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lunes, 11 de julio de 2016

Carta al presidente de la CEOE Pepe Rodado, trabajador temporal de una empresa de servicios de restauración y cura


Estimado Sr. Rosell, presidente de la CEOE:
Quiero dirigirle unas palabras de agradecimiento por las declaraciones transparentes que últimamente, en varios foros empresariales, nos ha prodigado. Mi agradecimiento se debe a que usted no va con subterfugios, sino que expresa claramente su concepto de trabajo, empresa y economía, y esto deja entrever cuál es el modelo social en el que usted, parece, que se siente bien.


«El trabajo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX y en el futuro habrá que ganárselo cada día». Esto lo dijo en la presentación del estudio sobre transformación digital de la consultora Roland Berger patrocinado por Siemens. Y añadió: «La digitalización será fundamental para el trabajo». También ve «un gran reto político, económico y social a nivel global». Para acabar de remachar el clavo dijo: «La digitalización incrementa el PIB mundial y la competitividad».
Usted sabe bien, o debería saber, que el trabajo fijo y seguro, es una realidad de un corto período de tiempo, lo que va de la segunda guerra mundial hasta los años 70, correspondiente a lo que se llama el Estado del bienestar, y prácticamente circunscrito a una parte de Europa. Y ello, gracias a la correlación de fuerzas entre capital y trabajo más el papel del Estado. Por otra parte, la sociedad 4.0 parece que, queramos o no, nos debe llevar a la jungla social, donde la lucha cotidiana por el trabajo dejará en los márgenes y en situación de penuria a una gran cantidad de personas. Esto contrasta con el hecho de que usted destaca, que la digitalización producirá un aumento del PIB, es decir, de la riqueza. Toda esta riqueza extraordinaria que produciremos, con robots que sustituirán a las personas trabajadoras (¡fantástico: aquellos nos ahorrarán los desagradables derechos laborales y se podrán amortizar rápidamente!), ¿dónde se concentrará y en manos de quién? ¿Este proceso es puramente mecánico e inevitable? Y las preguntas morales, y sobre todo las respuestas morales, ¿dónde quedan? ¿O sólo cuenta el sueño del crecimiento indefinido a costa de maltratar la sociedad de las personas, dándoles migajas para sobrevivir? ¿Podemos dar por buena esta dinámica que acelera las desigualdades bajo la base del darwinismo social?
Por otra parte, con ocasión de otros estudios o informes como los del Instituto Cuatrecasas y el del Observatorio económico del BBVA, usted insiste en que hay que acabar con los parches y hay que repensar la normativa laboral de arriba abajo (sobre todo eso, ¡de arriba a abajo!), pidiendo una tercera reforma laboral, que introduzca más flexibilidad, limite el papel de los jueces a los despidos colectivos, reduzca las indemnizaciones, extienda la contratación temporal y limite la negociación colectiva en el ámbito de la empresa… Las propuestas empresariales son todo un prodigio de ingeniería económica y una ofensiva que ciertamente no podemos decir que no tenga precedentes: curiosamente la de la industrialización salvaje del siglo… ¡XIX! Aquella que condenó a la miseria a millones de trabajadores y trabajadoras, y creó unas desigualdades obscenas.

Sr. Rossell, no. No queremos aceptar un concepto de trabajo como el del siglo XIX en la época del 4.0. Más bien queremos orientar nuestras fuerzas hacia otro concepto de trabajo, el trabajo decente, promovido por la OIT, que sea el resultado del diálogo entre trabajadores, empresarios y administraciones (¡no de arriba abajo!), que asume los retos y las posibilidades técnicas actuales para ponerlas al servicio de la comunidad humana. Con una especial sensibilidad y atención a los más vulnerables, que es el verdadero termómetro del desarrollo humano.
Atentamente,
Pepe Rodado, trabajador temporal de una empresa de servicios de restauración y cura.

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