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viernes, 4 de octubre de 2013

Sobre la insurgencia magisterial Carlos Fazio

Decía Paulo Freire que lo educativo como institución no implica neutralidad ideológica ni epistémica, sino que los sujetos o actores que se incluyen en ese espacio social mantienen siempre una relación en favor de qué y en favor de quién. Es decir, en favor de qué contenidos, de qué fines, de qué sujeto, de qué sociedad. Pero también, en favor de quiénes: de los explotados, de los condenados de la tierra, de los excluidos o de los dueños del dinero, del capital.
Por consiguiente, la educación está instalada en el conflicto político-social, en la disputa histórica entre quienes impulsan o avalan la explotación, la enajenación, los dogmas de fe, los prejuicios, lo privado, y quienes propugnan la libertad, la igualdad, la dignidad, la justicia, la autonomía individual, la colectividad, lo público.
Esta última visión es la que defiende la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), un sujeto social-colectivo organizado que, en medio del caos, el terror y la violencia militarizada de la ideología neoliberal, practica la democracia directa y nuevas formas de poder popular. Un poder contrahegemónico, construido desde abajo, comunitario, de tipo asambleario y prácticas horizontales, radical −en el sentido de que quiere cambiar las cosas desde la raíz−, desburocratizado, con sus propios intelectuales orgánicos y no exento de contradicciones en su seno, que ha venido luchando por rescatar la educación pública en México de quienes la tienen secuestrada: los gobiernos neoliberales, la oligarquía, el charrismo sindical, los mercaderes y mercenarios de la educación, incluido el grupo Mexicanos Primero del oligopolio Televisa y sus amanuenses tarifados.
La disputa es entre quienes impulsan una visión empresarial, ahistórica, tecnocrática y productivista (eficientista) de la educación, con fines de amansamiento, de control individual y social en el marco de un estado de excepción, y quienes, como las maestras y los maestros de la CNTE, entienden que la enseñanza es una condición pública y el aprendizaje un acto individual y colectivo con base en la razón crítica, y debe tener un carácter humanista, autonómico, liberador; es decir, forjador de mujeres y hombres libres, emancipados.
Casi sepultadas por las campañas de odio, el alud de desinformación y el linchamiento artero y difamador de unos medios bajo control monopólico privado, las razones del magisterio en resistencia han sabido sobrevivir a los embates de la reacción derechista y conservadora, y afloran y generan hoy nuevas rebeldías en Zacatecas, Veracruz, Baja California Sur, Jalisco, Campeche, Guanajuato, Puebla, Quintana Roo, Aguascalientes, Chihuahua, Sinaloa, estado de México y otras latitudes del territorio nacional.
Desde el pasado 3 de septiembre, ante la imposición autoritaria de una contrarreforma educativa esencialmente administrativa, judicial y laboral, diseñada en el extranjero por la OCDE, que altera y niega el espíritu social de la Constitución de 1917 y convalida una educación empresarial, privatizadora y analfabetizante, los maestros de la CNTE han venido demandando la abrogación del decreto que reforma los artículos 3º y 73 de la Carta Magna y sus leyes secundarias, así como la vigencia de la gratuidad de la enseñanza y la relación bilateral entre los trabajadores de la educación y el Estado, junto con la democratización del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
También convocaron a todo el magisterio a organizarse en torno a una resistencia civil pacífica. A consolidar los proyectos y programas pedagógicos que las distintas secciones de la CNTE han venido impulsando en Oaxaca, Michoacán, Guerrero, Chiapas y el Distrito Federal, como elemento central de una verdadera reforma educativa que pone en el centro a la educación como un derecho del ser humano; como un derecho universal.
Ante la imposición vertical, autoritaria y punitiva de la contrarreforma educativa, los profesores de la coordinadora llamaron a todo el magisterio nacional a incorporarse y promover la desobediencia civil organizada y pacífica, y manifestaron su decisión de seguir la lucha organizada por las rutas político-social, pedagógica y jurídica, sobre la base de que los derechos se defienden y se practican.
Lo novedoso, tras la insurgencia magisterial y popular del 4 de septiembre, fue que no sólo logró romper el cerco desinformativo de los grandes medios, sino que, gracias a su ejemplo de lucha, nuevos contingentes de maestros han conseguido sacudirse el dogal del corporativismo sindical y han salido a las calles en 22 estados de la República. Y que también miles de estudiantes, profesores y administrativos de varias universidades pararon sus escuelas durante dos últimos días en apoyo a sus justas demandas y los acompañaron en sus movilizaciones bajo la consigna “¡De Chiapas a Sonora, con la coordinadora!”

Es decir, que tras la acción policiaca-paramilitar del 13 de septiembre en las calles del Centro Histórico −que contó con tres brigadas de la Policía Militar disfrazados con uniformes de la Policía Federal y halcones que actuaron como grupos de choque con apoyo de helicópteros y tanquetas antimotines−, cubierta en vivo y en directo como un reality show por Foro Tv de Televisa, Canal 40 de TV Azteca, Milenio Tv, Cadena 3, Efekto Tv y decenas de noticiarios radiofónicos y celebrada mediáticamente con fines de propaganda gubernamental como una “liberación” del Zócalo dirigida a permitir el ritual decimonónico de las “fiestas patrias” −verbigracia, la expropiación y militarización del “Grito”, con acarreados del estado de México y vía teleprompter, para no exhibir una imagen de debilidad ante los amos del exterior−, la protesta social sigue en las calles y los maestros se aprestan a rescatar al SNTE del pelele impuesto por Enrique Peña, a recuperar el patrimonio sindical y ponerlo al servicio de los trabajadores de la educación.

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