Usted, querido papa Francisco, sabe muy bien que Jesús no impuso a sus apóstoles y discípulos el yugo del celibato.
Querido Padre: usted es misericordioso. Usted proclamó el año Jubilar de la Misericordia. Tiene que culminar este jubileo glorioso con un acto especial de misericordia para con sus sacerdotes: la supresión del celibato obligatorio.
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