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domingo, 6 de julio de 2014

¿Quien sigue a este Papa?

Publicado en Deia

POR GABRIEL Mª OTALORA - Sábado, 5 de Julio de 2014 
EN el latín clásico, Papa (del griego páppas), significaba “padre” o ‘”papá”, un término utilizado para referirse a los obispos en el Asia Menor y que, desde el siglo XI, se utiliza exclusivamente para designar al Papa de la iglesia católica. Creo que es una buena definición porque indica un ascendente amoroso de cuidado y guía incondicional.
Algunos papas han sido más acertados que otros cumpliendo mejor su papel de maestros y profetas que otros. En el caso del Papa Francisco, pese al poco tiempo que lleva en esta difícil misión, se ha ganado por derecho al menos ser creíble (ejemplar, generador de confianza) en su humildad, que para nada le impide actuar con audacia evangélica. A la gran mayoría de creyentes y no creyentes ha sorprendido su amor a los más pequeños y su denuncia profética dentro y fuera de la iglesia. Algunos le piden más celeridad en los cambios de puertas a dentro, mientras que otros asisten con preocupación cada vez que reivindica el evangelio frente a prácticas intolerables, incluidas las de un neoliberalismo injusto (“Esta economía mata”, ha llegado a decir).
Pero la pregunta sigue en pie: ¿quién sigue a este Papa? Porque una cosa es aplaudir su coherencia, y otra diferente es subirse a ese carro incómodo de la denuncia profética que implica necesariamente cambios reales en nuestras actitudes y relaciones humanas. Parece como si quisiéramos que Francisco fuese capaz de cambiar las cosas pero de manera que no nos salpique mucho. Una especie de admiración la nuestra que se rinde a su capacidad de comunicador cuando transmite lo que Cristo quiere ahora de nosotros, pero deseando que sea él y solo él quien lleva a cabo la colosal tarea de lograr un mundo mejor. Que cambie lo que haga falta pero sin que ello implique nuestra conversión e implicación real en dicha tarea.
El Papa ha generado montones de titulares sorprendiendo a propios y extraños. Ha cultivado la compasión y la misericordia zarandeando el entramado legal a la manera de Jesús de Nazaret. Nos ha esperanzado al poner el acento en la implantación del Reino y su justicia (las dos cosas) para que vuelvan a brotar la alegría de vivir y la esperanza. Le escuchamos entre sorprendidos y admirados, pero no parece que hayamos pasado de ahí. No he visto a los obispos adherirse a su mensaje, ni a la mayoría de cardenales les ha despertado de su letargo de siglos; unos pocos acompañan al Papa en un trabajo en equipo tratando de darle la vuelta a un Estado vaticano para convertirlo en el epicentro del mensaje de Cristo contrario a una doctrina filosófica o un centro de poder puro y duro.
A la pregunta ¿La prioridad de la Iglesia hoy? Francisco responde que “Lo que más se necesita es la misericordia, misericordia y valentía apostólica”. Es una respuesta ejemplar que necesita de nuestro apoyo explícito y de nuestra conversión católica, es decir, universal, que no puede quedarse en el Papa y en esa minoría misionera que seguiría siendo heroica sin este Papa. Francisco necesita que le sigan: los cardenales, obispos, las monjas y laicos así como las personas de buena voluntad agnósticos o de otras religiones removidos por su actitud. Nuestro papa necesita seguidores pero no solo en Twitter o en las entrevistas de la televisión.
A los impacientes porque Francisco no imprime más celeridad a sus reformas anunciadas, deben reconsiderar qué velocidad han puesto en la conversión de sus propias vidas y en la transformación de sus entornos familiares y sociales. Nos hemos convertido en espectadores en lugar de transformadores de la vida, como nos pide el Maestro. A la manera de Jesús, este Papa está más solo de lo que parece. Ya veremos si alguna vez pintasen bastos, cuántos admiradores suyos saldrían corriendo o simplemente no se moverían porque nada les delataría: nunca cambiaron de actitud.* Analista

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