JOSÉ ANTONIO PAGOLA
La sociedad que conoció Jesús era muy diferente a la nuestra. Solo
las familias poderosas de Jerusalén y los grandes terratenientes de
Tiberíades podían acumular monedas de oro y plata. Los campesinos apenas
podían hacerse con alguna moneda de bronce o cobre, de escaso valor.
Muchos vivían sin dinero, intercambiándose productos en un régimen de
pura subsistencia.
En esta sociedad, Jesús habla del dinero con una frecuencia
sorprendente. Sin tierras ni trabajo fijo, su vida itinerante de profeta
dedicado a la causa de Dios le permite hablar con total libertad. Por
otra parte, su amor a los pobres y su pasión por la justicia de Dios lo
urgen a defender siempre a los más excluidos.
Habla del dinero con un lenguaje muy personal. Lo llama espontáneamente «dinero injusto» o «riquezas injustas». Al
parecer, no conoce «dinero limpio». La riqueza de aquellos poderosos es
injusta porque ha sido amasada de manera injusta y porque la disfrutan
sin compartirla con los pobres y hambrientos.
¿Qué pueden hacer quienes poseen estas riquezas injustas? Lucas ha
conservado unas palabras curiosas de Jesús. Aunque la frase puede
resultar algo oscura por su concisión, su contenido no ha de caer en el
olvido. «Yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas».
Jesús viene a decir así a los ricos: «Emplead vuestra riqueza injusta
en ayudar a los pobres; ganaos su amistad compartiendo con ellos
vuestros bienes. Ellos serán vuestros amigos y, cuando en la hora de la
muerte el dinero no os sirva ya de nada, ellos os acogerán en la casa
del Padre». Dicho con otras palabras: la mejor forma de «blanquear» el
dinero injusto ante Dios es compartirlo con sus hijos más pobres.
Sus palabras no fueron bien acogidas. Lucas nos dice que «estaban oyendo estas cosas unos fariseos, amantes de las riquezas, y se burlaban de él».
No entienden el mensaje de Jesús. No les interesa oírle hablar de
dinero. A ellos solo les preocupa conocer y cumplir fielmente la ley. La
riqueza la consideran como un signo de que Dios bendice su vida.
Aunque venga reforzada por una larga tradición bíblica, esta visión
de la riqueza como signo de bendición no es evangélica. Hay que decirlo
en voz alta porque hay personas ricas que de manera casi espontánea
piensan que su éxito económico y su prosperidad es el mejor signo de que
Dios aprueba su vida.
Un seguidor de Jesús no puede hacer cualquier cosa con el dinero: hay
un modo de ganar dinero, de gastarlo y de disfrutarlo que es injusto
pues olvida a los más pobres.
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