16 marzo, 2014 Por Pedro
Dentro de cien días el mundo se detendrá por el Mundial de Brasil. Desde 1981, en la ciudad de Goma, en el Congo, un misionero burgalés organiza un campeonato de fútbol en el que participan más de 1.500 niños.
R. Pérez Barredo / Burgos – domingo, 16 de marzo de 2014
DIARIO DE BURGOS
Cuando, dentro de menos de cien días, el mundo se convierta en un balón de fútbol que tendrá su centro de gravedad en Brasil, los nombres de Iniesta, Ronaldo o Messi sonarán tantas veces que no será necesario recurrir al eco para sentir que se repiten una y otra vez, como una letanía, en todos los sitios y a todas las horas. Puede que, entonces, en un rincón maldito de África, en uno de los corazones de la tinieblas por los que se desangra desde hace décadas ese continente, un hombre humilde sonría y piense para así que no hay nada más puro y hermoso, más verdadero y redentor, que el deporte que salva a quienes lo practican de males tan alejados de los árbitros y los contratos supermillonarios, las televisiones y los periódicos, como la guerra, el hambre o la pobreza.
Ese hombre se llama Honorato Alonso y es un misionero burgalés de 64 años que desde hace más de 30 organiza un mundial a pequeña escala entre jóvenes en Goma, en el este del Congo, la que llaman ciudad del fin del mundo, posiblemente uno de los lugares del globo en el que palabras como violencia y genocidio cobran la dimensión más terrenal y escalofriante, que sobrevive en una permanente crisis humanitaria. Según la ONU, la República Democrática del Congo es el país más pobre del mundo. Honoré, como conocen todos allí a este líder que jamás saldrá en portadas de periódicos deportivos, no se da ninguna importancia. Es feliz. Esta es su vida y sabe que es útil. Que aunque a muchos de esos niños se les pueda quebrar el futuro porque su presente es la nada y están expuestos a todos los peligros imaginables, esa liga deportiva, ese mundial de la esperanza, les hace sonreír, les hace olvidarse del lugar en el que viven y les permite soñar, todo un regalo en un lugar tan hostil, hecho de sangre y de llanto. El corazón de las tinieblas.
Honorato Alonso es profesor de electricidad en el Instituto Técnico Industrial de Goma, adonde acude todas las mañanas en una destartalada bicicleta. Ha formado allí a miles de muchachos que hoy pueden ganarse la vida de forma digna. Pero es por las tardes cuando este misionero burgalés hace lo que más le gusta, lo que le apasiona. Entrena al fútbol y al baloncesto a chavales de entre nueve y catorce años sin oportunidades, a niños de la calle, niños soldado, huérfanos o de familias pobres, en su mayoría refugiados que huyeron de la guerra y del hambre.
Hola Honorato! Soy Cástor , de Rioseras. He leido el comentario que te han hecho y te felicito por tu entrega y ayuda a los demás. Me imagino tu alegría interior y la satisfación que tienes que sentir al encontrarte con gentes que son felices gracias a tí. Sigue así y continúa ayudando a esas gentes que estoy seguro te lo agradecerán. Yo desde aquí te deseo salud y fuerzas para que continues con tu labor humanitaria por muchos años. Un saludo entrañable... Cástor
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