y traicionar la soberanía popular por cuya fuerza Dilma Rousseff fue elegida con 54 millones de votos.
Condenar sin delito es golpe. Golpe de clase y parlamentario. Golpe significa violar la constitución y traicionar la soberanía popular por cuya fuerza Dilma Rousseff fue elegida con 54 millones de votos.
Ayer en 1964 y hoy en 2016, sea por vía militar sea por vía
parlamentaria, funciona la misma lógica: las élites
económico-financieras y la casta política conservadora practican la
rapiña de gran parte de la renta nacional (Jessé apunta a 71.440
personas, solo el 0,05% de la población) contra la vida y el bienestar
de la mayoría del pueblo, sometido a la pobreza. Buena parte del
Congreso es cómplice de este golpe. En él prevalece mayoritariamente la
misma intencionalidad estructural de garantizar el statu quo que
favorece sus privilegios y sus ganancias.
El proyecto del PMDB “Un puente para el futuro”, de un descarado
neoliberalismo como para enrojecer, revela el propósito del golpe:
reducir el Estado, disminuir los salarios, liquidar la política de
revalorización del salario, cortar gastos de los programas sociales,
privatizar empresas estatales, especialmente el Pré-Sal, desvincular
gastos obligatorios de la salud y de la educación, reducir al mínimo
todo lo que tiene que ver con la cultura, los derechos humanos, las
mujeres y las minorías. El ministerio está formado por blancos y en gran
parte acusados de corrupción. No hay mujeres ni negros ni
representantes de las minorías.
Estamos ante un espantoso retroceso político-social, que agrava la
desigualdad, nuestra perversa llaga social, y vacía las conquistas
sociales de trece años de los gobiernos Lula-Dilma.
Hay resistencia y oposición multitudinaria en las calles de fuertes grupos sociales y de intelectuales que no aceptan un presidente conspirador y sin credibilidad. La solución serían unas elecciones generales y mediante la soberanía popular se escogería un nuevo presidente que de hecho representase al país.
Hay resistencia y oposición multitudinaria en las calles de fuertes grupos sociales y de intelectuales que no aceptan un presidente conspirador y sin credibilidad. La solución serían unas elecciones generales y mediante la soberanía popular se escogería un nuevo presidente que de hecho representase al país.
Leonardo Boff es filósofo, exprofesor de ética de la UERJ.
Traducción de Mª José Gavito Milano
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