Decía Paulo Freire que lo
educativo como institución no implica neutralidad ideológica ni
epistémica, sino que los sujetos o actores que se incluyen en ese
espacio social mantienen siempre una relación en favor de qué y en favor
de quién. Es decir, en favor de qué contenidos, de qué fines, de qué
sujeto, de qué sociedad. Pero también, en favor de quiénes: de los
explotados, de los condenados de la tierra, de los excluidos o de los
dueños del dinero, del capital.
Por consiguiente, la educación está
instalada en el conflicto político-social, en la disputa histórica entre
quienes impulsan o avalan la explotación, la enajenación, los dogmas de
fe, los prejuicios, lo privado, y quienes propugnan la libertad, la
igualdad, la dignidad, la justicia, la autonomía individual, la
colectividad, lo público.
Esta última visión es la que defiende la Coordinadora Nacional de
Trabajadores de la Educación (CNTE), un sujeto social-colectivo
organizado que, en medio del caos, el terror y la violencia militarizada
de la ideología neoliberal, practica la democracia directa y nuevas
formas de poder popular. Un poder contrahegemónico, construido desde
abajo, comunitario, de tipo asambleario y prácticas horizontales,
radical −en el sentido de que quiere cambiar las cosas
desde la raíz−, desburocratizado, con sus propios intelectuales
orgánicos y no exento de contradicciones en su seno, que ha venido
luchando por rescatar la educación pública en México de quienes la
tienen secuestrada: los gobiernos neoliberales, la oligarquía, el
charrismo sindical, los mercaderes y mercenarios de la educación,
incluido el grupo Mexicanos Primero del oligopolio Televisa y sus
amanuenses tarifados.
La disputa es entre quienes impulsan una visión empresarial,
ahistórica, tecnocrática y productivista (eficientista) de la educación,
con fines de amansamiento, de control individual y social en el marco
de un estado de excepción, y quienes, como las
maestras y los maestros de la CNTE, entienden que la enseñanza es una
condición pública y el aprendizaje un acto individual y colectivo con
base en la razón crítica, y debe tener un carácter humanista,
autonómico, liberador; es decir, forjador de mujeres y hombres libres,
emancipados.
Casi sepultadas por las
campañas de odio, el alud de desinformación y el linchamiento artero y
difamador de unos medios bajo control monopólico privado, las razones
del magisterio en resistencia han sabido sobrevivir a los embates de la
reacción derechista y conservadora, y afloran y generan hoy nuevas
rebeldías en Zacatecas, Veracruz, Baja California
Sur, Jalisco, Campeche, Guanajuato, Puebla, Quintana Roo,
Aguascalientes, Chihuahua, Sinaloa, estado de México y otras latitudes
del territorio nacional.
Desde el pasado 3 de septiembre, ante la imposición autoritaria de
una contrarreforma educativa esencialmente administrativa, judicial y
laboral, diseñada en el extranjero por la OCDE, que altera
y niega el espíritu social de la Constitución de 1917 y convalida una
educación empresarial, privatizadora y analfabetizante, los maestros de
la CNTE han venido demandando la abrogación del decreto que reforma los
artículos 3º y 73 de la Carta Magna y sus leyes secundarias, así como la
vigencia de la gratuidad de la enseñanza y la relación bilateral entre
los trabajadores de la educación y el Estado, junto con la
democratización del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación
(SNTE).
También convocaron a todo el magisterio a organizarse en torno a una
resistencia civil pacífica. A consolidar los proyectos y programas
pedagógicos que las distintas secciones de la CNTE han venido impulsando
en Oaxaca, Michoacán, Guerrero, Chiapas y el Distrito Federal, como
elemento central de una verdadera reforma educativa que pone en el
centro a la educación como un derecho del ser humano; como un derecho
universal.
Ante la imposición vertical, autoritaria y punitiva de la
contrarreforma educativa, los profesores de la coordinadora llamaron a
todo el magisterio nacional a incorporarse y promover la desobediencia
civil organizada y pacífica, y manifestaron su decisión de seguir la
lucha organizada por las rutas político-social, pedagógica y jurídica,
sobre la base de que los derechos se defienden y se practican.
Lo novedoso, tras la insurgencia magisterial y popular del 4 de
septiembre, fue que no sólo logró romper el cerco desinformativo de los
grandes medios, sino que, gracias a su ejemplo de lucha, nuevos
contingentes de maestros han conseguido sacudirse el dogal del
corporativismo sindical y han salido a las calles en 22 estados de la
República. Y que también miles de estudiantes, profesores y
administrativos de varias universidades pararon sus escuelas durante dos
últimos días en apoyo a sus justas demandas y los acompañaron en sus
movilizaciones bajo la consigna “¡De Chiapas a Sonora, con la
coordinadora!”
Es decir, que tras la acción policiaca-paramilitar del 13 de
septiembre en las calles del Centro Histórico −que contó con tres
brigadas de la Policía Militar disfrazados con uniformes de la Policía
Federal y halcones que actuaron como grupos de choque con apoyo de
helicópteros y tanquetas antimotines−, cubierta en vivo y en directo
como un reality show por Foro Tv de Televisa, Canal 40 de TV Azteca,
Milenio Tv, Cadena 3, Efekto Tv y decenas de noticiarios radiofónicos y
celebrada mediáticamente con fines de propaganda gubernamental como una
“liberación” del Zócalo dirigida a permitir el ritual decimonónico de
las “fiestas patrias” −verbigracia, la expropiación y militarización del
“Grito”, con acarreados del estado de México y vía teleprompter, para
no exhibir una imagen de debilidad ante los amos del exterior−, la
protesta social sigue en las calles y los maestros se aprestan a
rescatar al SNTE del pelele impuesto por Enrique Peña, a recuperar el
patrimonio sindical y ponerlo al servicio de los trabajadores de la
educación.
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