En enero de este año publique sobre la famosa “partícula Dios” o “partícula de Dios”, fruto de la investigación sobre las
partículas elementares en el Centro Europeo de Investigación Nuclear
(CERN), en busca de un ‘bóson’ (energía en forma de ola, en cuanto la
energía en forma de partícula material es denominada ‘férmion’),
responsables por conferir masa a las partículas y, de esa forma,
posibilitar el surgimiento de la materia que nos dio origen a todos.
Por estar en la raíz de todo el
universo, la presumida descubierta de ese bóson pasó a ser conocido como
“partícula de Dios”. Como ahora en octubre 2013, dos científicos al
frente de la investigación –François Englert y Peter Higgs- ganaron el Premio Nobel
de Física, sería interesante revisitar críticamente ese tema pues ahí
están involucradas cuestiones que trascienden la física y penetran el
campo de la filosofía y la teología. Esa es la razón de la
re-publicación del artículo. Lboff
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Partícula de Higgs
¿Partícula Dios o partícula de Dios? Implicaciones filosóficas y teológicas
Desde los años 60 del siglo pasado, los físicos teóricos se
planteaban esta pregunta: ¿cómo pudieron las partículas elementales sin
masa que surgieron con el big bang, ganar masa después de fracciones de
billonésimas de segundo? ¿Cuál fue la partícula o campo energético que
confirió masa a las partículas virtuales haciendo así irrumpir la
materia que compone todo el universo?
Sabemos, y lo hago de forma extremadamente pedestre, que la materia
(según Einstein energía altamente condensada) está compuesta por
partículas elementales: topquarks y leptones. Cuando estos se unen dan
origen a los protones y a los neutrones. Estos, a su vez, se unen y
forman el núcleo atómico. Leptones, de carga negativa, son atraídos por
el núcleo atómico, con carga positiva, y juntos forman los átomos. Todos
los seres que existen se componen de átomos.Por tanto, los topquarks y
leptones son los ladrillitos básicos con los cuales estamos construidos
nosotros mismos y todo el universo. Junto con estas partículas
elementales operan las cuatro
fuerzas originarias que ordenan todo el universo, cuya naturaleza la
ciencia todavía no ha conseguido descifrar. Ellas, la fuerza
gravitatoria, la electromagnética, la nuclear débil y fuerte, actúan
conjuntamente y responden de la expansión, ordenación y complejización
de todo el proceso cosmogénico.
Peter Higgs (1929-) un tranquilo investigador de física teórica de la
universidad de Edimburgo en Escocia, sugirió que debería existir una
partícula, un bosón o un campo energético, responsable de la masa de todas las
partículas. El físico Leon Lederman (Nobel de Física) la llamópartícula
de Dios. Otros la denominaronpartícula Dios, por ser la creadora de
toda la materia del universo.
¿Qué sería ese bosón de Higgs o campo de Higgs? Los físicos lo imaginan como un fluido viscoso
finísimo que llena todo el universo, a semejanza del éter de
Aristóteles y de la física clásica. Cuando las partículas elementales
sin masa, puramente virtuales, tocan ese bosón o interaccionan con el
campo Higgs sufren resistencia, son frenadas, presionadas y consolidadas
y de esta manera ganan masa y peso.
El 4 de julio de 2012 en el Gran Colisionador de Hadrones, entre
Suiza y Francia, después de acelerar partículas que colisionan casi a la
velocidad de la luz, los científicos del Consejo Europeo de
Investigación Nuclear (CERN) identificaron una partícula que cumple las
características atribuidas al bosón de Higgs. Se supone que sea él u
otra partícula similar, pero que efectivamente confiere masa a las
partículas elementales.
Esta verificación confirma el modelo estándar del universo originado por el big bang; de ahí su importancia.
¿Pero cómo entra Dios en todo esto? Si dijésemos que esta partícula
es Dios, seguramente la teología no lo aceptaría, pues haría de Dios una
parte del universo. Dios es más. Es aquella Energía de Fondo, aquel
Abismo posibilitador y sustentador del universo, que antecede al big
bang. El estaría más allá del «muro de Planck», el límite infranqueable,
anterior al tiempo cero, a partir del cual en 10 elevado a la potencia
-43 segundos después del big bang habría surgido la materia del
universo. Detrás de este muro se esconde aquella Energía poderosa y
amorosa que origina todo, inalcanzable para la física pero accesible
para la mística.
Si dijésemos que el bosón de Higgs es la partícula de Dios podemos
aceptarlo teológicamente; sería el medio por el cual Dios traería las
partículas materiales a la existencia y así todo el universo: un acto
exclusivamente divino. Esa es la ontología originaria de Dios. La
partícula de Dios nos muestra cómo se crea todo lo que nos es dado ver.
Filosófica y teológicamente diría: ella nos revela cómo Dios hizo surgir
el mundo. Y ese acto no es un acto del pasado, sino que se realiza en
cada momento y en todas partes del universo y también en nosotros que
estamos a merced de esta partícula de Dios. En caso contrario, todo
dejaría de ser, volvería a la nada. Como la creación es continua, aquí
estamos.
[El libro El Tao de la Liberación: explorando la ecología de la
transformación, de M. Hathway y L. Boff, ha sido premiado en 2010 en
Estados Unidos con la medalla de oro en Ciencia y Cosmología.Fuente: Servicios Koinonia].
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