En su discurso de la reunión cumbre del grupo de las mayores
economías del planeta (G-20), inaugurada ayer en la ciudad de Hangzhou,
el presidente chino, Xi Jinping, advirtió sobre los peligros que
enfrenta la economía mundial, la insuficiencia del crecimiento global,
la depresión de la demanda y la inversión y la persistente volatilidad
de los mercados financieros, y destacó, asimismo, el escaso dinamismo de
los intercambios comerciales y el brote de tendencias proteccionistas.
Tales factores, indicó el anfitrión de dos decenas de jefes de Estado y
de gobierno allí reunidos, colocan la economía mundial en un punto
crítico.
El presidente chino dijo que se ha agotado el impulso generado por la
anterior ola de avances tecnológicos, que el envejecimiento de la
población constituye una presión sobre la economía y los progresos
logrados en materia de regulación no han disipado el riesgo de burbujas
financieras como las que estallaron en 2008 y llevaron a la economía del
mundo a un estadio cercano a la recesión.
Los señalamientos de Xi tienen tras de sí el peso descomunal y creciente de la economía de su país en el mundo, porque, por su posición como exportador, importador, inversionista, mercado y creciente centro de desarrollo tecnológico sitial, el gigante oriental tiene una percepción privilegiada de las tendencias comerciales, industriales y financieras y de su evolución.
Los señalamientos de Xi tienen tras de sí el peso descomunal y creciente de la economía de su país en el mundo, porque, por su posición como exportador, importador, inversionista, mercado y creciente centro de desarrollo tecnológico sitial, el gigante oriental tiene una percepción privilegiada de las tendencias comerciales, industriales y financieras y de su evolución.
El peligro de una nueva crisis mundial es, hoy, más acuciante que en
la década pasada. Debe recordarse que para enfrentar la turbulencia de
2008 muchos gobiernos hicieron ajustes estructurales que significaron
pérdida de empleos, beneficios sociales y condiciones de vida, y una
nueva crisis encontraría a grandes sectores de la población en situación
de extremada vulnerabilidad, y ello no sólo ocurre en países
declaradamente pobres o en los que, como el nuestro, suelen ser
incluidos por funcionarios financieros internacionales en la categoría
de las economías emergentes, sino también en la Europa mediterránea
–Francia, Italia, España, Grecia– e incluso en Estados Unidos, donde
persisten inocultables bolsones de pobreza y marginación. Y un impacto
recesivo en tales circunstancias podría multiplicar a su vez los
conflictos sociales y los riesgos de ingobernabilidad en diversas
naciones.
Debiera resultar obvio para los gobernantes que este desafío debería
tener como respuesta no los tradicionales blindajes financieros, que
garantizan la pervivencia de las grandes corporaciones financieras y
comerciales, sino una suerte de blindaje social que minimizara los
riesgos de una brusca caída en los niveles de vida de la población.
Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales
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