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viernes, 4 de julio de 2014

¿Quienes son los violentos? Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

No es nada buena mi relación con la policía. Algunas, ¡pocas!, veces me he encontrado con algún agente que demostraba con su actuación conocer su trabajo, estar consciente de la autoridad que las leyes le otorgan, y también, e cuales son los límites de esa autoridad. Pero estas situaciones han sido en la tranquilidad de la oficina, o en la placidez de una instalación como estación de tren, o aeropuerto, cuando han sido solicitados para una información. Pero en la calle, incluso en la tranquilidad de un tráfico fluido y normal, las dos últimas veces que recuerdo de la actuación de la policía municipal, esa actuación fue penosa. Me sentí, sin ningún tipo de actuación ni mala, ni sospechosa, ni molesta, ni “estorbante”, -permítaseme el neologismo-, por mi parte, me sentí, digo, molesto, tratado sin ninguna delicadeza, y hasta amenazado, en una de las ocasiones, de denuncia por agresión a la autoridad. Lo que era, además de delirante, falso, exagerado, y abusivo, por supuesto.
Esto con la policía municipal, en situación de pacífica circulación, o parada, sin molestias ni peligros. Lo malo viene cuando se trata de la policía nacional, sobre todo su cuerpo de “Anti disturbios”. (Dejo de lado, por supuesto, la vez que, volviendo a casa de mi curso de Teología Pastoral en el departamento que la Universidad Pontificia de Salamanca tiene en Madrid al final de la calle Isaac Peral, junto con otros compañeros, tuvimos, si comerlo ni beberlo, que huir por pies de unas enormes porras que los grises esgrimían desde los caballos. Era el mes de febrero de 1970). No me refiero a eso, no. Pero sí a la vez que, por imprudencia, o impericia, me da lo mismo, a la salida de un partido de futbol en el Bernabéu, con la calle Concha Espina abarrotada de todo tipo de gente, familias enteras, personas mayores, jóvenes, y niños, cargó, o hizo como que tal, para asustar, supongo, con toda la parafernalia de los caballos, y los guardias armados hasta los dientes. Todo porque unos aficionados, de esos más alborotadores que violentos, les estaban sacando de quicio con sus burlas y su habilidad para escabullirse a los agentes, que todos suponemos maravillosamente preparados para cumplir su, a veces, ¡no siempre”, delicada misión. Y eso pasó en plena democracia, por los años noventa. Tuve que saltar por encima de un coche, e intenté proteger a una señora con sus dos niños pequeños. En aquel tiempo era ágil, y tenía buenas piernas.
Eso que me ha pasado a mí. Pero estamos viendo, con demasiada frecuencia, por la televisión, actuaciones insoportables, desmesuradas, además de poco profesionales e ineficaces por parte de la policía “Anti disturbios”. Generalmente estos, los disturbios, no se han producido todavía, Se trata, pues, de actuaciones preventivas, contra delitos que no se han cometido. Cualquier novato de Derecho sabe que eso es ilegal, y no digamos antidemocrático. Pero las fuerzas del orden actúan a veces como si la Constitución fuera de ellos, el espacio, la calle, y hasta los adornos de las chicas madrileñas. Me resultó indignante, y personalmente un atropello, como si me lo hicieran a mí, que no dejaran pasar a una joven, (deambular por la calle es un Derecho constitucional) y de alguna manera la vejaran. La policía se ha defendido diciendo que cumplían órdenes. Pero hay que recordar a los agentes policiales que hay órdenes nulas, aunque emanen de un juez, o, todavía más, de un/a delegado del Gobierno. Ni éste, ni aquel pueden, por su cuenta, suspender un derecho constitucional. Estamos hartos de que los que más invocan la Constitución sean los que más la conculcan.
Quiero recordar, para acabar, ciertos puntos que considero fundamentales:

Los que usan armas, esos son los más violentos.
Los que son entrenados para mantener el orden público deben de ser profesionales que sepan mantenerlo por medios pacíficos, usando las armas solo en última instancia, y como una emergencia, y nunca de primera instancia.
La obediencia debida es un fraude.
Como dijo San Pedro al Sumo Sacerdote, el Papa de entonces: “hay que obedecer a Dios, antes que a los hombres”. (Hech 4,19-20)
Es decir, hay que obedecer a la conciencia.
Un policía, o un soldado, no tiene ninguna obligación de cumplir una orden injusta. Es más, tiene el deber de no cumplirla.
La Constitución española no prohíbe ser republicano, como tampoco portar un símbolo de la república.
Si hay un riesgo “real y cierto” de que los que portan en el atuendo algún símbolo no prohibido sean causa de disturbios, es decir, “sean agredidos” por otros ciudadanos, el deber de la policía es protegerlos de esa agresión; y no prohibirles circular, o quitarles los símbolos no prohibidos.
No hay nada más violento, en todos los países, que el Estado. (Una cosa es que por el Contrato Social el Estado tenga el monopolio del uso de la fuerza, y otra que abuse de ese peligroso monopolio).

Y quiero terminar reivindicando mi sentido común, no soy un chalado: no acepto pensamientos como “sé realista, no seas soñador, las cosas son como son”, u otros semejantes. Las cosas, muchas veces, son como son, y están como están, por la dejación y la cobardía de la ciudadanía, que con más frecuencia de la debida da la razón a Erich Fromm, en la idea central desarrollada en uno de sus mejores obras, titulada, muy significativamente,“El miedo a la libertad”.
Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara
Lo legal y lo inmoral
Mucho se está hablando estos días de las ventajas de que disfrutan, los eurodiputados que lo desean, con la SICAV (sociedad de inversión de capital variable) organizada por la Eurocámara. De tal modo que uno de los eurodiputados de IU, Willy Meyer, no solo se ha borrado de la participación en la misma, sino que ha dimitido como eurodiputado. Su decisión ha provocado división de opiniones, como las faenas controvertidas de los toreros. Para unos ha sido una actuación digna, coherente y ética, para otros, pura hipocresía electoral, a la que lo ha empujado una trampa que le ha preparado la demagogia de su partido.
En estos términos se ha pronunciado un ¿periodista? de “El Mundo”, Vicente Lozano, que ha arremetido contra el eurodiputado de izquierdas. La propia Rosa Díez, también beneficiaria de esos fundos “legales”, ha defendido su uso, en una intervención que, para mí, le ha hechos perder una cierta aura de integridad y coherencia. Porque, señores periodistas, o lo que sean y señores políticos, -si lo son buenos merecen toda mi aprobación, y admiración, pero político bueno, ¡rara avis!-, hay muchas cosas legales que son terriblemente inmorales. Por ejemplo, las legislaciones nazis o franquistas producían legalidad, pero no salvaban la irremediable inmoralidad que las aquejaba.
Porque, díganme, ¿quién puede, en la España actual, donde uno de cada cuatro niños sufre desnutrición o mal nutrición, donde más de dos millones de hogares viven con menos de setecientos euros, donde las ONGs, como Caritas, estamos repartiendo millones de toneladas de alimentos, donde no hay un duro ni para calentar la casa, ni para cuidar a los dependientes, quién, pregunto, puede tener un fondo de pensiones? Y, sobre todo, ¿quién lo pude tener tan favorable como los eurodiputados, tan mal pagados, los pobres, y con un futuro de jubilación tan sórdido?
Así que a la mayoría de los ciudadanos españoles, que en el mejor de los casos somos mileuristas, nos parece muy bien las actitudes de los que han abandonado la seguridad de esos fondos, y hasta han llegado más lejos, abandonando el escaño. Y no sean, algunos, espero que no todos, no sean tan hipócritas de acusar de electoralismo a quien quiera que sea, ya que todos los políticos, o por los menos sus agrupaciones, los partidos, son electoralistas en casi todas sus disposiciones. Y estas contradicciones todavía se entienden en los políticos, aunque no se compartan. Pero, ¿por qué hay periodistas que solo ven esas incoherencias en unos partidos, y en otros, sobre todo del Gobierno, no? He ahí otra inmoralidad, bastante común en comunicadores demasiado comprometidos. No se sabe si con las ideas, o con la logística.
Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

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