No estoy en contra de los encierros de San Fermín por las graves cogidas que puedan sufrir los mozos participantes en los mismos, sino por el mal rato que le hacen pasar a los pobres animales. Cómo sentir pena por personas supuestamente equilibradas que, libre e irresponsablemente, deciden correr graves riesgos vitales?
Siento preocupación, sin embargo, por el gasto sanitario que generan unas bárbaras y enloquecidas fiestas cuyas consecuencias pagamos todos. Un gasto del que los accidentados deberían hacerse cargo por haber elegido personalmente correr dichos riesgos.
La obligación de suscribir un seguro personal obligatorio que cubriera todos los riesgos que conllevan la fiesta y los encierros sería una buena medida disuasoria y, sobre todo, un alivio para el sistema. Tal vez ha llegado el momento de plantear el debate sobre quien debe pagar los gastos provocados por conductas irresponsables y suicidas.
. Valladolid
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